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lunes, 5 de septiembre de 2011

Evangelio del Martes XXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de septiembre, 2011

Evangelio del Martes XXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 6 de septiembre, 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (6, 12-19)
Gloria a ti, Señor.

Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados.
Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El evangelio de hoy, está divido en dos partes bien diferenciadas, pero relacionadas entre sí, formando un conjunto que sintetiza la misión de Jesús.
En la primera parte encontramos a Jesús en la montaña (símbolo del encuentro con Dios, desde el Antiguo Testamento), subió allí a orar, y afirma el texto que pasó toda la noche orando a Dios. El resultado de esta profunda experiencia de encuentro con Dios es la elección de los doce.
La segunda parte nos ubica en la parte baja de la montaña; es el lugar de encuentro con la multitud, haciendo una sutil referencia a Moisés, quien subía a la montaña mientras el pueblo lo esperaba abajo; Jesús es como un nuevo Moisés, el nuevo legislador que pone a la persona como centro de la ley.
La referencia geográfica de los presentes nos da la idea del radio de acción de Jesús y del tipo de personas que le escuchan: los habitantes de Jerusalén mucho más cercanos al templo y a la ley, y los procedentes de Tiro y Sidón, el extremo norte del país, lejos del tempo y de la ley. Todos ellos son ahora sujetos de la misericordia y el amor de Dios.

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