Evangelio del Miércoles XXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 7 de septiembre, 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (6, 20-26)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo:
“Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán.
Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.
Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La secuencia que lleva el evangelio de Lucas, nos enfrenta ahora con su versión de las bienaventuranzas, texto muy significativo en la tradición neo-testamentaria y que ha nutrido las corrientes teológicas del tercer mundo.
La opción por los pobres y la lucha decidida por la justicia y la libertad de los humildes de todos los tiempos es una máxima del cristianismo, que en América Latina ha hecho camino.
En la metodología usada por el maestro, la enseñanza al interior del grupo de discípulos, teniendo como referencia la situación social, política y cultural, reviste una importancia vital. Mirar la realidad desde la experiencia del Dios que Jesús comunica traerá consecuencias que los discípulos tendrán que asumir. Dar la vida por la causa.
Las cinco bienaventuranzas en contraposición a los cinco ayes, forman un paralelismo antitético que indican la tensión que se presenta entre las dos fuerzas contrapuestas, las realidades que vive el pueblo que busca a Jesús y la propuesta de Dios, su Reino proclamado alegremente por Jesús y sus discípulos.
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