Evangelio del Sábado XXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 10 de septiembre 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (6, 43-49)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos.
El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.
¿Por qué me dicen ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida.
Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Estamos ubicados en el capítulo 6, que inicia con la polémica de Jesús por el precepto del sábado, y concluye con una serie de comparaciones que nos proponen una nueva forma de relacionarnos con Dios Padre. Esta nueva forma de encuentro con Dios va más allá de las normas y leyes; está mediatizada por la persona y sus circunstancias.
El texto que nos propone la liturgia de hoy tiene dos comparaciones complementarias, que apuntan a dos actitudes fundamentales en el discípulo del Reino.
La comparación del árbol y los frutos, que es reiterativa en el Nuevo Testamento, apunta a la radicalidad de vida que compromete a los seguidores de Jesús. Al centro de este ejemplo está nuestro corazón. Un corazón sano es capaz de generar los valores, actitudes, sentimientos y compromisos que requiere la propuesta del maestro de Nazaret.
El ejemplo de la casa construida sobre roca, es la puesta en práctica de la radicalidad que exige Jesús. Ya no bastan sólo las palabras… “¡Señor, Señor!”; esta expresión tendrá que ser cargada de sentido y de vida.
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