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viernes, 21 de octubre de 2011

Evangelio del Sábado XXIX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 22 de octubre, 2011

Evangelio del Sábado XXIX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 22 de octubre, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Lucas 13,1-9
En aquella ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera."
Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.""
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
Jesús explicaba, con la mayor claridad posible, cuál era el pensamiento de Dios, que se proyectaba a la humanidad a través de sí mismo. Para ello utilizaba parábolas.
La intención de esta parábola de hoy es mostrarnos a nosotros mismos, comparándonos con una higuera que se enfrenta a la disyuntiva de producir fruto o no, de proclamar el Reinado de Dios o de desentenderse de él.
Lo que nos aleja de esa misión, que debiéramos hacer realidad aquí y ahora en nuestra vida, es todo nuestro accionar en contra de lo que el mismo Jesús nos enseña: el pecado, el egoísmo, la cultura de la muerte, la falta de respeto por la vida propia y la de los demás.
Pero todo eso, producto de nuestra libertad siempre respetada por Dios, puede y debe transformarse, aprovechando las constantes oportunidades que el mismo Dios nos da para revertir el mal y para producir buenos frutos. Para ello habremos de sacar a relucir la capacidad que tenemos de hacer el bien, que es justamente lo que Dios nos pide para ayudar a la construcción de su Reinado.

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