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sábado, 22 de octubre de 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23 de Octubre, 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23 de Octubre, 2011
Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario
Jornada Mundial de las Misiones
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor
Tú, Señor, eres mi refugio
Bendito seas, Señor, que me protégés
Antífona de Entrada
Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Buscad la ayuda del Señor; buscad continuamente su presencia.

Antífona de Entrada
Por la evangelización de los pueblos
Que el Señor se apiade de nosotros y nos bendiga; que haga brillar su rostro sobre nosotros, para que se conozca en la tierra su camino y entre todos los pueblos, su salvación.
Se dice Gloria.

Oración Colecta
Oremos:
Aumenta, Señor, en nosotros la fe, la esperanza y la caridad para que cumplamos con amor tus mandamientos y podamos conseguir, así, el cielo que nos tienes prometido.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Oración Colecta
Por la evangelización de los pueblos
Oremos:
Dios nuestro, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira la abundancia de tu mies y envíale operarios para que se anuncie el Evangelio a toda creatura; y tu pueblo, congregado por la palabra que da vida y sostenido con la fuerza de los sacramentos, avance por el camino de la salvación y del amor.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del Exodo
(22, 20-26)
Esto dice el Señor a su pueblo:
“No hagas sufrir ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada, tus mujeres quedarán viudas y tus hijos, huérfanos.
Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque no tiene otra cosa con qué cubrirse; su manto es su único cobertor y si no se lo devuelves, ¿cómo va a dormir? Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 17
Tú, Señor, eres mi refugio. Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza, el Dios que me protege y me libera.
Tú, Señor, eres mi refugio.
Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo.
Tú, Señor, eres mi refugio.
Bendito seas, Señor, que me proteges; que tú, mi salvador, seas bendecido. Tú concediste al rey grandes victorias y mostraste tu amor a tu elegido.
Tú, Señor, eres mi refugio.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
tesalonicenses (1, 5-10)
Hermanos: Bien saben cómo hemos actuado entre ustedes para su bien. Ustedes, por su parte, se hicieron imitadores nuestros y del Señor, pues en medio de muchas tribulaciones y con la alegría que da el Espíritu Santo, han aceptado la palabra de Dios en tal forma, que han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor; y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada.
Porque ellos mismos cuentan de qué manera tan favorable nos acogieron ustedes y cómo, abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo, esperando que venga desde el cielo su Hijo, Jesús, a quien él resucitó de entre los muertos, y es quien nos libra del castigo venidero.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (22, 34-40)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
En la Primera Lectura se hace referencia a los mandamientos que forman parte del llamado "código de la alianza", muestran como las normas de vida del pueblo de Israel no son una imposici6n arbitraria, sino que nacen de la acción de Dios en favor de su pueblo; es decir, en la manera de ser de Dios, origen de todo. Los inmigrantes, los huérfanos y las viudas son la imagen viva de aquellos a quienes Dios protege. El inmigrante es el que no tiene nada, lejos de su casa, desarraigado. Los israelitas deben recordar, ante el inmigrante, que también ellos lo fueron en el país de Egipto: allí Dios se puso a su favor, no porque fueran mejores, sino porque así actúa Dios. Los huérfanos y las viudas, desamparados de un hombre que les protegiera, estaban a merced de los que se aprovechaban de su desgracia, por más que lo hicieran en nombre de la beneficencia. Dios escucha su clamor, como escuchó el grito del pueblo oprimido en Egipto. La prohibición de cobrar intereses a quien necesita un préstamo se refiere sólo a los del propio pueblo, y va encaminada a no aumentar las diferencias entre los "hermanos". La referencia al manto recuerda la maldad que supone dejar a alguien sin el mínimo indispensable. Al final del texto que leemos encontramos la razón última de estas normas de actuacion: la manera de ser de Dios. El es "compasivo", es decir, se pone en la piel del necesitado, del oprimido, y actúa en consecuencia.
La respuesta al salmo de hoy nos brinda una oportunidad muy buena para gozar de la oración, que no siempre ha de ser de petición o de acción de gracias. Sencillamente decirle al Señor que le amamos. Y decirlo una y otra vez. En la celebración se lo diremos las pocas veces que requiere el salmo responsorial. Pero puede ser la oración que cada uno se lleve a su casa y vaya repitiendo en el corazón a lo largo de la jornada, en medio de la tarea cotidiana. Así nos daremos más cuenta de que "con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser" quiere decir que el amor de Dios invade todos lo ámbitos de nuestra vida: todos los lugares, todos los momentos, todo el pensamiento, todas las palabras, todas las acciones, todas las relaciones... y nuestra respuesta amorosa también hemos de darla en todas las ocasiones.
En la Segunda Lectura, Pablo da gracias porque la Palabra fue acogida, porque la reputación de la fe de los Tesalonicenses se ha difundido, habiendo sido la visita del Apóstol el punto de partida de la conversión de los Tesalonicenses. Una conversión, es decir, literalmente un abandonar los ídolos para volverse al Dios verdadero, aguardando la vuelta de su Hijo, que nos ha liberado del castigo futuro. Toda comunidad cristiana actual debe meditar este pasaje. Aunque se haya apartado de los ídolos, queda siempre el peligro de volver a nuevos ídolos que ya no dejan escuchar la palabra de Dios de una manera objetiva. Nuestra época conoce esos nuevos ídolos: el lujo bajo todas sus formas, la sexualidad desbordada y los conceptos vagos de libertad y de liberación del hombre.
En el Evangelio, los que interrogan a Jesus lo hacen con ánimo de tentarle. Se trata de un grupo de fariseos que entran a la carga después del fracaso de los saduceos. La pregunta tiene pega, era una cuestión muy debatida en las escuelas rabínicas. Los maestros de la Ley distinguían entre preceptos y prohibiciones, éstas eran 365 en total y aquéllos 248. La originalidad de la respuesta de Jesús no está en subrayar como precepto fundamental y primero el amor a Dios, pues todos los judíos reconocían la absoluta prioridad de este precepto que recitaban dos veces al día (cf. Dt 6. 4-5). La novedad está en que Jesús coloca a un mismo nivel el precepto del amor al prójimo; más exactamente, en la declaración de que ambos preceptos son inseparables y constituyen un mismo centro y punto de apoyo de toda la Ley y los profetas.
Pretender separar en la vida cristiana el mandamiento del amor a Dios y del amor al prójimo sería tan absurdo como intentar separar en Cristo lo humano y lo divino. En ambos casos cabe una distinción, pero nunca una separación. Los dos pasajes ocupaban el centro de la espiritualidad de Israel, sobre todo el primero, que se recitaba por la mañana y por la noche, se lo bordaba en las mangas de los vestidos y se lo escribía en los dinteles de las puertas. Pero, aunque en su respuesta cita textos conocidos y ya existentes, Jesús aparece nuevo y original frente a las opiniones corrientes. Para él el mandamiento del amor a Dios y al prójimo no es simplemente el mandamiento que hay que colocar a la cabecera de la lista, y ni siquiera el mandamiento más importante; es el centro del cual deriva todo y que todo lo informa y lo impregna; cualquiera otra ley que quiera presentarse como voluntad divina debe ser expresión de este doble amor. Con ello Jesús se distancia del legalismo.
En segundo lugar, Jesús universaliza el concepto del prójimo. El judaísmo, especialmente en tiempo de Jesús, se debatía en el particularismo, si bien no faltaban intentos de universalismo; el prójimo era el correligionario o a lo más el simpatizante; pero de ningún modo el extranjero y el pagano. En cambio, para Jesús, prójimo es todo el mundo, incluido el extranjero y hasta el desconocido. Prójimo es cualquiera que es objeto del amor de Dios; es decir, todos. En cambio, es permanente la tentación de delimitar el concepto de prójimo o, en cualquier caso, de hacer una clasificación, como si algunos hombres contasen y otros no.
Mas la novedad de Jesús estriba ante todo en haber unido los dos mandamientos. En la capacidad de mantenerlos unidos es como se mide la verdadera fe. Hay como dos tendencias en el espíritu humano, y ellas se disputan también el alma cristiana: la tendencia que acentúa el primado de Dios (por tanto, la oración, la relación con él, la conversión interior y personal) y la tendencia que, en nombre de Dios, llama la atención hacia el hombre (por tanto, la justicia, la lucha por un mundo más justo, la toma de posición frente a las estructuras de nuestra sociedad). La primera se diría más religiosa; la segunda, más política. No obstante, semejante juicio es por lo menos superficial y expeditivo; lo religioso, como lo político, tienen significados más complejos. El evangelio quiere que se unan las dos tendencias. Jesús ha mandado amar al prójimo como a sí mismo; por lo tanto, hay que comprometerse en la liberación del hombre.
Pero en la lucha generosa por el hombre es preciso afirmar el primado de Dios, al que hay que amar con todas las fuerzas y que debe ocupar el primer puesto en nuestro corazón. Tan es así, que el amor de Dios se inculca sin medida ("con todo el corazón"), pero no el amor del prójimo ("como a sí mismo").

Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Pidamos a Dios que nos enseñe a amar y presentémosle las intenciones de todos los hombres diciendo:
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Que el Evangelio se anuncie como Buena Noticia de salvación en todas las situaciones que atraviesan los hombres y mujeres del tercer milenio.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Que nuestro amor a Dios se plasme en el amor a los hermanos.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Que la justicia, la solidaridad y la paz, garanticen la convivencia fraterna de todos los hombres.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Que los oprimidos, perseguidos, necesitados y marginados, encuentren quien los ayude y defienda.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Que los jóvenes y adolescentes abran sus ojos a los verdaderos valores, a la belleza, al bien y al amor puro.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.
Para que al comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos comprometamos a vivir en el amor.
Oremos.
Escucha, Señor,
nuestra oración.

Celebrante:
Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia, ayúdanos a vivir el mandamiento del amor y danos fortaleza para no claudicar nunca de Ti.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Oración de los Fieles
Por la evangelización de los pueblos
Celebrante:
Oremos por la Iglesia y por los que anuncian el Evangelio en todo el mundo. Digamos con fe:
Te lo pedimos, Señor.
Por los que aún no han oído hablar de Jesús.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por los misioneros que anuncian la buena noticia de la salvación.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia de Cristo, que sea una en el amor.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por los cristianos que dan testimonio de su fe.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por todos los que apoyan y cooperan en la tarea misionera de la Iglesia desde sus sufrimientos, su plegaria y su contribución económica.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por todos los que apostamos por el Evangelio y tratamos de vivirlo.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.

Celebrante:
Te damos gracias, Padre, porque siempre nos escuchas, y te pedimos que tu mensaje de amor y salvación universal llegue hasta los confines de la tierra.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración obre las Ofrendas
Mira, Señor, con bondad, las ofrendas que te presentamos, a fin de que esta celebración eucarística sea para tu gloria y alabanza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Por la evangelización de los pueblos
Mira, Señor, el rostro de tu ungido, que se entregó a la muerte para salvación de todos y haz que, por mediación suya, tu nombre sea glorificado entre los hombres y en todas las partes de la tierra te sea ofrecido el único y perfecto sacrificio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio Dominical X
El día del Señor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo bendecirte y darte gracias, Padre santo, fuente de la verdad y de la vida, porque nos has convocado en tu casa en este día de fiesta.
Hoy, tu familia, reunida en la escucha de tu Palabra, y en la comunión del pan único y partido, celebra el memorial del Señor resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en tu descanso.
Entonces contemplaremos tu rostro y alabaremos por siempre tu misericordia. Con esta gozosa esperanza, y unidos a los ángeles y a los santos, cantamos unánimes el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Llenos de júbilo porque nos ha salvado, alabemos la grandeza del Señor, nuestro Dios.
Antífona de la Comunión
Por la evangelización de los pueblos
Enseñad a todos los pueblos a observar lo que yo os he mandado, dice el Señor, y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Señor, que este memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo nos haga morir de veras al pecado y renacer a una nueva vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración después de la Comunión
Por la evangelización de los pueblos
Oremos:
Con el auxilio de este sacramento de salvación eterna, del que acabamos de participar, haz, Señor, que la verdadera fe se extienda por todo el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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