Lectio Divina: Domingo XXXI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30 de octubre, 2011
Lectio:
1. Oración inicial
Señor Jesús, envíanos tu Espíritu para que podamos leer tu Palabra libres de prejuicios, para que podamos meditar tu anuncio en su integridad y no fraccionariamente, para que podamos orar para crecer en la comunión contigo y con los hermanos. Para que podamos, finalmente, obrar, contemplando la realidad en la que vivimos cada día, con tus mismos sentimientos y tu misma misericordia. Tú que vives con el Padre y nos das el Amor. Amén.
2. Lectura
a) Introducción:
Este pasaje evangélico es el último que habla de las enseñanzas públicas de Jesús iniciadas con el Sermón de la Montaña (cc.5-7). Jesús se encuentra en Jerusalén, se está acercando el momento de su prendimiento, está teniendo duras controversias con las diversas categorías de personas: sumos sacerdotes, ancianos, herodianos, escribas, fariseos, etc. Jesús no está contestando la religiosidad judaica en cuanto tal, sino que pronuncia duras palabras sobre los intentos de algunos, jefes del pueblo sobre todo, de mezclar los auténticos valores con conductas incoherentes. El evangelista Mateo, en esta primera parte del capítulo 23, reportando estas palabras de Jesús, pone en guardia a las comunidades de los primeros cristianos para que no caigan en un estilo de vida incompatible con la fe en Él. En el fondo se percibe el conflicto entre la Iglesia naciente y la sinagoga.
b) Una posible división del texto:
Mateo 23,1-7: Puesta en guardia de los que escuchan y denuncia de las conductas de los escribas y fariseos
Mateo 23, 8-12:
Recomendaciones a las comunidades de discípulos
c) Texto
1 Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos 2 y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3 Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas.5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; ensanchan las filacterias y alargan las orlas del manto; 6 quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7 que se les salude en las plazas y que la gente les llame `Rabbí'.
8 «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar `Rabbí', porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos.9 Ni llaméis a nadie `Padre' vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 Ni tampoco os dejéis llamar `Instructores', porque uno solo es vuestro Instructor: el Cristo. 11 El mayor entre vosotros será vuestro servidor. 12 Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
3. Momento de silencio
Para escuchar al Espíritu, hacer entrar la Palabra de Dios en el corazón e iluminar nuestra vida
4. Algunas preguntas
¿A quiénes están dirigidas las palabras de Jesús?
¿Quiénes son los interlocutores del evangelista Mateo?
¿Pueden convivir observancia e hipocresía?
¿Cuál es la novedad del mensaje de Jesús?
5. Meditación
Estas palabras de Jesús se presentan duras y polémicas. Intentemos meditarla con relación al primer discurso de Jesús, el de la Montaña, según la redacción de Mateo. Ellas entonces se convierten en un parangón entre el ideal de vida del discípulo de Cristo y las conductas que no corresponden a este ideal, evidentes en aquéllos que todavía están “bajo la ley”, diría Pablo. El discurso está dirigido a las gentes y en particular a los discípulos, no a los escribas y fariseos, al menos en esta primera parte del capítulo. Pues hay también muchos escribas “no lejos del reino de Dios” (Mt 12,34). Y hay muchos también que “dicen y no hacen”.
La referencia a las enseñanzas de los escribas, que están “sentados en la cátedra de Moisés”, era real en las sinagogas, pero tiene también una connotación simbólica, porque se convirtió en un signo de poder; así Jesús enseñaba estando sentado en la tierra (Mt 5,1). La relación de Jesús con la Ley se aclara en el Sermón de la Montaña, Él no ha venido para abolirla, sino para llevarla a cumplimiento (Mt 5,17-19), por lo que los mandamientos auténticos están para practicarlos: “cuanto os digan hacedlo y observadlo”. Pero Jesús añadía en el discurso anterior: “Yo os digo: si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5,20). Seguía la auténtica interpretación de la Ley: “Habéis oído que se dijo...pero yo os digo” . Jesús supera la observancia formal de la ley (Mc 7,15), porque ha llegado el reino de Dios (Mt 4,17) y con su llegada el Amor está sobre la Ley. No basta ya recurrir a la Ley para justificar la validez de los actos culturales (el sábado, lavarse las manos), ni para imponer “cargas pesadas”; ahora todo debe hacer referencia al amor de Dios que es el único que confiere al obrar del hombre su último significado. Para los discípulos de Cristo son válidas las motivaciones interiores, las intenciones auténticas (Mt 6,22-23). Anunciando que el reino de Dios ya está aquí, Jesús ofrece un nuevo criterio de acción que no suprime a la Ley, sino que revela su sentido auténtico. El mandamiento del amor es el patrón de medida en la crítica de la Ley. ”Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados...Mi yugo es dulce y mi carga ligera” (Mt 11,28-30). Las “cargas pesadas” son las prescripciones elaboradas por la tradición oral. Éstas pueden ayudar a la observancia de la Torah, pero también la pueden adulterar y suplantar con usos humanos.
La religiosidad puede ser motivo de exhibicionismo (vv.5-7) contrario a cuanto ha enseñado en el discurso de la montaña. “Guardaos de realizar vuestras buenas obras delante de los hombres” (Mt 6,1): la limosna (Mt 6,3) , la oración (Mt 6,5) el ayuno (Mt 6,16) que eran las obras buenas más frecuentes para un judío, deben ser hechas “en secreto” por el discípulo de Cristo, porque tienen como única motivación la adoración de Dios. Lo más importante para el discípulo no es el beneplácito social o el respeto humano, ni los títulos de honor, “rabbi”, sino ser “pobres en el espíritu” (Mt 5,3) porque todo, si está puesto en las manos de Dios y no tiene nada para sí, allí está el propio tesoro (Mt 6, 21), en el cielo. Esto conlleva persecución (Mt 5,10-11), más que aplausos y alabanzas (Mt 23,6-7). Dios es “Nuestro Padre” (Mt 6,9), ninguno puede interponerse a Él. Por esto el discípulo debe guardarse de dar algunos títulos: rabbí, maestro, padre, una importancia o poder que oscurezca el hecho de que uno sólo es el rabbí, padre, maestro y vosotros todos sois hermanos. Juan que bautizaba, cuando vio pasar al verdadero Maestro, envió sus discípulos a Él (Jn 1,35), el único Maestro, y no los retuvo consigo. La comunidad de Jesús es la que se haya delineada en las “Bienaventuranzas” con sus radicales exigencias Una comunidad de hermanos capaz de acoger a Dios que viene a salvar gratuitamente. Esta comunidad tiene su ideal en “el servicio” (Mt 20,28) del Hijo del Hombre modelo de la Iglesia. La autoridad del jefe pierde su atracción, no es ya un ideal, “El más grande entre vosotros sea vuestro siervo” (conf. Mc 10,41-44; Jn 13), no se habla más de modelo jerárquico, sino de servir y rebajarse, “ pues quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado”. En las palabras de Jesús hay mucho más que una polémica con los escribas y fariseos, mucha más que una exhortación a ser coherentes. Es un reclamo a la identidad misma de sus discípulos, a la novedad que ellos están llamados a testimoniar.
6. OraciónOremos con el salmo 131
Mi corazón, Yahvé, no es engreído,
ni son mis ojos altaneros.
No doy vía libre a la grandeza,
ni a prodigios que me superan.
No, me mantengo en paz y silencio,
como niño en el regazo materno.
¡Mi deseo no supera al de un niño!
¡Espera, Israel, en Yahvé
desde ahora y por siempre!
7. Contemplación
Me has puesto en guardia, Señor, de un comportamiento hipócrita, que no refleja la novedad de vida que anima la comunidad de tus discípulos. ¡Cómo es fácil volver a colocar en el centro a nosotros mismos, aferrarse a las usanzas, a permanecer inmóbiles, escuchando tu Palabra! Sí, yo también estoy entre aquéllos que “dicen y no hacen”; tu Palabra me desasosiega. La búsqueda de signos exteriores, de alabanzas, de títulos y honores turba mis pensamientos y debilita la fraternidad. Como era pura de corazón tu Madre, María, sean así mis intenciones y conducta de modo que pueda construir una comunidad según tus sentimientos con tu misma compasión para con todos. Amén.
www.ocarm.org
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