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lunes, 27 de febrero de 2012
Evangelio Martes I Semana de Cuaresma. Ciclo B. 28 de Febrero, 2012.
Evangelio Martes I Semana de Cuaresma. Ciclo B. 28 de Febrero, 2012.
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6, 7-15)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
“Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará
a ustedes sus faltas”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Tal vez la mayoría de nosotros nos hemos aprendido de memoria la oración del Padre Nuestro. La rezamos en la mañana, al caer de la tarde, en reuniones de grupo, en fin, en diversas circunstancias. Pero por tanta repetidera posiblemente se ha hecho que se le haya perdido el sentido. Si miramos con detenimiento cada palabra, cada frase, nos encontraremos con un proyecto de vida que compromete. Reconocer la paternidad de Dios, implica reconocer la hermandad entre los seres humanos, santificar el nombre de Dios es confesar su soberanía sobre la humanidad, pedir con insistencia el advenimiento del Reino implica disponerlo todo para tal acontecimiento. Pretender la voluntad de Dios exige comprometerse con su proyecto humanizador. El pan cotidiano, el perdón constante, el rechazo de las seducciones del mal constituye una acción permanente de todos para que el señorío de Dios, fundamentado en el amor, la paz y la justicia, se extienda a toda la humanidad. En este pasaje, propio de la pedagogía de Jesús para formar a sus discípulos, queda claro que la autentica oración debe estar íntimamente conectada con la vida. La invitación de Jesús es que hagamos de nuestra vida una oración y vida la oración.
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