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jueves, 1 de marzo de 2012
Meditación: Viernes de la semana 1 de Cuaresma. Ciclo B. 02 de Marzo, 2012.
Meditación: Viernes de la semana 1 de Cuaresma. Ciclo B. 02 de Marzo, 2012.
«Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: Todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que llame a su hermano necio será reo ante el Sanedrín; el que le llame renegado, será reo del juego del infierno. Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrendo ante el altar; ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve después para presentar tu ofrenda.» (Mateo 5, 20-26)
1º. Jesús, no has venido a modificar la ley antigua, sino a darle un sentido más profundo, más pleno.
No se trata únicamente de no matar, sino de amar al prójimo como a uno mismo, y aún más: «que os améis unos a otros como Yo os he amado» (Juan 13, 34).
Jesús, si tengo que imitarte en todo, especialmente debo imitarte en tu amor a los demás.
«Todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio.»
¿Cómo va mi relación con los que me rodean: hermanos, padres, hijos, compañeros de trabajo?
A veces me enfado por tonterías: por querer tener la razón; por pensar que me merecía más atención; porque no me han devuelto algo que es mío; porque siempre me toca a mí hacer lo que más cuesta, etc...
¿Cómo reaccionarías Tú en esas situaciones?
«Ve primero a reconciliarte con tu hermano.»
Jesús, cómo cuesta pedir perdón; porque cuando me enfado, siempre creo que es el otro el que debe pedirme perdón a mí.
Incluso llego a la estupidez de no hablar con una persona durante un tiempo, porque me ha hecho esto y lo otro; y hasta que no me pida perdón...
Sin embargo, Tú has perdonado incluso a los que te crucificaban.
Por eso, «nada nos asemeja más a Dios que el estar siempre dispuesto a perdonar». (San Juan Crisóstomo).
Que aprenda de Ti a perdonar, a adelantarme, a pedir perdón de la parte de culpa que tenga.
2º. «Afirmas que vas comprendiendo poco a poco lo que quiere decir «alma sacerdotal»... No te enfades si te respondo que los hechos demuestran que lo entiendes, sólo en teoría. -Cada jornada te pasa lo mismo: al anochecer; en el examen, todo son deseos y propósitos; por la mañana y por la tarde, en el trabajo, todo son pegas y excusas.
¿Así vives el «sacerdocio santo, para ofrecer víctimas espirituales, agradables a Dios por Jesucristo»?» (Surco.-499).
Jesús, por estar bautizado, tengo alma sacerdotal, es decir, puedo ofrecerte cosas que sean agradables a Ti, que sirvan para pedirte perdón por mis pecados y por los de todos los hombres, y para pedirte toda clase de bienes espirituales y materiales.
El lugar por excelencia donde puedo ofrecerte esos sacrificios y buenas obras es la Santa Misa.
Allí, mientras el sacerdote te ofrece el pan y el vino, yo puedo ofrecerte cada día mis pensamientos, palabras y obras; mi trabajo, mi cansancio, mis alegrías y mis penas.
«Si al llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra a, deja allí tu ofrenda ante el altar; ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve después para presentar tu ofrenda.»
Jesús, cuando voy a Misa me encuentro a veces que tengo poco que ofrecerte, e incluso que te he ofendido.
Un propósito claro: ir primero a reconciliarme contigo en el Sacramento de la Reconciliación, en la Confesión.
Después, ya puedo presentarte mis obras: al menos te podré presentar mi petición de perdón.
Pero, además, quiero ofrecerte más cosas:
-un día de trabajo intenso y bien hecho por amor a Ti;
-unas normas de piedad en las que he intentado tratarte de cerca;
-pequeños detalles de servicio que sólo Tú has notado; etc....
Son cosas sin valor, como ese pan y ese vino que se ofrecen en el altar; pero si los pongo ahí, en la Misa, se convertirán en tu Cuerpo y Sangre; tendrán valor infinito, valor redentor.
De esta forma, ejerceré realmente -y no sólo en teoría- esa alma sacerdotal, sacerdocio santo, que he recibido con el Bautismo.
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