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viernes, 11 de mayo de 2012
Evangelio del Domingo VI Semana de Pascua. Ciclo B. 13 de Mayo, 2012
Evangelio del Domingo VI Semana de Pascua. Ciclo B. 13 de Mayo, 2012
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (15, 9-17)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
“Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.
Este es mi mandamiento:
que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
-"Esto os mando: que os améis". Con estas precisas y preciosas palabras termina el evangelio de este domingo. Con esas mismas palabras se despidió Jesús de sus discípulos durante la última cena, momentos antes de subir a la cruz para resucitar. La solemnidad del momento en que nos dio Jesús su mandamiento de amarnos, demuestra bien a las claras que es su última voluntad, la misión que nos encomienda con urgencia y con todas las prioridades. Por eso insiste una y otra vez, como para que no pase inadvertido ni sea relegado a segundo plano.
-"Que os améis unos a otros como yo os he amado". El amor que Jesús nos encomienda no es una simple corriente de simpatía. No se trata sólo ni precisamente de mirar a todo el mundo con una sonrisa en la boca o prodigando buenas palabras a diestro y siniestro.
Tampoco se trata de la caridad, con minúscula y caricaturesca, a que frecuentemente reducimos el mandamiento de Jesús. El evangelio no da pie para que evaluemos el amor en donativos de caridad, en limosnas, en desprendimiento de lo que nos sobra y vamos a tirar.
El amor que Jesús nos manda es simplemente el amor. Un amor afectivo y de amistad, de compañerismo, fraternal. Pero un amor también efectivo y operativo. Es el amor que arraiga en el corazón y produce sentimientos de aceptación, de respeto y estima, al tiempo que da frutos de justicia, de solidaridad y de fraternidad entre todos los hombres. Porque lo que Jesús nos propone es que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado. ¿Que cómo nos ha amado Jesús?
-"Permaneced en mi amor". Permanecer en el amor a Dios es permanecer en el mandamiento de Jesús, o sea, en el amor al prójimo. "Si las comunidades cristianas quieren ser fieles a la persona y al mensaje de Jesús, han de atender a los enfermos más desasistidos y necesitados con la misma solicitud con que él lo hizo... Jesús no pasó de largo ante los enfermos, el sector más desamparado y despreciado en la sociedad de su tiempo. Se acercó a ellos, se conmovió ante su situación, les dedicó una atención preferente, buscó el contacto humano con ellos, por encima, de las normas que lo prohibían, y les libró de la soledad y abandono en que se encontraban, reintegrándolos a la comunidad".
Así como Jesús amó a los hombres, a los enfermos y necesitados, así es como debemos amar. Recordemos su mandamiento. Practiquémoslo.
Fuente: www.lecturadeldia.com; www.servicioskoinonia.com
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