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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Lectio: Viernes XXX Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 9 de Noviembre, 2012

Meditación: Viernes de la semana XXXI de tiempo ordinario; ciclo B. 9 de Noviembre, 2012. Con la misma dedicación que la astucia de los hijos de la luz, pero por amor, hemos de trabajar como buenos administradores de los dones que Dios nos concede En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." El le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que habla procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz» (Lucas 16,1-8). 1. Una vez más, Lucas es el único que relata la parábola: -“Un hombre rico tenía un administrador... que fue denunciado por malbaratar su hacienda." Y el amo le dice: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración". No somos "propietarios" sino "administradores". Todo lo que poseo: mis bienes, mis cualidades, mis riquezas intelectuales y morales, mis facultades afectivas, los aspectos de mi carácter... De todo ello, se me pedirá cuenta. No soy más que el gerente de todo esto que me ha sido "confiado" por Dios, y que continúa perteneciendo a Dios. No tengo derecho a "malbaratar" los dones de Dios. Tendré que dar cuenta de las riquezas que no hubiere acrecentado. -“El administrador pensó: Qué voy a hacer ahora... para que cuando me echen de la administración, haya quien me reciba”... Se trata de asegurar el futuro. ¿Tengo yo también esa preocupación... que evidentemente hay que referirla al "futuro escatológico"? Jesús, a menudo ha repetido la idea de que nuestra vida aquí abajo y nuestras decisiones actuales, comprometen nuestro "futuro eterno". El gerente aprovecha el tiempo que le queda, para preparar su porvenir. -“El amo alabó al administrador injusto”: no entendemos exactamente el por qué, pero sí el mensaje de Jesús: que con buen humor, no tengamos apego a las cosas de la tierra, más o menos riquezas, sino que pensemos en aprovechar los dones que nos concede. La idea no es tanto ver las trampas en la economía, que las había y hay, sino que seamos tan espabilados para nuestras cosas como ese gerente lo fue para las suyas. Quizá se refiere también a la sagacidad del administrador en que hace actuales unas deudas que podían caducar, con el año sabático (cada 7 años, en teoría había un perdón, y el gran perdón cada 50). Al renovar los recibos, quizá también había una nueva deuda viva, que podía llevarse ante el juez, de manera que el amo salía ganando porque era dinero más seguro aunque en menor cantidad que el otro que –en mayor cantidad- ya era menos probable que cobrara, a la vez que el administrador se conseguía un amigo para después del despido por rebajar el precio de la deuda… Pero la idea de fondo que nos dices, Señor, es "atesorar riquezas en el cielo" (Mt 6,20): seguir a Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca. La santidad es un don de su Espíritu (1 Tes 4,8). De aquí sacó Teresa de Lisieux su técnica de preferir y recomendar las virtudes pequeñas más que las "grandes" en las cuales fácilmente se infiltra, o la falaz presunción, como dice el Kempis, que luego falla como la de Pedro (Jn 13,37 ss), o la satisfacción venosa del amor propio, como en el fariseo que Jesús nos presenta (18,9ss), cuya soberbia, notémoslo bien, no consistía en cosas temporales, riquezas o mando, sino en el orden espiritual, en pretender que poseía virtudes (Servicio bíblico latinoamericano). -“Porque los "Hijos de este mundo" son más astutos para sus cosas que los "Hijos de la luz"”. Quiere decir que hemos de estar despiertos, para las tareas del Evangelio.¡Desoladora constatación! En los asuntos económicos y financieros, los hombres despliegan maravillas de ingenio y de inteligencia para asegurar el mejor rendimiento, la eficacia. El hombre moderno, sobre todo es muy sensible a ese aspecto. ¡Y Jesús no parece reprochárselo! Jesús reprocha más bien a los cristianos el hecho de no tener el mismo ingenio ni la misma inteligencia para "sus asuntos espirituales". El Reino de Dios, en algunos aspectos, no está condenado a la ineficacia ni a la incomprensibilidad. ¿Pongo yo todas mis cualidades humanas, todo mi ingenio, al servicio del Reino? "Hijos de la luz" (Noel Quesson). “Hijos de Dios. —Portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras. ”—El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine... De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna” (J. Escrivá). 2. –“Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros”, nos dice san Pablo hoy. Esta es también una fórmula que hoy nos choca. Sin embargo es pronunciada sin orgullo. Toma de nuevo una fórmula de Jesús: «se coloca la lámpara sobre el lampadario... a fin que los hombres vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos...» Dar ejemplo. Tratar de ser un modelo para los demás. Irradiar. No vivir para sí. Atraer. -“Porque os lo dije a menudo y ahora lo repito llorando: muchos viven como «enemigos de la cruz de Cristo». Van a la perdición. Su Dios es el vientre...” El objetivo de su vida es terreno. La condena, aquí también, es vigorosa. «Su Dios es el vientre.» Cuán frecuente hoy, como en tiempo de san Pablo, nos dejamos acaparar por las «cosas de la tierra», por todo lo que nos impide ver más lejos y más alto: entonces, estamos faltos ya de horizonte... nuestro objetivo es terreno... nuestra existencia corre el riesgo de concentrarse en Si misma. El «vientre» es una imagen que representa todo lo que, siendo perecedero, ocupa demasiado lugar en la vida, todo lo que «achata la existencia» reduciéndola a un horizonte demasiado restringido, desprovisto de más elevadas aspiraciones. Se trata tanto de comidas demasiado copiosas y refinadas, como de placeres sexuales no controlados... pero se trata también de nuestros egoísmos perezosos, y de esa búsqueda del confort tranquilo y comodón que nos hace olvidar a los demás... Antes de aplicar estos textos a los otros miro hasta qué punto estoy yo apegado a ellos. ¿Cuál es mi objetivo? -“Pero nosotros somos «ciudadanos del cielo»; y es a este título que esperamos como salvador al Señor Jesús...” Oponiéndose a esas perspectivas demasiado pequeñas porque se reducen a la tierra, Pablo propone «esperar la Venida del Señor». Jesús es «el que viene». Nuestra vida es una larga marcha. Nuestro fin es grandioso, es infinito. Nuestro fin es Dios... No hay que detenerse antes: por lo tanto decimos que nuestro horizonte es inmenso... ¡somos ciudadanos «del cielo»! Nuestra patria está en el cielo. Aquí abajo estamos «de paso». Nuestra vida, ya empezada, se acaba allá arriba. ¿Me es familiar esta perspectiva? -“Esperamos al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene sobre todas las cosas”. ¡Para esto hemos sido hechos! No, no hay en estas palabras ningún «desprecio» del cuerpo ni «del mundo». Por el contrario, es una visión más completa del cuerpo y del «mundo»: las enfermedades y limitaciones de nuestra «pobre» carne -que constatamos más cuando nos vamos acercando a la muerte, pero que existen desde la juventud- son sólo temporales. De hecho, nuestros cuerpos están destinados a la resurrección, «¡a imagen de su Cuerpo glorioso!». Gracias, Señor, gracias. Amo absoluto de la materia, Jesús tiene «poder» de dominarlo todo y de comunicarnos su vida. ¿Tengo, de veras, esta esperanza? Y además ¿empiezo ya a orientar según ella mi existencia, mi manera de apreciarlo todo? -“Así, hermanos míos queridos, que sois mi gozo, manteneos firmes en el Señor”. Ninguna tristeza. Puesto que el Señor hace al hombre más hombre, puesto que vamos hacia aquello que nos ha prometido y donde él está ya, ¿por qué estaríamos tristes? Tenemos que anunciar y vivir una gozosa noticia: ¡Cristo viene a instaurar en el hombre una fiesta eterna! 3. Por eso cantamos con el salmo: “¡Qué alegría cuando me dijeron: / "Vamos a la casa del Señor"! / Ya están pisando nuestros pies / tus umbrales, Jerusalén. Allá suben las tribus, / las tribus del Señor, / según la costumbre de Israel, / a celebrar el nombre del Señor; / en ella están los tribunales de justicia, / en el palacio de David”. Llucià Pou Sabaté Fuente: www.almudi.org

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