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sábado, 26 de febrero de 2011

Evangelio del Domingo VIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 27 de febrero 2011

Evangelio del Domingo VIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 27 de febrero 2011.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6, 24-34)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo, en resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.
Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas?
¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?
¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones.
A cada día le bastan sus propios problemas”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El texto del Evangelio de Mateo empieza anunciando la disyuntiva: o Dios o el dinero. El considerar "importante" la acumulación de dinero o riqueza es decididamente incompatible con servir a Dios, porque esta acumulación exige la dedicación del corazón del hombre, ocupa todo el hombre, y le hace imposible -por mucho que se lo propusiera- servir al mismo tiempo a Dios. El dinero, pues -con todo lo que implica de preocupación primordial por el propio provecho, por el bienestar como criterio definitivo, por el asegurar por encima de todo el tener más y más-, son el ídolo que resume todo lo que se levanta contra Dios: incluso, en el texto original de la lectura de hoy, se personifica el dinero con el nombre de "Mammón", para que quede claro que se trata de un ídolo que exige la misma lealtad que Dios.
El punto central de los vv. 25-35 es la exhortación a buscar sobre todo el Reino de Dios: ésta debe ser la primera preocupación del cristiano, la única preocupación verdaderamente importante. En Jesucristo, que vive totalmente orientado hacia el Padre, se nos manifiesta el Reinado de Dios. La gozosa preocupación del discípulo consistirá, por tanto, en orientar su existencia hacia Dios: en esto consiste la justicia del Reino.
Si el discípulo vive -como vivió Jesús- orientado hacia Dios, participa también de esta fe y de esta gozosa confianza en el Padre que se refleja en estos versículos. Las palabras de Jesús ponen el acento en el hecho de no preocuparse, repetido como un estribillo ("no estén preocupados por la vida...; ¿quién de ustedes, a fuerza de preocuparse...?; ¿por qué te preocupas...?; no andes preocupado pensando...; no te preocupes por el mañana").
No agobiarse por la comida, la bebida o el vestido no significa vivir en una ingenua despreocupación. Agobiarse por esto significará comprometer toda la vida y las energías de la persona en la adquisición de los bienes materiales, y perseguir esto, como preocupación fundamental de la vida, es propio de paganos (para los oyentes de Jesús, la mención de los paganos debía ser una expresión muy fuerte). Todo esto no enseña una confianza pasiva en la providencia, ni el desprecio de las necesidades del cuerpo, como opuestas a las del alma, sino que llama a una búsqueda de lo esencial y, en consecuencia, a una sosegada simplificación del tren de vida que llevamos. Son dos concepciones diferentes de la vida, pero nunca una oposición entre trabajo y ocio. La confianza en Dios da al creyente una mayor actividad.
El discípulo está llamado a vivir como hombre de fe en Dios, de quien provienen todos los bienes, especialmente la vida ("¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?"). Y vivir con esta actitud de fe en Dios, que se preocupa incluso de los pájaros del cielo y de la hierba de los prados -sinónimo de algo pasajero- supone orientar la vida cara al Reino y trabajar con paz en el corazón y sin agobios -fruto de la fe en Dios y de la orientación de la vida hacia Él- por la vida de cada día.
Para la revisión de vida
¿Cómo vivo la Providencia de Dios? ¿Creo que Dios está interviniendo en las causas materiales para protegerme de eventuales daños? ¿O creo que soy yo el que tiene que ir por la vida siempre con un plus de prudencia? ¿Qué significa «el ángel de la guarda»?

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