Evangelio del Jueves VII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 24 de febrero 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (9, 41-50)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.
Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Todos serán salados con fuego. La sal es cosa buena; pero si pierde su sabor, ¿con qué se lo volverán a dar? Tengan sal en ustedes y tengan paz los unos con los otros”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Este relato gira alrededor del “escándalo”, que significa ser obstáculo o tropiezo en el camino de fe de alguien, en especial de los “pequeños”, que pueden ser aquellos que han aprendido a hacerse como niños para entrar en el Reino o los pobres, los humildes, los más indefensos de la comunidad. Por lo que indica el texto, el proceso de fe de cada uno de los creyentes es un tesoro, es un don otorgado por Dios que se debe cuidar y alimentar, al que nadie tiene derecho de poner en peligro; por eso, el evangelista afirma que a quien escandaliza “más le valdría que le atasen una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar”. En el mismo sentido se entienden los dichos referentes a la amputación de algunos miembros del cuerpo, hipérbole que emplea Jesús para exhortar a sus discípulos a alejarse del pecado y la tentación, con el fin de preservar la fe y mantenerse en el camino del Reino. El relato, entonces, nos invita a renunciar a todo tipo de egoísmo y búsqueda de poder, y abrazar con fidelidad el camino de la fe, el cual se cultiva a través de la oración y el amor a los hermanos.
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