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jueves, 23 de junio de 2011

HOMILIAS SOLEMNIDAD NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

HOMILIAS SOLEMNIDAD NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
1.- LUZ EN MEDIO DE LA NOCHE
Por Javier Leoz
1.- Cuando la primavera deja lugar al verano, y la noche se hace más fuerte que el día, sale a nuestro encuentro la festividad de San Juan Bautista.: emerge la figura del «hombre que no merecía desatar las sandalias del Salvador, pero a la vez el mayor de los nacidos de mujer».
A su nombre se han dedicado multitud de iglesias y de parroquias y, recogiendo sus palabras, miles y miles de hombres y de mujeres han gritado al viento, y lo seguimos haciendo con la misma fe hoy en día, “preparad el camino al Señor”.
2.- ¿Tenemos conciencia, como Juan Bautista, de ser voceros de Dios? ¿No estaremos gritando, defendiendo, clamando, añorando, persiguiendo, anunciando otras cosas que en nada se refieren a la voluntad de Dios?
Al celebrar la festividad de San Juan Bautista, encendemos una hoguera en la oscuridad de la noche. Y lo hacemos para que, también en nosotros, alumbre la luz de la verdad como destelló en las inquietudes y deseos de Juan: se sintió empujado, arrastrado y seducido por la espera de la llegada del Salvador. Fue aquella caña que, en medio de dificultades, dudas y tropiezos, se levantaba y avanzaba en medio del desierto preparando corazones, actitudes y sentimientos ante Aquel que estaba por venir.
¡Sí! ¡Así es Juan! El gran rompedor de caminos, pero para arreglarnos de nuevo. Para echar suelo firme en las personas que esperan, que anhelan, que se ilusionan con Jesús de Nazaret.
¡Sí! ¡Así es Juan! El que sigue indicando, en medio del desierto de muchas almas, en medio del desierto de una sociedad agonizante de esperanza, que Jesús esta por llegar. Que hay que mirar hacia el cielo. Que tenemos que volver de caminos equivocados. Que la opulencia y la abundancia no son sinónimos de felicidad sino de ansiedad.
Y es que, Juan, con tan poco, tuvo lo más imprescindible para ser feliz: se sintió enviado, mensajero de buenas noticias y del amor que Jesús.
3.- En estos tiempos donde, en algunas latitudes faltan vocaciones al Ministerio sacerdotal, es bueno detenerse ante la figura humilde y gigantesca de Juan Bautista: el hombre vocacionado por excelencia. No le faltaron zancadillas, murmuraciones, dudas y persecución por su ser profeta. Nada le amedrentó ni le hizo retornar de sus posiciones. La defensa de sus ideales, su báculo firmemente apoyado en la confianza en Dios y su intrepidez, le trajeron como premio el martirio.
Juan sigue siendo esa imagen atractiva y sugerente para nuestra vida cristiana. Hay que ser altavoz de Jesús y no sordina. Hemos de ponernos en camino y no detenernos en cada esquina con mil excusas. Tenemos que señalar que, el protagonista no soy yo (Iglesia, sacerdotes, catequistas, grupos, movimientos, fundadores…) sino Jesús que me envía para anunciarle y vivir con pasión y sin temblor nuestra vida y misión de católicos.
Que Juan Bautista nos ayude a prender, en medio de la noche, la llama viva de la fe. La hoguera de la caridad. La antorcha del Evangelio.
4.- JUAN BAUTISTA
Juan Bautista,
Tú que te adentraste en el desierto
para encontrarte frente a Dios,
intercede para que también nosotros
huyamos de aquello que nos impide
estar frente Aquel que nos dio la vida.
Tú, que con tan poco, fuiste feliz
descúbrenos los caminos que conducen
no a la riqueza y sí a la felicidad

Tú, Juan Bautista, que señalaste
al que era salvación y vida
que no confundamos nuestros líderes
con la verdad ni la paz
que no pongamos nuestras ilusiones
en la simple carne o apariencia

Tú, Juan Bautista, que llevaste al paladar
la miel silvestre
intercede ante Jesús para que, El,
sea el dulce que más valoremos
y por el que más luchemos.

Tú, que tanto supiste de oración y de penitencia,
empújanos a los oasis de encuentro con el Señor
a la reflexión sobre la austeridad y el derroche
al agradecimiento por lo mucho que Dios nos da.
Tú, que con tus manos, bautizaste al Autor de la Vida
Jesucristo, Señor Dios nuestro,
anímanos en el camino de la fe
en la vida de la Iglesia
en el seguimiento a Jesús.

Tú, que por ser fiel a tus principios,
alcanzaste la gloria del martirio;
ayúdanos a ser fuertes
a no echarnos atrás en el conocimiento de Cristo
a presentar, como Tú lo hiciste,
a Aquel que es vida y resurrección.
Amén.
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2.- JUAN BAUTISTA Y LA ALEGRÍA
Por José María Maruri, SJ
1.- Bajo el tórrido sol del desierto, vestido con una piel de camello sujeta con un cinturón de cuero, y un tosco cayado en la mano, gritando del hacha, del bieldo y del fuego del castigo… ¿no se nos presenta la figura de San Juan Bautista envuelta en una atmósfera lejana a la paz y a la alegría? Y, sin embargo, lo primero que nos dice el Evangelio al hablar de Juan Bautista antes de su nacimiento es de alegría.
A Zacarías, su padre, le dice el ángel que por ese hijo que va a venir su corazón anciano se llenará de alegría. No sólo eso: ese niño que va a venir será la alegría de muchos.
Y es su madre, Isabel, la que testimonia en su encuentro con la Virgen María que el hijo de sus entrañas saltó de alegría en su vientre al oír su voz.
2.- Juan en su vida no tuvo más motivos que de alegría…
--alegría por saberse elegido como voz que anuncia al Mesías.
--alegría de ver a aquellas de gente sencilla, aunque pecadora, que vienen a que los bautice arrepentidos de sus pecados.
--alegría al ver que de entre sus discípulos, algunos como Juan y Andrés, y tal vez Pedro, se le van tras Jesús en busca de la verdad.
--alegría de no ser la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, sino de ser testigo de que ha empezado el alborear de un día nuevo, grandioso y definitivo que vencerá toda tiniebla y oscuridad.
--alegría sincera, sencilla y humilde de saberse menor que Jesús y de sentirse feliz en que Jesús crezca y él disminuya.
--alegría paradójica al ser encarcelado por proclamar y defender la verdad ante Herodes.
--alegría también al dar al fin su vida por esa misma verdad.
--y una alegría le quedaría por experimentar. Y es saber la gran alabanza que Jesús hizo de él diciendo que era el más grande de los nacidos de mujer.
2.- Y es que la alegría, cuando se pone en lo más íntimo del ser y no en poseer muchas cosas, cuando nace del corazón y no de los sentidos, esa alegría honda y sincera se puede compaginar con la austeridad y sencillez de vida, con una piel de camello y miel silvestre como Juan.
No es el mucho tener lo que alegra el corazón sino saber el saber gozar de lo poco que se tiene con el corazón agradecido. Saber descubrir las maravillas de un simple geranio cultivado en el alfeizar de una ventana, y no en los inmensos jardines bien cultivados
¿Habéis visto personas más alegres que las Carmelitas Descalzas en su gran pobreza y austeridad? Aún más: la alegría verdadera vence a la persecución, al dolor, a la muerte como Juan.
3.- Tal vez tengáis una experiencia semejante a la mía de una mujer que moría de un doloroso cáncer de estómago y decía con verdad que de lo que más gracias daba a Dios era de su enfermedad. Y tenía mucho que agradecer con un buenísimo esposo, una situación económica muy desahogada y un sinfín de buenas amistades. Y es que la alegría viene de Dios que se define luz y amor, y mientras nos ilumine su luz y nos envuelva su cariño no podemos por menos de vivir alegres.
La alegría es un don que se apoya en la paz interior y en la seguridad de que estamos en las manos de Dios y que, aunque nuestro camino no sea fácil, no sólo está señalado por Dios, sino que Él mismo se nos hace compañero de nuestro camino. Si la fe es llama que arde en el corazón, la alegría es su resplandor que sale del corazón y se muestra en el rostro y en la mirada.
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3.- ANUNCIAR LA MISERICORDIA DE DIOS
Por José María Martín, OSA
1. - Cuando recordamos a un personaje importante en la historia de la salvación se suele celebrar el día de su muerte. En algún caso celebramos su nacimiento a una nueva vida espiritual --conversión--, como es el caso de San Pablo, o San Agustín. Sólo en el caso de Juan "el Bautista" celebramos su llegada a este mundo. Al celebrar la natividad de San Juan Bautista, coincidiendo con el solsticio de verano, la Iglesia quiere subrayar la trascendencia del "Precursor" en la preparación del "camino de Señor".
2. - En las lecturas de hoy recorremos diversos episodios de esta persona singular: nacimiento, circuncisión, imposición del nombre, manifestación a todos sus familiares y vecinos, en el evangelio; comienzo y desenlace de su misión, en el discurso de Pablo en los Hechos de los Apóstoles. Cada momento de su vida es una enseñanza de cómo Dios actúa en favor del hombre. Nacido de una gran misericordia en una mujer estéril, es circuncidado para destacar su conexión con el pueblo elegido --será el último profeta del Antiguo Testamento--. El nombre personal que recibe tiene una gran importancia por el hecho de que es Dios mismo el que lo atribuye: fue así en el caso de Jesús y en el de Juan Bautista. También Jesús atribuyó a Pedro su nombre: "Simón, tú te llamarás Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Dar un nombre es, por tanto, dar una vocación, una misión y los dones adecuados para desempeñarla. Juan significa "Dios tiene misericordia". Su misión será anunciar un bautismo de conversión.
3.- ¿Qué va a ser de este niño? Es la pregunta que todos se hacen cuando un nuevo ser humano viene a este mundo. Sus padres, en especial la madre, enseguida se prestan a imaginar la vida futura de su hijo. Es posible que le imaginen ocupando un cargo importante, tal vez ministro. Hay algo que el evangelista deja bien claro: "la mano de Dios estaba con él". Retirarse al desierto puede parecer la evidencia de un fracaso de una huída. Pero no. Juan no huye por miedo, sino porque quiere prepararse para su misión, "ser el Precursor". Muchas personas reciben la misión de "ser camino", de preparar a los demás para que se realicen como personas. Puede parecernos que su labor es insignificante, pero las personas más importantes de nuestras vidas son aquellas que, calladamente, sin protagonismos, nos han ido ayudando en nuestro crecimiento como personas o como creyentes: nuestros padres, nuestros maestros, nuestros catequistas... ¡Qué misión tan hermosa la de ayudar a otros a descubrir la inmensidad de la bondad de Dios! Así fue Juan "el Bautista" el anunciador de "la misericordia de Dios".

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