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viernes, 29 de julio de 2011

HOMILIAS XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A. 31 DE JULIO 2011.

HOMILIAS XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A. 31 DE JULIO 2011.
1.- PAN QUE SACIA EL HAMBRE
Por José María Martín OSA
1.- Sólo Dios sacia. El hombre y la mujer del siglo XXI están sedientos y hambrientos de sentido y felicidad. El profeta Isaías invita a beber y a comer de balde. ¿Quién es el que nos da de beber y de comer?: el propio Dios que abre su mano y nos sacia de favores (Salmo). Siempre me ha impresionada el capítulo 8 de la Carta a los Romanos: “nada, ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. Dios quiere estar con nosotros, quiere ser “nuestro alimento vital”.El texto del evangelio está cargado de simbolismo.
2.- El gran milagro es “compartir” los dones que Dios nos ha dado. El milagro de la multiplicación de los panes está en los cuatro evangelistas. El número de cinco panes y dos peces (5 + 2 = 7) significa la plenitud del don de Dios. Y las «doce canastas» de sobras están significando la superabundancia de los dones de Dios. El número 5.000 representa simbólicamente una gran muchedumbre. Los apóstoles, acomodando a las gentes, repartiendo el pan y recogiendo las sobras, hacen referencia a la Iglesia, dispensadora del pan de los pobres y del pan de la Palabra y la Eucaristía. Jesús une la palabra y el pan. La Iglesia, si quiere ser fiel a Cristo, ha de unir a la palabra el pan de la caridad. Si mi prójimo dice: «tengo hambre», es un hecho físico para el hermano y moral para mí. Basta que pongamos nuestros cinco panes y dos peces. Y estos cinco panes y dos peces pueden ser quizá mis muchas o pocas virtudes, mis logros, triunfos pero también mis caídas y fracasos. En definitiva, basta que nos abramos completamente a Jesús y le demos todo lo que tengamos, sea poco o mucho, de esto Él se encarga.
3.- Los pastores de la Iglesia han de dar ese pan y ayudarnos a compartirlo. Deben ayudar a que llegue a todos, el pan material que acaba con el hambre del cuerpo, y el pan de la palabra y la Eucaristía, que sacia el hambre más existencial del hombre. La lacra del hambre es consecuencia de nuestro pecado, pues Dios ha puesto los bienes del mundo al servicio de todos, no de unos pocos. Nosotros podemos saciar el hambre, Jesús nos lo pide: "Dadles vosotros de comer". En este milagro de la multiplicación de los panes se ven como diseñadas las tareas pastorales de la Iglesia: predicar la palabra, repartir el pan eucarístico y servir el pan a los pobres.
4. - Este relato evangélico tiene un significado profundamente eucarístico. Después de alimentarse del "pan de la Palabra", la multitud se alimenta del "pan de la Eucaristía". El hambre de verdad y plenitud sólo puede saciarla Dios. La Eucaristía más que una obligación es una necesidad. Aquí venimos a saciar nuestra hambre, a celebrar nuestra fe, a saciarnos de los favores de Dios. Seríamos necios si no aprovecháramos este alimento que nos regala. Vivamos con intensidad cada gesto, cada palabra de la Eucaristía con actitudes sinceras de agradecimiento, alabanza, perdón, petición de ayuda y ofrecimiento de nuestra vida. ¿Hay algo más maravilloso en nuestro mundo? Y no nos reservemos para nosotros la gracia recibida. Son doce los cestos sobrantes, somos nosotros ahora los discípulos de Jesús, invitemos a todos a saborear y a vivir el gran don de la presencia de Dios entre nosotros.
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2.- EL REPARTO DE LOS PANES
Por Gabriel González del Estal
1.- Partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Si leemos atentamente el relato sobre la llamada multiplicación de los panes, tal como nos lo cuenta hoy en su evangelio el evangelista Mateo, vemos que en ningún momento se habla de multiplicación de panes, sino de reparto de panes. Por supuesto que del mismo relato se deduce que los panes debieron de multiplicarse, ya que con cinco panes no comen más de cinco mil personas y encima sobran doce cestos llenos de panes. Pero, sin meternos ahora en problemas de exégesis bíblica, el hecho de que el texto evangélico nos hable de reparto y no de multiplicación puede darnos a nosotros motivo para reflexionar sobre la ausencia de pan que padecen hoy en nuestro mundo millones de personas. El problema del hambre en el mundo de hoy no es la necesidad de multiplicar el pan, sino de repartirlo mejor. Dicen los que saben de esto que en el mundo se produce hoy suficiente pan para alimentar a todos los que lo necesitan; el problema no es que no haya pan, sino que el pan que hay está mal repartido. Basta pensar en un dato repetido hoy cientos de veces: más de la mitad del primer mundo tiene como principal problema el exceso de peso y la sobrealimentación, mientras que la mayor parte del tercero y cuarto mundo tienen como principal problema encontrar un trozo de pan para llevarse a la boca. La consecuencia es fácil de deducir: si los que tienen de más le dan lo que les sobra a los que tienen menos se arreglaría el problema. Desgraciadamente, el problema no es nuevo; ni el problema, ni la posible solución. Ya San Ambrosio y San Agustín se cansaron de repetir, en el siglo cuarto y quinto, que el pan que sobra a algunos es el pan que necesitan otros. El pan que sobra a los ricos pertenece a los pobres, por tanto si los ricos no dan a los pobres el pan que les sobra están comiendo un pan robado, un pan injusto: “No es parte de tus bienes lo que tú das al pobre, porque lo que le das le pertenece, porque lo que ha sido creado para uso de todos, tú te lo apropias”. En el mismo documento del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, se dice: “Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas”. ¡A ver si ahora resulta que la solución a la crisis económica actual de la que tanto hablamos está ya escrita en los evangelios y no nos hemos enterado!
2.- Se acercaron los discípulos a decirle: despide a la multitud… Jesús les replicó: no hace falta que vayan, dadles vosotros de comer. También este texto podemos aplicarlo a los tiempos actuales y a la actual crisis económica y de valores que padecemos. Los discípulos le dicen al maestro que para solucionar el grave problema que se les ha planteado, lo mejor es despedir a la gente. Si Jesús despide a la gente, automáticamente se libra de la responsabilidad de tener que darles de comer. Pero a Jesús lo que más le preocupa no es el problema de lo que cuesta la comida, sino el problema de la gente. Si despide a la gente, esta gente va a tener graves problemas para poder llegar a casa, sin desmayarse por el camino. Lo más cómodo es despedir a la gente, evidentemente, pero esa solución no está de acuerdo con lo que él está predicando todos los días en su evangelio. Este problema, desgraciadamente, está hoy muy de moda en nuestras empresas y negocios. Cuando la empresa no gana todo lo que los dirigentes quieren ganar, la práctica habitual es despedir a parte de los empleados, la reducción de personal. Jesús les habría dicho a estos dirigentes: no despidáis a nadie, repartid mejor el trabajo de la empresa y el dinero que vosotros ganáis. Pero si la empresa mira antes al dinero que ellos quieren ganar, que la necesidad de la gente a la que despiden, entonces es claro que lo mejor es despedir a las personas. Es lo mejor para los que ya tienen suficiente, pero es lo peor para los que no tienen ni siquiera lo que necesitan. Vamos que, con el evangelio en la mano, está muy clara la solución de la crisis; pero, ¿quién se atreve hoy a dirigir una empresa con el evangelio en la mano?
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3.- EL PROYECTO DE GRATUIDAD Y DE COMPARTIR DE DIOS
Por Pedro Juan Díaz
1.- El pasaje de la multiplicación de los panes y los peces que acabamos de escuchar aparece hasta seis veces en los evangelios. Esto indica la importancia que este texto ha tenido, y tiene, para la comunidad cristiana. Es un texto referencial para muchas cosas, pero hoy me gustaría subrayar dos que creo que nos dicen mucho sobre el momento social que estamos viviendo y sobre lo que, hoy y aquí, estamos celebrando.
2.- La primera referencia es cómo Jesús trastoca los planes de sus discípulos y les hace “cambiar el chip”. Se hace de noche, la gente ha estado un buen rato con Jesús, que ha curado a los enfermos, y ya es buena hora para que el gentío vuelva a casa y los discípulos y Jesús se retiren y descansen. Así se lo hacen ver a Jesús los propios discípulos. Es lo justo, ya está bien, mañana más. Pero se olvidan que Jesús VE más allá de lo que ellos ven a simple vista, y que a ese gentío Jesús les ha mirado con misericordia, con ternura, con mucho amor… Jesús está a gusto entre la gente sencilla, entre los pobres, curándolos, atendiéndolos, escuchándolos. Y Jesús les propone a sus discípulos que se impliquen en la escena, que puedan ellos también sentir y vivir lo que Jesús está sintiendo y viviendo. “Dadles vosotros de comer”.
3.- Entonces los discípulos ven una oportunidad para salirse con la suya: no hay comida para tanta gente, y no les vamos a dejar sin comer. Lo mejor es que se vayan a las aldeas cercanas y se COMPREN cada uno lo que quiera. Pero Jesús no está viendo ni sintiendo eso. Jesús ve a una gran COMUNIDAD de hermanos a los que ACOGER y no despedir. ¿Por qué se tiene que comprar cada uno lo suyo si Dios ha creado todas las cosas para que las disfrutemos todos? Pero… “si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”. Y Jesús transforma una dinámica económica y materialista en un proyecto de gratuidad y de compartir los DONES que Dios ha puesto en el mundo para todas las personas. Con cinco panes y dos peces, desvinculados del afán materialista y de sus poseedores humanos (“mis” panes y “mis” peces), habrá de sobra para satisfacer las necesidades de todos los que allí estaban. “Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras”.
4.- La segunda referencia, en continuidad con esta primera, es que este pasaje de la multiplicación de los panes y los peces es el cumplimiento de lo anunciado por Dios a través del profeta Isaías en la primera lectura: “venid… comed sin pagar… escuchadme atentos y comeréis bien… escuchadme y viviréis”. Esa multitud reunida alrededor de Jesús es imagen de la gran asamblea fraterna que Dios quiere reunir en su Reino. Nosotros, en la Eucaristía, somos también imagen de esa asamblea. El Señor nos reúne (“venid”), nos invita a “escucharle atentos”, para que su Palabra y su Cuerpo sean verdadero alimento para nuestras vidas (“escuchadme atentos y comeréis bien… escuchadme y viviréis”). En esta asamblea fraterna también compartimos lo que cada uno tenemos, hacemos comunión de bienes en la ofrenda, y también lo que somos, con nuestras limitaciones, pero también con nuestros talentos. Presentamos “nuestros cinco panes y dos peces” que dejan de ser “nuestros” porque Dios los bendice y los reparte para que todo el mundo tenga lo suficiente para vivir, para que nadie pase necesidad, para que haya para todos y sobre. Y eso lo hace Dios a través nuestro.
5.- En el fondo es la experiencia de vivir el amor gratuito de Dios, del que nada ni nadie nos podrá separar, como dice San Pablo en la segunda lectura: “en todo esto vencemos fácilmente por Aquel que nos ha amado”. Jesús implica a sus discípulos, y nos implica también a nosotros en la tarea del COMPARTIR, nos invita a entrar en una dinámica de GRATUIDAD y a sentirnos la gran ASAMBLEA convocada a vivir la FRATERNIDAD desde lo poco o lo mucho que tengamos cada uno, pero puesto siempre al servicio del bien común, del bien de todos.
6.- El milagro de la multiplicación de los panes nos invita a descubrir que el proyecto de Jesús es alimentar a todas las personas y reunirlas en una fraternidad real en la que sepan compartir “sus cinco panes y sus dos peces” como hermanos. Esta es la única manera de construir entre nosotros el proyecto del Reino de Dios. Que el Pan de Jesús que vamos a compartir en la Eucaristía nos haga agradecer a Dios todos los dones que recibimos de Él y nos haga caer en la cuenta de nuestra insolidaridad con los que no tienen un trozo de pan que llevarse a la boca. Que la Eucaristía en la que participamos cada domingo nos lleve a vivir la fraternidad y la gratuidad que Dios quiere para todos sus hijos e hijas. Que sea un verdadero milagro el que se produzca en cada uno de nosotros cuando salgamos de aquí y seamos capaces de ver en cada persona a un hermano nuestro.

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