Evangelio del Lunes XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 14 de noviembre, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Lucas 18,35-43
Gloria a ti, Señor
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno." Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él dijo: "Señor, que vea otra vez." Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado." En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
Jesús, Mesías humilde y pacífico, purifica el Templo. Al entrar, echa a los que se apoderaron de la Casa de Dios para hacerla como una cueva de asaltantes. La Casa de Dios es lugar de encuentro, alegría, fiesta y oración para el pueblo, tantas veces humillado en su dignidad y avasallado en sus derechos. Hacia el Templo peregrinan los pobres para encontrarse con Dios que los hace libres.
El Templo dejó de ser casa de oración para convertirse en cueva de asaltantes. Allí escondidos esperan al acecho los mercaderes, que se adueñan de los bienes y de la vida de los más pobres. Jesús pone las cosas en su lugar. Para que el pueblo pueda disfrutar del Templo, que es Casa de oración, los mercaderes deben alejarse de él.
En el Templo ahora purificado ya, Jesús enseña diariamente a un pueblo que está pendiente de sus palabras. La Iglesia, Pueblo de Dios, encuentra su razón de ser cuando se pone a la escucha de la palabra de Jesús y se dispone a vivirla. Hoy se necesita una Iglesia que, renovada por la Palabra, sea un recinto de verdad y de amor.
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