Ordinario de la Misa: Domingo XXXIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 13 de Noviembre, 2011
Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor
Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios
Antífona de Entrada
Yo tengo designios de paz, no de aflicción, dice el Señor. Me invocaréis y yo os escucharé y os libraré de vuestra esclavitud donde quiera que os encontréis.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio porque sólo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de los
Proverbios (31, 10-13. 19-20. 30-31)
Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las perlas es su valor. Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá; todos los días de su vida le procurará bienes y no males.
Adquiere lana y lino y los trabaja con sus hábiles manos. Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos al pobre y las tiende al desvalido.
Son engañosos los encantos y vana la hermosura; merece alabanza la mujer que teme al Señor. Es digna de gozar del fruto de sus trabajos y de ser alabada por todos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 127
Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien.
Dichoso el que teme al Señor.
Su mujer como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa.
Dichoso el que teme al Señor.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: “Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén, todos los días de tu vida”.
Dichoso el que teme al Señor.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
tesalonicenses (5, 1-6)
Hermanos: Por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: “¡Qué paz y qué seguridad tenemos!”, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar.
Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas.
Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor; el que permanece en mí da fruto
abundante.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (25, 14-30)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo:
‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.
El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez.
Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’ ”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
En la primera lectura, el autor del libro de los Proverbios quiere concluir su libro con un canto a la mujer completa o perfecta casada. Dado el cúmulo de virtudes que debe reunir la mujer ideal, se comprende que sea muy difícil encontrarla; de ahí la pregunta retórica del comienzo: "Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?". Cada época y cada cultura tiene su mujer ideal. Evidentemente aquí se propone el ideal femenino que corresponde a una cultura patriarcal. Con todo, se señalan valores permanentes que siguen teniendo importancia para la mujer del mundo actual. La mujer de espíritu fuerte y laboriosa, que sabe ganarse la vida con su trabajo, representa un ideal válido para nuestra época. Cuando corremos el riesgo de convertir a la mujer en una señal de prestigio del varón y en un objeto de placer, vale la pena subrayar con energía que lo más hermoso de la mujer son las virtudes que tiene.
En el evangelio, colocada en el interior del capítulo 25 de san Mateo, la parábola tan conocida de los talentos se convierte en una llamada muy clara: nuestras posibilidades, sean las que sean, debemos hacerlas fructificar al servicio de los intereses del amo, es decir, al servicio del Reino. Si no, quedaremos excluidos de él. La exigencia básica es, pues, evitar que todo lo que tenemos y podemos hacer quede parado, y el Reino no avance en lo que nosotros podríamos hacerlo avanzar. Y una exigencia paralela es que el uso que hacemos de los talentos esté verdaderamente al servicio del dueño, y no para nuestro beneficio personal.
Quizá no tenemos mucho la costumbre de reflexionarlo ni de predicarlo, pero quizá hoy estaría bien invitar a nuestros oyentes a hacerse conscientes de los talentos que cada uno tiene. Hay de todo, en nuestras asambleas cristianas, y todos tienen una posibilidad u otra: desde el abogado o el político prestigioso que se ha de plantear cómo pone su trabajo al servicio de los más queridos por Dios (los pobres), hasta el anciano achacoso que quizá su gran aportación sea la oración y las ganas de hacer la vida más amable a los que tiene a su alrededor. Todo esto son talentos. Muy distintos, valorados de maneras muy diversas según los criterios del mundo, pero todos talentos valiosos dados por Dios y que somos llamados a hacer que den fruto. Tendremos, pues, que ser capaces de examinarnos a nosotros mismos con honestidad y sencillez y desear y proponernos de verdad hacer de nuestras posibilidades -de nuestra vida entera- un fruto para el Señor y su Reino.
Es bien sabido que la parábola de hoy ha dado pie, a veces, a defender la acumulación de riquezas y otros bienes materiales: como si Jesús dijera que el dinero que tenemos es para que produzca más dinero. Es claro que eso es un disparate. Y, por si no fuera suficientemente claro, sólo hay que leer lo que viene a continuación de la parábola de hoy, el texto del juicio final que leeremos el domingo próximo, para ver cuáles son los talentos que hay que acumular para que el Señor nos reciba con él: es todo lo que construya el Reino, y eso se nota básicamente en todo lo que favorezca a los pobres y a los débiles.
La colecta de hoy es una llamada a comprender correctamente qué significa esta fructificación de los talentos: "En servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero". La felicidad plena, que es el Reino de Dios (que es oír que Dios nos diga: "Pasa al banquete de tu Señor"), se encuentra cuando servimos a Dios. Y servir a Dios quiere decir seguir el Evangelio. Y se encuentra cuando reconocemos, también, que él es el "creador de todo bien", es decir, cuando reconocemos que ni tan sólo lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo es nuestro, sino que también es de Dios y debe estar al servicio de su Reino.
El pecado del administrador gandul no es que hiciera nada mal hecho: es que no hizo nada. Este es un buen punto de reflexión, porque estamos muy acostumbrados a entender el pecado como algo malo que hacemos, mientras que aquí lo que Jesús condena es la pasividad, el no ponerse en acción. No es sólo aquello de "yo no mato ni robo" lo que Jesús no acepta: Jesús no acepta tampoco aquello otro de "yo no hago nada malo". En definitiva, Jesús nos pide que seamos trabajadores de su Reino. Es decir, gente que dedica su vida a hacer que sea realidad lo que Jesús ama, lo que Jesús valora, lo que Jesús quiere. Y sólo hay que leer el evangelio para saber en qué consisten estos deseos de Jesús. El domingo próximo tendremos, por otro lado, un buen resumen de esos deseos.
En la segunda lectura y continuando el tema del ultimo dia, esta es la tesis de Pablo: en lugar de esperar desesperadamente un "día de Yahvé", es mejor vivir con Dios, en la luz, cada uno de los días que nos toque vivir. Esta es también la tesis de Mateo, que responde a las preguntas relativas a la venida del Hijo del hombre, por medio de parábolas sobre la vigilancia de cada día.
El domingo pasado era un fiesta de bodas, hoy es "el banquete de tu Señor". Es ésta una de las imágenes más habituales y explícitas del Reino de Dios. Y este tipo de imagen hace que, tanto el domingo pasado como hoy, sea fácil hablar de la celebración de la Eucaristía como un banquete que es signo y anticipación del Reino. En la Eucaristía entramos ya en comunión con el Señor. Entramos sacramentalmente y no en la plenitud de la realidad, pero este hecho ya cumple para nosotros todo tipo de funciones: nos lo recuerda, nos lo empieza a hacer vivir, nos empuja a caminar hacia él. El domingo próximo, Jesús ya no hablará del banquete: no hablará el lenguaje de los signos sino el de la realidad. Será "el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo".
Para la revisión de vida
En distintas ocasiones nos llama el Evangelio a que estemos atentos, alertas. No se trata de una invitación a prepararnos a bien morir, sino de un llamado a «bien vivir»... ¿Vivo «alerta», viviendo siempre bien? ¿Soy de los que viven obsesionados por la muerte, o más bien de los que viven ocupados en transformar esta vida?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos, hermanos, al Señor que no se deja ganar en generosidad, diciendo juntos:
Te lo pedimos, Señor.
Por los discípulos de Cristo: para que, viviendo nuestra fe activamente, el Señor nos encuentre maduros cuando venga.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por los obispos, sacerdotes y fieles laicos: para que sepamos negociar con los talentos que el Señor nos dio.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por los hogares cristianos: para que la fidelidad de los esposos encamine a los hijos en la senda del bien y del amor.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por las mujeres que no son respetadas: para que puedan vivir con dignidad y honra.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por los que viven en las tinieblas de la ignorancia, la duda o la falta de valores: para que Cristo se les manifieste.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Por la Obra Por Cristo: Mas, Mas, Mas; para que esta se mantenga orientando a todos los fieles, para que usen sus talentos conforme a su la santa voluntad de Dios
Oremos.
Te lo pedimos, Señor
Por los que participamos en esta Eucaristía: para que puesta nuestra confianza en el Señor trabajemos por su Reino con perseverancia, ilusión y entrega.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Celebrante:
Que tu sabiduría, Señor, nos haga gustar los bienes de tu Reino y que permanezcamos vigilantes mientras esperamos la llegada definitiva de tu Hijo.Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Que estos dones traídos a tu altar nos obtengan de ti, Señor y Dios nuestro, la gracia de servirte con amor y la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical III
Nuestra salvación por el Hijo de
Dios hecho hombre
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino al prever el remedio en la misma debilidad humana, y así de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, nuestro Señor.
Por Él, los ángeles cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios y en poner sólo en él mis esperanzas.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, que nuestra participación en esta Eucaristía que tu Hijo nos mandó celebrar como memorial suyo, nos una siempre con el vínculo de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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