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martes, 8 de noviembre de 2011

Evangelio del Miércoles XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 9 de noviembre, 2011

Evangelio del Miércoles XXXII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 9 de noviembre, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Lucas 17,11-19
Gloria a ti, Señor
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros." Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes." Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado."
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión:
Siguiendo el trayecto hacia Jerusalén, Jesús debe pasar por Samaria. Allí tiene lugar el encuentro con los diez leprosos. Llama la atención del pasaje el que Jesús envíe a los leprosos ante los sacerdotes? ¿Por qué? En el tiempo del hecho, los leprosos quedaban fuera de la sociedad por causa de su enfermedad, considerada impureza y castigo de Dios. Jesús los restaura tanto física como socialmente, haciendo que los sacerdotes verifiquen y certifiquen la curación. Así se reintegran a la comunidad y recobran su dignidad como seres humanos.
Es interesante notar que uno sólo regresa a glorificar a Dios y agradecer a Jesús, y ése es samaritano. Esto no significa que los otros nueve fueran desagradecidos; simplemente les bastó la Ley de los sacerdotes para seguir con sus vidas. En cambio este samaritano, acostumbrado al desprecio de los judíos, con o sin lepra, es quien da cuenta de la liberación que se realizó en su persona, liberación de la enfermedad y liberación de la Ley por medio de la fe. Reflexionemos sobre las veces en que la Ley y su cumplimiento nos han retenido en la “conformidad”, impidiéndonos experimentar vivencialmente el amor que el Señor nos regala.

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