Buscar este blog

viernes, 24 de diciembre de 2010

Ordinario de la Misa del Gallo y de la Solemnidad de la Natividad del Señor. Ciclo A. 25 de diciembre 2010

= Sabado 25 de Diciembre, 2010
Solemnidad de la Natividad del Señor
Misa de media noche o del Gallo
Hoy nos ha nacido el Salvador
Regocíjese todo ante el Señor
Antífona de Entrada
El Señor me dijo: Tú eres mi Hijo, hoy te engendré yo.
Pregón de Navidad
Millones de años después de la creación, cuando la tierra era materia incandescente, rotando sobre su eje; millones de años después de brotar la vida sobre la faz de la tierra; miles y miles de años después de que aparecieran los primeros humanos, capaces de recibir el Espíritu de Dios; unos mil novecientos años después de que Abrahán, obediente a la llamada de Dios, partiera de su patria sin saber a dónde iba; unos mil doscientos años después de que Moisés condujera por el desierto hacia la tierra prometida al pueblo hebreo, esclavo de Egipto; unos mil años después de que David fuera ungido rey de Israel por el profeta Samuel; unos quinientos años después de que los judíos, cautivos en Babilonia, retornaran a la patria por decreto de Ciro, rey de los persas; en la ciento noventa y cuatro Olimpíada de los griegos; el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma; el año cuarenta y dos del reinado del emperador Octavio César Augusto; estando el universo en paz: El Hijo de Dios Padre, habiendo decidido salvar al mundo con su venida, concebido por obra del Espíritu Santo, transcurridos los nueve meses de su gestación en el seno materno, en Belén de Judá, hecho hombre, nació de la Virgen María, Jesús, Cristo.
La solemnidad de esta noche nos recuerda aquella otra, la más importante del año: la Vigilia pascual.
El nacimiento de Cristo presagia su pasión y su resurrección gloriosa: el pesebre y la noche de Belén evocan la cruz y las tinieblas del Calvario; los ángeles que anuncian al recién nacido a los pastores nos recuerdan a los ángeles que anunciaron al Resucitado a los discípulos. Es (pues) la Pascua del Señor Jesús —nuestra pascua, feliz Pascua— lo que en verdad celebramos en la conmemoración de la Navidad.
Se dice Gloria.

Oración colecta
Oremos:
Dios nuestro, que hiciste resplandecer esta noche santísima con el nacimiento de Cristo, verdadera luz del mundo, concédenos que, iluminados en la tierra por la luz de este misterio, podamos también disfrutar de la gloria de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (9, 1-3. 5-6)
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció.
Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría. Se gozan en tu presencia como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano, como en el día de Madián.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será:
“Consejero admirable”, “Dios poderoso”, “Padre sempiterno”, “Príncipe de la paz”; para extender el principado con una paz sin límites sobre el trono de David y sobre su reino; para establecerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. El celo del Señor lo realizará.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 95
Hoy nos ha nacido el Salvador.
Cantemos al Señor un canto nuevo, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo.
Hoy nos ha nacido el Salvador.
Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas.
Hoy nos ha nacido el Salvador.
Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.
Hoy nos ha nacido
el Salvador.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.
Hoy nos ha nacido
el Salvador.

Segunda Lectura
Lectura de la carta
del apóstol san Pablo a Tito
(2, 11-14)
Querido hermano:
La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. El se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Les anuncio una gran alegría: Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo, el Señor.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (2, 1-14)
Gloria a ti, Señor.
Por aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, que ordenaba un censo de todo el imperio. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno en su propia ciudad; así es que también José, perteneciente a la casa y familia de David, se dirigió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén, para empadronarse, juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.
Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”.
De pronto se le unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.
A las palabras:
Y por obra ... hay que arrodillarse.

Oración de los Fieles
Celebrante:
Presentemos hermanos, en esta noche luminosa, nuestras esperanzas y anhelos a Jesucristo, Palabra cumplida del Padre, el Dios con nosotros, y con espíritu de adoración, supliquémosle con confianza, diciendo:
Te rogamos, óyenos.
Para que la celebración del Misterio del Amor infinito de Dios, hecho cercanía en su Hijo que ha nacido, haga renacer a la Iglesia y a cada uno de sus Pastores al Evangelio vivido, proclamado y compartido con todos los hombres de buena voluntad:
Roguemos al Señor,que no desdeña nuestra pobreza.
Te rogamos, óyenos.
Para que en esta noche de paz y de luz, Cristo transforme nuestras tinieblas en bondad, nuestros odios en perdón, y nuestras desesperanzas en posesión del único tesoro:
Roguemos al Señor, que se ha
hecho débil por amor.
Te rogamos, óyenos.
Para que Cristo hecho niño enseñe al mundo el poder de la paz, la fuerza de quienes aún creen en el hermano; y la alegría de sabernos amados y acogidos por Dios que viene hasta nosotros:
Roguemos al Señor,
que es nuestra esperanza.
Te rogamos, óyenos.
Para que aprendamos de la Virgen Madre a recibir a Jesús, para que sepamos entregarlo sin egoísmos, y para que lo hagamos nacer en otras vidas:
Roguemos al Señor,
hecho ternura.
Te rogamos, óyenos.
Para que el Señor cure las heridas del cuerpo y del alma a quienes sufren y recordamos en esta Noche santa.
Roguemos
al Señor, Bien nuestro.
Te rogamos, óyenos.
Para que, al acoger en nuestros corazones al que quiso asumir nuestra debilidad para transformarla en gracia, nos hagamos amor, alegría, comprensión y paz para cuantos nos rodean.
Roguemos al
Señor, nuestro hermano.
Te rogamos, óyenos.

Celebrante:
Señor, que has querido que tu Hijo se encarnara en nuestra carne para recapitular todas las cosas y salvarnos; atiende por su intercesión cuanto te hemos suplicado, y no dejes de acompañarnos mientras caminamos hacia la plenitud de nuestra historia, donde todos seremos uno en el amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, las ofrendas que te presentamos esta noche de Navidad, a fin de que, al recibirlas nosotros convertidas en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos transformes en él, en quien nuestra naturaleza está unida a la tuya.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio de Navidad II
Restauración universal por la
encarnación
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual, en el misterio santo que hoy celebramos, se hizo presente entre nosotros sin dejar la gloria del Padre; siendo invisible en su naturaleza divina, se hizo visible al asumir la nuestra y, engendrado antes de todo tiempo, comenzó a existir en el tiempo para reintegrar en la unidad a la creación entera, reconstruyendo en su persona cuanto en el mundo yacía derrumbado y para llamar de nuevo al hombre caído al Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
El Verbo se hizo hombre y hemos visto su gloria.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Tú, Señor, que nos has concedido el gozo de celebrar esta noche el nacimiento de tu Hijo, ayúdanos a vivir según su ejemplo para llegar a compartir algún día con él la gloria de su Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.






Solemnidad de la Natividad del Señor
Misa del día
Que todos los pueblos aclamen al Señor
Cantemos al Señor un canto nuevo
Antífona de Entrada
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. La insignia del poder está sobre sus hombros y se le llamará Ángel del Gran Consejo.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que de modo admirable creaste al hombre a tu imagen y semejanza, y de modo más admirable lo elevaste con el nacimiento de tu Hijo, concédenos participar de la vida divina de aquél que ha querido participar de nuestra humanidad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (52, 7-10)
¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, al mensajero que trae la buena nueva, que pregona la salvación, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”!
Escucha: Tus centinelas alzan la voz y todos a una gritan alborozados, porque ven con sus propios ojos al Señor, que retorna a Sión.
Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor rescata a su pueblo, consuela a Jerusalén.
Descubre el Señor su santo brazo a la vista de todas las naciones. Verá la tierra entera la salvación que viene de nuestro Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 97
Toda la tierra
ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.
Toda la tierra
ha visto al Salvador.
El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel.
Toda la tierra
ha visto al Salvador.
La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor.
Toda la tierra
ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey.
Toda la tierra
ha visto al Salvador.

Segunda Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (1, 1-6)
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por medio del cual hizo el universo.
El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen fiel de su ser y el sostén de todas las cosas con su palabra poderosa. El mismo, después de efectuar la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la majestad de Dios, en las alturas, tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más excelso es el nombre que, como herencia, le corresponde.
Porque ¿a cuál de los ángeles le dijo Dios: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy? ¿O de qué ángel dijo Dios: Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo? Además, en otro pasaje, cuando introduce en el mundo a su primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Un día sagrado ha brillado para nosotros. Vengan naciones, y adoren al Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (1, 1-18)
Gloria a ti, Señor.
En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. El era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
En torno al pesebre celebramos hoy el acontecimiento del nacimiento de Jesús. La alegría invade el corazón de quienes durante este tiempo nos hemos venido preparando para conmemorar de nuevo este misterio grande y sublime de la encarnación del hijo de Dios. Ante el misterio, sólo podemos callar y dejarnos penetrar por esa presencia única que todo lo llena, es Dios presente, siempre ahí en medio de quienes quieran aceptarlo.
Las buenas noticias alegran la vida de la gente, y esa alegría alborozada se manifiesta en palabras de cariño y gratitud para el portador de ellas. Es lo que describe Isaías en este canto del cual sólo tomamos dos estrofas. La alegría de los pisoteados es inmensa ante el anuncio de las buenas noticias de la liberación; la bota opresora ha sido vencida y ahora los desterrados podrán volver a su terruño, a su ciudad. Quien anuncia la liberación es siempre bienvenido, bien acogido por quien aspira ser liberado.
A lo largo de toda la historia de la salvación Dios envió mensajeros que anunciaran buenas noticias a los empobrecidos y marginados, pero ahora su mensajero es definitivo, ya no habrá más profetas ni mediadores; hoy nos ha nacido el que colmará todas esas expectativas de libertad y de tiempos mejores. Esa es la convicción del autor de la carta a los Hebreos. En ningún momento Dios dejó de transmitir su mensaje a sus hijos, siempre lo hizo, pero ahora lo ha de manera definitiva.
El trozo del Evangelio de Juan que escuchamos nos resume en forma de cántico el sentir del evangelista respecto a la eternidad del proyecto salvífico de Dios. Mucho se ha escrito sobre este “prólogo” del evangelio de Juan. Bástenos a nosotros caer en la cuenta de que el evangelista quiere que su comunidad tome conciencia de ese plan de Dios iniciado desde antiguo, que en los designios de Dios no hay improvisaciones dañinas, sino que cada etapa en el proceso de la revelación es como el eslabón de una cadena, realizado y llevado adelante, siempre de manera pedagógica. Así, en la realidad Dios, el hijo ya estaba presente, pero sólo lo envía cuando el Padre lo considera conveniente.
También va describiendo el evangelista los acontecimientos que precedieron la llegada de Jesús: la misión de Juan, quien prepara el camino, y cómo la gente que aceptó la predicación de Juan estaban en grado de aceptar la luz que es el mismo Jesús.
Hay dos elementos que podríamos subrayar de un modo muy especial. El primero es la constatación que hace el evangelista en el versículo 14: “el Verbo se hizo carne y plantó su morada entre nosotros”. Constatación que es importante para quienes influenciados por corrientes gnósticas llegan a creer que el proyecto de Dios se reduce a ideas o a discursos, o que creen que su fe decae si aceptan que Dios se haya podido “contaminar” de carne humana. Para los cristianos que se están formando en la comunidad de Juan, tienen que desaparecer esos escrúpulos. En los planes de Dios también está contemplada la encarnación del Verbo. El cristiano no es seguidor de una idea o de un discurso bonito; es seguidor de Dios que ha asumido nuestra naturaleza con todo lo que ello implica de exitoso, pero también de riesgoso.
En Jesús, Dios ha corrido el riesgo de ser aceptado o rechazado. Aquí está el segundo elemento que nos debe hacer pensar en este día, lo consigna Juan en 1,11: “Vino a su propia casa, pero los suyos no lo recibieron”. He ahí el gran riesgo del que hablábamos: aceptación o rechazo. Es la otra parte que no podemos ignorar cuando contemplamos el misterio de la encarnación. Con todos los siglos de preparación para su venida, el hijo de Dios sufrió el rechazo. La obstinación de parte de muchos de “su casa” trajo como consecuencia su muerte violenta. Pedro, en Hechos de los apóstoles (Hch 2,22-23) es mucho más claro: “sepan pues que a este al que Dios había constituido profeta poderoso en obras y palabras, ustedes lo mataron clavándolo en la cruz”. Sin embargo, continúa Juan en 1,12: “pero a todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos de Dios”.
El aspecto histórico de Jesús, no lo podemos pasar por alto tan fácilmente. La dimensión humana de Jesús arranca, entonces, con lo que celebramos hoy, y se va extendiendo hasta la cruz. Ese es el camino que recorreremos también con él durante este año litúrgico que habíamos inaugurado con el adviento.




Se dice Credo. A las palabras:
Y por obra ... hay que arrodillarse.

Oración de los Fieles
Celebrante:
Presentemos al Padre las necesidades y deseos de todos los hombres, y dejemos que Jesús, el niño de Belén, interceda por nosotros con gemidos humanos y divinos.
Digamos:
Te lo pedimos, Señor.
Para que la celebración gozosa de la Navidad aleje de todos los hombres el temor, la duda y la inseguridad, y les haga sabedores de la Buena Noticia de la Salvación de Dios.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el Papa, los obispos, los sacerdotes, los consagrados y los fieles laicos, nos comprometamos con la humanidad promoviendo la justicia y la paz, y proclamando que Jesús es el Salvador esperado.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que cuantos sueñan con la libertad, esperan la unidad, buscan la paz y desean consuelo, lo encuentren en Jesús que viene a saciar sus carencias y a colmar sus anhelos.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que los agonizantes y cuantos han dejado este mundo, puedan contemplar cara a cara a Jesús, el Dios hecho hombre, el Dios con nosotros.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que, como María, la Virgen de la Navidad, engendremos en la fe a Jesús y lo demos en la vida a los hermanos.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que los anhelos de bondad que hoy han surgido en todos los rincones del universo, se traduzcan, por la virtud de la Eucaristía, en bendición, confianza y entusiasmo para todos los hombres y mujeres del mundo.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.

Celebrante:
Padre bueno, mira a tu pueblo que vuelve los ojos a Belén, y dale la paz que te suplica al adorar a tu Hijo; haz que en todos los corazones hoy se manifieste tu salvación, y atiende cuanto con fe te hemos suplicado.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, en la fiesta solemne de la Navidad, esta ofrenda que nos reconcilia contigo de un modo perfecto, y encierra en sí la plenitud del culto que los hombres podemos tributarte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Navidad III
Intercambio efectuado en la
Encarnación del Verbo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. Por Él, hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva, ya que al asumir tu Hijo nuestra fragilidad humana, no sólo quedó nuestra carne mortal honrada para siempre, sino que, por esta unión admirable, nos hizo también partícipes de su eternidad.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Sobre toda la superficie de la tierra se ha contemplado la salvación que viene de nuestro Dios.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Dios misericordioso, que el salvador del mundo, que hoy nos ha nacido para comunicarnos su vida divina, nos dé también el don de su inmortalidad. El cual vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

No hay comentarios: