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sábado, 25 de diciembre de 2010

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Domingo de la Sagrada Familia. Tiempo de Navidad. Ciclo A. 26 de diciembre 2010

= Domingo 26 de Diciembre, 2010
La Sagrada Familia de Jesús, María y José
Fiesta
Dichoso el que teme al Señor
Que en sus corazones reine la paz de Cristo
Antífona de Entrada
Fueron los pastores a toda prisa y encontraron a María y a José y, recostado en un pesebre, al niño.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor y Dios nuestro, tú que nos has dado en la Sagrada Familia de tu Hijo, el modelo perfecto para nuestras familias, concédenos practicar sus virtudes domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor, para que podamos ir a gozar con ella eternamente de la alegría de tu casa.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del
Eclesiástico (Sirácide)
(3, 3-7.14-17)
El Señor honra al padre en los hijos y respalda la autoridad de la madre sobre la prole. El que honra a su padre queda limpio de pecado; y acumula tesoros, el que respeta a su madre.
Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre.
Hijo, cuida de tu padre en la vejez y en su vida no le causes tristeza; aunque chochee, ten paciencia con él y no lo menosprecies por estar tú en pleno vigor. El bien hecho al padre no quedará en el olvido y se tomará a cuenta de tus pecados.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 127
Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien.
Dichoso el que teme al Señor.
Su mujer, como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa.
Dichoso el que teme al Señor.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor: “Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida”.
Dichoso el que teme al Señor.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los colosenses
(3, 12-21)
Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a él y les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes.
Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión.
Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo.
Finalmente, sean agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo.
Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor. Maridos, amen a sus esposas y no sean rudos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque eso es agradable al Señor. Padres, no exijan demasiado a sus hijos, para que no se depriman.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Que en sus corazones reine la paz de Cristo; que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (2, 13-15. 19-23)
Gloria a ti, Señor.
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo:
“Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Después de muerto Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo:
“Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño”.
Se levantó José, tomó al niño y a su madre y regresó a tierra de Israel. Pero, habiendo oído decir que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret.
Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: Se le llamará nazareno.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
En medio del tiempo de Navidad -este año concretamente en el mismo día siguiente- la Iglesia fija nuestra atención en una realidad muy humana de la vida de Jesús: como todo ser humano Él contó con una familia que lo crió. Tuvo un padre y una madre humanos, un ambiente vital en el que se levantó hasta llegar a ser un adulto, que lo modeló y preparó para realizar su misión.
La primera lectura está tomada del libro de Ben Sirá o “Sirácida” (llamado antiguamente “Eclesiástico”. Se prefieren ahora estas designaciones para evitar la confusión muy frecuente con el libro del Eclesiastés o “Qohélet), que pertenece al grupo de los libros sapienciales del Antiguo Testamento. En él se nos brindan enseñanzas para saber vivir en la presencia de Dios y en la comunidad humana. Muchas de dichas enseñanzas tienen que ver con la familia. Seguramente Jesús amó, respetó y obedeció a sus padres como se nos enseña en la lectura. La mayor parte de su vida la pasó en compañía de los suyos, aunque no sabemos casi nada de las circunstancias de ese período de su vida que llamamos “vida oculta”. Los judíos en la época de Jesús, y muchos de los pueblos primitivos, no conocían, ni conocen, las actuales dificultades y crisis por las que atraviesa en nuestra época la institución familiar. Lo normal era que la familia permaneciera unida, que los vínculos entre sus miembros fueran muy estrechos y positivos. Es cierto que entre los judíos existía el divorcio, a favor del varón, y que la mujer estaba completamente sometida a la voluntad de su padre mientras era soltera y de su esposo cuando se casaba; pero esto se vivía con naturalidad, pues no existían los criterios y movimientos de autonomía femenina que existen en nuestra época, ni los juicios de “machismo” o “sexismo” para ciertas actitudes, como tenemos hoy. Otra cosa muy distinta es la actitud de Jesús frente a su familia una vez comenzada su misión. Sabemos por los evangelios que abandonó su casa, que no formó una familia propia sino que se dedicó por entero a su vocación de proclamar la Buena Noticia; que cuando su familia intentó ponerle alguna traba, recordándole quizá sus obligaciones, Jesús reaccionó con independencia soberana. No obstante todo eso, el evangelista san Juan nos presenta a la madre de Jesús al pie de la cruz, y san Lucas la coloca claramente entre los miembros de la Iglesia naciente.
El pasaje de la carta paulina a los Colosenses es una exhortación a la vida de amor en el seno de una comunidad cristiana. Si Dios nos amó y nos perdonó en Jesucristo, también nosotros debemos amarnos y perdonarnos los unos a los otros. La Iglesia es como una gran familia que vive en la presencia del padre Dios con los sentimientos tan elevados y nobles que San Pablo enumera en su carta: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdón mutuo, paz... Se nos llega a decir que somos un solo cuerpo y que Cristo es como el árbitro en nuestro corazón.
Por su parte la familia cristiana no debe ser como cualquier familia, debe vivir abierta a la entera comunidad eclesial, de suyo debe ser como una especie de “iglesia doméstica” que se integra a la gran Iglesia constituyendo uno de sus pilares fundamentales. Las relaciones entre los esposos cristianos no están regidas por un simple contrato civil de matrimonio, entre ellos se realiza el misterio del amor de Dios significado en el sacramento del matrimonio y, junto con sus hijos, deben vivir los mismos ideales que san Pablo traza para la Iglesia entera.
En el evangelio de San Mateo se nos presenta un momento concreto de la vida de la sagrada familia: el de su huida a Egipto para evitar la persecución desatada por Herodes. ¿Acaso no debemos admirar la valentía, la solicitud y la prudencia con que José cumple las instrucciones del ángel, y la docilidad de María? ¿Acaso no es el pasaje un ejemplo de la providencia paternal de Dios sobre estos humildes esposos, a los cuales ha confiado los primeros pasos de su enviado? José buscó para los suyos, siguiendo las inspiraciones divinas, un lugar tranquilo y seguro, en donde pudieran vivir honestamente, dedicados a sus humildes oficios, en la paz doméstica. Por todo esto la Iglesia propone a las familias cristianas este ejemplo: el de la sagrada familia de Nazaret, en la que seguramente se daban las virtudes de que se nos habla en las dos primeras lecturas.
Mirando un poco más allá del cuadro idílico de la casa de Nazaret, podemos hacernos esta reflexión: la familia no fue para Jesús un obstáculo a la hora de emprender su tarea salvadora. Seguramente María sintió la separación de su hijo. Como toda madre hubiera querido retenerlo junto a la seguridad de su amor. Pero, como toda madre consciente, comprendió que su hijo debía ser él mismo, debía encontrar el sentido y la meta de su existencia, y a este deber ella se plegó humilde y amorosamente, ella que sabía de escuchar la Palabra y acogerla en el corazón.
Para la revisión de vida
No hay un único modelo de familia cristiana, y en cualquier tipo humano de familia se puede vivir según el espíritu cristiano; eso es algo que lo sabemos muy bien; pero, sea del tipo que sea mi familia, ¿trato de vivir en ella los valores evangélicos? ¿Cómo? ¿Qué espera más de mí mi familia?

Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Al celebrar hoy la solemnidad de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, pidamos a Dios por la gran familia humana y digamos juntos:
Te lo pedimos, Señor.
Para que Dios proteja a su Iglesia y la haga acogedora, cercana y fraterna.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que los pastores del Pueblo de Dios sean generosos dispensadores de su amor y en nuestras familias se susciten nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el ejemplo de unidad de la familia de Nazaret fortalezca los vínculos de las familias cristianas, los restablezca donde se han roto y bendiga con amor a los matrimonios que celebran sus bodas de plata o de oro.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que la Sagrada Familia interceda por los que se ven obligados a huir de su patria.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que el Señor suscite en las familias cristianas jóvenes dispuestos a preparar con su noviazgo puro y generoso, nuevos hogares al estilo del de Nazaret.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.
Para que, sintiéndonos miembros de la gran familia de Dios, promovamos el amor y la solidaridad dentro de nuestra comunidad y hacia los más pobres.
Oremos.
Te lo pedimos, Señor.

Celebrante:
Recibe, Señor, nuestras oraciones, y haz que vivamos unidos, mientras aguardamos la manifestación definitiva de tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y por intercesión de la Virgen Madre de Dios y de san José, concede a nuestras familias, vivir siempre en tu amistad y en tu paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio de Navidad I
Cristo es luz
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con los hombres.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Padre lleno de amor, concede a los que acabamos de alimentarnos con este sacramento celestial, imitar siempre los ejemplos de la Sagrada Familia, para que, después de las pruebas de esta vida, podamos gozar eternamente con ellos en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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