Evangelio del Miércoles II Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 19 de enero 2011
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (3, 1-6)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar.
Jesús le dijo al tullido:
“Levántate y ponte allí en medio”.
Después les preguntó:
“¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana.
Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
Jesús manifiesta en palabras y gestos el verdadero sentido de la ley: la justicia y la misericordia con el prójimo. Por ello Jesús pone en medio de la sinagoga al hombre de la mano paralizada, dando a entender que la salvación venida por Dios está mediada por la solidaridad y el amor a los que sufren y son marginados, que el centro y fundamento de la ley es salvar la vida del ser humano a toda costa. Por lo tanto, lo que realmente es lícito, y a la vez urgente, es hacer el bien, salvar la vida, hacer presente en todas las cosas la bondad y misericordia de Dios. Esta forma en que Jesús interpreta y vive la ley resulta insoportable para los fariseos, pues están “paralizados”, estancados en el cumplimiento, en la piedad y en el legalismo, de ahí que opten, junto con el poder político representado en los herodianos, por acabar con él. Podemos identificar en este relato dos maneras contrarias de comprender la fe en Dios: Una, ligada íntimamente al compromiso con la vida y con la suerte de los pobres; otra, aferrada al poder, la ley y el cumplimiento. ¿Cómo comprendemos nuestra fe en Dios?
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