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sábado, 22 de enero de 2011

Homilías. Domingo III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23 de enero 2011

1.- LLAMADOS A EVANGELIZAR
Por José María Martín OSA
1.- Luz para los que buscan en tinieblas. En el Salmo proclamamos: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Mateo ve en el inicio de la predicación de Jesucristo la realización de la profecía de Isaías: es la gran luz para el pueblo que caminaba en tinieblas. Luz para nosotros, porque todos vivimos de algún modo en tinieblas, sobre todo en tiempos de cambios sociales, culturales y religiosos, en los que a menudo no sabemos qué debemos hacer. Por ello, la primera conclusión del comentario de hoy es: busquemos la luz en Jesucristo. Nosotros debemos ser ahora esta luz. Como dice Pablo: "Cristo me envió a anunciar el Evangelio". Es decir, no simplemente a bautizar a los ya convencidos, sino a comunicar a los demás la luz del Evangelio. Esta es la primera tarea de la Iglesia, que afecta a todos los cristianos. ¿Cómo evangelizamos nosotros ahora? ¿Qué hacemos para ser luz para los hombres que viven con nosotros? Ser cristiano, más que limitarse a ir a misa o ser buena persona, es comunicar Evangelio.
2.- Necesitamos convertirnos. El primer mensaje de Jesús al comenzar su predicación es la conversión. El Evangelio hoy nos urge a un cambio interior para con Dios, para con los hombres, para con el mundo en que vivimos. También nosotros nos acomodamos, nos establecemos y nos quedamos cómodamente sentados en el marco cristiano en el que funciona nuestra vida. Como si no hubiera nada más, nada nuevo que aprender, nada nuevo que conocer, nada nuevo a lo que aspirar. Nos instalamos en una situación cómoda, en la que estamos a gusto porque “cumplimos con Dios, cumplimos con los hombres. La conversión es una decisión que hay que tomar ahora y no dejar para después; dejarlo para después sería desoír su llamada. Jesús agrega una motivación: “El Reino de Dios está cerca”. Esta motivación es la Buena Nueva, es decir, la revelación del amor de Dios hacia el hombre. El amor de Dios es la motivación perfecta para la conversión.
3.- La vocación cristiana se define como “seguimiento a Jesús”. Jesús invita a Pedro, Andrés, Santiago y Juan a seguirle. Todos somos llamados por el Señor para seguirle, y esa vocación al seguimiento se realiza en distintos estados de vida: vida consagrada (religiosos, sacerdotes), y vida secular o laical. Somos llamados para estar con Jesús, para seguir el camino de Jesús, para una misión en la Iglesia y en el mundo. Toda vocación (llamado) es siempre para una misión. Jesús llamó a sus discípulos para luego enviarlos a la misión. La Iglesia es, por su propia naturaleza, misionera; si dejara de ser misionera dejaría de ser Iglesia. Quien quiere seguir al Señor tiene que aceptar las exigencias y consecuencias del seguimiento. No vale decir “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo, que es la única luz para nuestro camino.
4.- Jesús no sólo predica, hace realidad el Reino con los hechos. Lo hemos oído: predicaba y "curaba las enfermedades y dolencias del pueblo".El Reino de Dios es anunciado con hechos y palabras. Así, con ese estilo capaz de despertar a la gente, que levanta en todos, ilusiones y deseos de ir con El, recorre Galilea. Porque el Reino de Dios, la felicidad que Dios promete, no es sólo una felicidad íntima, algo que queda dentro de nosotros. Es también algo que se hace realidad ya ahora, en cada momento. Y por eso, Jesús no se contenta con proclamar la vida nueva de Dios, sino que la convierte en cosas concretas: lucha contra el mal, elimina el dolor y la tristeza que se encuentra en su camino. Une la palabra y los hechos. Todo eso arrastra a la gente, crea ilusión y llega a ser una verdadera luz en un país que habita en tinieblas, algo nuevo que vale la pena seguir. ¡Que lo sintamos también como una luz para nosotros!
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2.- JESÚS PASA A NUESTRO LADO
Por Antonio García-Moreno
1.- HUMILLACIÓN Y GOZO.- Isaías recuerda las humillaciones que padeció el pueblo, las derrotas, los momentos difíciles de una guerra perdida de antemano. Los territorios de Zabulón y Neftalí sufrieron frecuentes incursiones de los pueblos del Norte. Fueron desterrados, despojados de sus bienes, condenados a vivir en tierras extrañas, en medio de sus propios enemigos.
Pero Yahvé los volvería a mirar con amor, se olvidaría de sus delitos, les perdonaría sus pecados y los reintegraría a su patria. Y de nuevo amanecieron días llenos de paz, días sin temores, días serenos y tranquilos. Y todo porque Dios no quiere castigarnos sin fin. Y mientras vivimos ensaya mil formas para atraernos, para hacernos caer en la cuenta de su gran amor por nosotros. Cuando le volvemos la espalda, nos hace ver lo triste que es nuestra vida sin Él. Y al vernos llorar nos perdona, nos limpia las lágrimas y nos anima a volver otra vez junto a él, a empezar de nuevo como si nada hubiera ocurrido.
La alegría, el gozo. Los dones más preciosos que Dios puede hacer al hombre. El sentirse contento, el vivir sin agobios, sin miedo. Vivir alegres, tener ganas de cantar, estar ilusionados con lo que nos rodea, mirar con esperanza y optimismo al futuro, no acobardarse por nada, afrontar con fortaleza y serenidad la vida, por difícil o penosa que sea.
Gozo del que recoge el abundante fruto de su trabajo, alegría del que siega su propia siembra ya granada, júbilo del que se reparte el botín ganado tras una dura batalla... Señor, muchas veces estamos tristes, andamos preocupados, agobiados por el peso de la vida. Repite una vez más el milagro de convertir nuestra tristeza en alegría, danos vivir seriamente nuestra fe, inyecta tu fuerza en nuestra debilidad. Acrecienta en nosotros la alegría, auméntanos el gozo.
2.- ANTORCHAS VIVAS.- Juan Bautista terminó sus días en la cárcel. Aquella antorcha viva que anunció la llegada de la Luz, se extinguió en la tierra, para lucir luego con más esplendor allá en el Cielo. Desde entonces su nombre quedaría esculpido como modelo de fidelidad a su propia misión, como reclamo y llamada para todos los que tenemos la excelsa misión de ser testigos de Cristo a lo largo de toda la Historia. Su misión fue, en efecto, cumplida con toda exactitud. La Luz irrumpió en las regiones ensombrecidas por los errores del paganismo, pueblos que Isaías contemplaba envueltos en las tinieblas de la muerte. De forma paulatina, pero inexorable, la claridad gozosa del Evangelio comenzó su avance por aquellos pueblecitos de Galilea, donde como un incendio en el bosque, se propagaría el fuego que Cristo había traído a la tierra.
Metidos en aquellos parajes tan bucólicos, caminemos junto al Maestro, el atrayente Rabbí de Nazaret, para escuchar sus palabras, para contemplar enamorados su figura y sus gestos, deseosos de empaparnos de su espíritu, anhelantes de serle fieles hasta la muerte, como el Bautista lo fue. Hacer carne de nuestra carne su doctrina, vida de nuestra vida su propia vida.
Hoy vemos a Pedro y Andrés su hermano que pescan cerca de la orilla del lago. La red dibuja círculos sobre el agua y barre repetidamente el fondo. Jesús pasa cerca y les dice que le sigan y los hará pescadores de hombres. Ellos no lo dudaron ni un instante. La palabra persuasiva del Maestro encontró eco en el corazón sencillo de aquellos rudos pescadores. Luego serán Juan y Santiago. También ellos estaban trabajando cuando Jesús los llamó y también ellos respondieron con prontitud y generosidad. De ese modo iniciaron la más bella y audaz aventura que jamás pudieron soñar. Nunca olvidarían aquel encuentro, nunca abandonarían el camino emprendido en aquellos momentos. Camino de luchas y renuncias, pero camino también de luz y de gloria.
También ahora Jesús pasa a nuestro lado. Nos ve quizá enfrascados en nuestra tarea diaria, ensimismados en nuestro trabajo. Nos mira como miró a Pedro y nos dice que le sigamos, que quiere hacernos pescadores de hombres, que quiere encendernos para que seamos anunciadores de la Luz, antorchas vivas que alumbran las sombras de muerte en que yace el mundo. Las barcas y las redes, nuestros pequeños ídolos nos retraen quizá, lo mismo que les ocurriría quizás a los primeros discípulos. Pero como ellos hemos de mirar hacia delante y no hacia atrás, fijarnos en la Luz que está al fin del camino y ser valientes para recorrerlo.
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3.- UNA INVITACIÓN A LA CONVERSIÓN
Por Pedro Juan Díaz
1.- Cafarnaún, galilea de los gentiles.- Jesús comienza su misión estableciéndose en Cafarnaún, la “Galilea de los gentiles”, un territorio que no era muy cristiano, para que lo entendáis. Era una tierra de sincretismo, de todo vale, de “cojo un poco de aquí y otro poco de allá”, de relajación de costumbres. Yo creo que se parece bastante al tipo de sociedad en el que vivimos. Jesús podría haberse situado en un contexto más “religioso”, entre los sacerdotes, en el Templo, pero elige alejarse de todo eso y acercarse a los más alejados. Es una reflexión muy interesante para preguntarnos cerca de quien nos situamos los cristianos hoy.
Desde ese ambiente secular lanza una invitación a la conversión, anunciando que Dios está cerca de todos ellos. No dice exactamente Dios, porque los judíos no podían nombrarle. Dice “el reino de los cielos”, que es la manera que tiene Jesús de llamar a su proyecto, al proyecto de Dios para todas las personas, un proyecto que llega a través de lo pequeño y lo sencillo, a través de signos significativos en la vida de cada día; un proyecto que entienden muy bien los más sencillos y humildes. Y después de esa llamada a la conversión, en ese territorio gentil y con una gente alejada de la fe, les propone las bienaventuranzas como camino a seguir. Pero de eso ya hablaremos la semana que viene.
El proyecto de Dios consiste en que todos sus hijos descubran que Él les quiere, que está cerca de ellos, que quiere compartir sus vidas. Por eso ha enviado a su hijo Jesús. Es lo que hemos celebrado durante toda la Navidad. Dios se ha hecho hombre, se ha acercado a nosotros de manera asombrosa, ha puesto su residencia habitual entre nosotros, para que descubramos que “está cerca el Reino de los cielos”, para que nos convirtamos y dejemos de pensar que Dios está allí arriba y nosotros aquí abajo, y que no le preocupan nuestras cosas, ¡todo lo contrario! La conversión necesita, además de cambiar nuestro corazón, cambiar también nuestra mentalidad.
La conversión nos pide también estar cerca de los que están lejos para acercarles el mensaje con nuestro estilo de vida, con nuestra conversión sincera, con nuestra manera de creer y entender que Dios está con nosotros todos los días, hasta el final. Es la manera que tenemos de ser auténticos evangelizadores.
2.- La unidad de los cristianos. Otro testimonio nuestro de la cercanía de Dios será nuestra unidad, “con un mismo pensar y un mismo sentir”, como dice San Pablo en la segunda lectura de hoy a los Corintios, que andaban bastante divididos. Estamos rezando de manera especial en esta semana por la unidad, que será un signo de credibilidad, un testimonio de conversión y de cercanía de Dios para todas las personas. “Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo –dice San Pablo-: poneos de acuerdo y no andéis divididos”. Es una asignatura pendiente y necesitada de conversión por parte de todos nosotros.
La Eucaristía es el gran signo de la unidad, es el momento de encuentro de toda la familia cristiana en torno a la mesa de Jesús que nos convoca. Es el momento de celebrar juntos nuestra fe, celebrar que Dios nos quiere y que acompaña cada momento de nuestra vida. Vamos a vivirlo con gozo. Proclamemos nuestra fe en Dios, que se ha acercado a cada uno de nosotros en Jesús y nos dice: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.

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