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sábado, 22 de enero de 2011

Ordinario de la Misa. Lecturas y Oraciones. Domingo III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 23 de enero 2011

= Domingo 23 de Enero, 2011
Tercer Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es la defensa de mi vida
Antífona de Entrada
Cantad al Señor un cántico nuevo, hombres de toda la tierra, cantad al Señor. Hay brillo y esplendor en su presencia y en su templo, belleza y majestad.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Dios eterno y todopoderoso, conduce nuestra vida por el camino de tus mandamientos para que, unidos a tu Hijo amado, podamos producir frutos
abundantes.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (8, 23—9, 3)
En otro tiempo el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí; pero en el futuro llenará de gloria el camino del mar, más allá del Jordán, en la región de los paganos.
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció.
Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría. Se gozan en tu presencia como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano, como en el día de Madián.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 26
El Señor es mi luz
y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz
y mi salvación.
Lo único que pido, lo único que busco es vivir en la casa del Señor toda mi vida, para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia.
El Señor es mi luz
y mi salvación.
La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Armate de valor y fortaleza y en el Señor confía.
El Señor es mi luz
y mi salvación.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 10-13. 17)
Hermanos: Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar.Me he enterado, hermanos, por algunos servidores de Cloe, de que hay discordia entre ustedes.
Les digo esto, porque cada uno de ustedes ha tomado partido, diciendo: “Yo soy de Pablo”, “Yo soy de Apolo”, “Yo soy de Pedro”, “Yo soy de Cristo”. ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados ustedes en nombre de Pablo?
Por lo demás, no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio, y eso, no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Jesús predicaba la buena nueva del Reino y curaba las enfermedades y dolencias del pueblo.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (4, 12-23)
Gloria a ti, Señor
Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo:
“Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores.
Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
En la Primera Lectura, una invasión enemiga hace sentir a las pequeñas ciudades de Galilea una humillación de grado infinito: Dios está en ella. En la liberación que les anuncia, el profeta va también más allá de lo que los ojos ven. Sin decir su nombre, señala a Dios en la luz que rompe la tiniebla, en la alegría que suplanta la humillación. El ahuyentó un día con las luces de Gedeón a los enemigos madianitas (Jn 7).
En la Segunda Lectura, Pablo insiste en que las comunidades cristianas no tienen más que un solo Señor: Jesucristo. Los intentos de buscarse «señoritos» en los diversos dirigentes eclesiales son considerados por Pablo como auténticamente sacrilegos, aunque una de las facciones pretenda tomarlo a él mismo como bandera.
Comenzamos la lectura continuada del evangelio de san Mateo. Para situarnos tenemos que saber que el evangelista, en los capítulos anteriores, ha narrado tanto los misterios de la infancia de Jesús como su bautismo en el Jordán.
Jesús comienza su actividad tomando como referencia los signos de los tiempos. Al menos el evangelista hace notar que no empezó Jesús sin más cuando quiso, sino al ver que habían encarcelado a Juan. Jesús reacciona ante los hechos de la historia que le rodea. No viene a cumplir una misión ya programada previamente y que ha de llevarse a cabo con indiferencia «pase lo que pase».
Muchos detalles, muchos temas, en un evangelio sencillo pero enjundioso. La lectura arranca en el momento en el que Jesús deja su casa de Nazaret y se afinca en Cafarnaún, ciudad muy bien situada para la misión que iba a iniciar. De hecho, será su residencia habitual en los años de su vida pública. Con todo, el evangelista ve en este cambio de residencia el cumplimiento de una profecía.
La primeras palabras de Jesús son una invitación a que cada hombre que se tope con El tiene que reconsiderar toda su vida y acertar a situarse ante la novedad de un nuevo orden de cosas en el que no valen las leyes y valores de este mundo sino el proyecto y los deseos de Dios, en concreto, "el Reino de los cielos".
Para que fuesen suficientemente elocuentes sus palabras y los que le vieran se dieran cuenta de que algo totalmente inédito comenzaba con su presencia y predicación, nos dice el evangelista que "recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas y ... curando las enfermedades y dolencias del pueblo".
Pero sus palabras no eran para ser recogidas por sus oyentes y guardadas como una secreta sabiduría que trajese la salvación a cada uno por separado. El proyecto de Jesús era otro.
Así se entiende tanto la propuesta que hace a un grupo de pescadores, como la respuesta, sin condiciones, de estos.
Ser cristiano es sentirse llamado a entrar en una comunidad que haga posible encontrarse con Jesús, seguirle y continuar su misión evangelizadora.
Para la revisión de vida
Decía Jesús: Está cerca el Reino de Dios… ¿Lo veo, lo siento, lo percibo, lo intuyo? ¿Miro las cosas desde esa perspectiva única y mayor? ¿Qué Reino soy capaz de ver? ¿Vivo en situación de Buena Noticia? ¿Vivo con optimismo, con la exultante convicción de que el Reino sigue su marcha ascendente y convergente en la historia?

Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Oremos a Jesús que haciéndose hombre ha disipado nuestras tinieblas y nos invita a la conversión porque su Reino está cerca.
Digamos:
Escúchanos, Señor.
Por la Iglesia: para que ilumine con la luz de la verdad las conciencias, los caminos torcidos y todo tipo de oscuridad y duda que pueda atormentar a los hombres.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Por los cristianos: para que seamos signos de la claridad del Evangelio en nuestros ambientes, y para que nuestra vida suscite esperanza y paz.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Por todos los que buscan sentido a sus vidas, por los jóvenes que se sienten llamados por el Señor, por los misioneros: para que no les falte nunca la luz de Cristo y la fuerza de su Palabra.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Por nosotros: para que la Virgen, modelo de mujer y de madre, nos ayude a permanecer atentos a las necesidades de nuestros contemporáneos.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Por todos los hombres y mujeres del mundo: para que crezcan en los corazones sentimientos de desprendimiento, generosidad y solidaridad.
Oremos.
Escúchanos, Señor.
Por todos los que participamos de la Eucaristía: para que alabemos a Dios que nos ha librado de las sombras de muerte, y para que vivamos como hijos de la luz.
Oremos.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Señor, ya que has querido visitar nuestra tierra, derrama tu gracia sobre las intenciones que tu pueblo te ha presentado, y haz que un día gocemos de tu luz que no tiene ocaso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, con bondad, los dones que te presentamos y santifícalos por medio de tu Espíritu para que se nos conviertan en sacramento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical III
Nuestra salvación por el Hijo
de Dios hecho hombre
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque manifestaste admirablemente tu poder no sólo al socorrer nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino al prever el remedio en la misma debilidad humana, y así de lo que fue causa de nuestra ruina hiciste el principio de nuestra salvación, por Cristo, nuestro Señor.
Por Él, los ángeles cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Acudid al Señor, poned en él vuestra confianza y no quedaréis defraudados.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y te pedimos que este don tuyo sea para nosotros fuente
inagotable de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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