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miércoles, 5 de enero de 2011

Homilías para la Solemnidad de la Epifanía del Señor. Ciclo A. 6 de enero 2011

1.- LA ESTRELLA ES LA FE
Por José María Maruri, SJ
1.- Hoy es la fiesta de la luz. Jesús luz de todos los hombres. También de los gentiles, esos que quedaban excluidos de la comunidad judía. Este es el mensaje que Mateo quiere hacer llegar a su comunidad judeo-cristiana con la preciosa escena de la estrella conduciendo a unos magos extranjeros hasta la cuna del Niño Dios. Luz que llena de inmensa alegría a los Magos cuando ilumina sus corazones con la presencia de Jesús en los brazos de María.
Todos nosotros recordamos esta fiesta como un día de inmensa e inocente alegría al recibir los regalos que los Magos nos traían. Y esa alegría sencilla, humana, inocente es el anverso de esa otra alegría más honda que debería llenar siempre nuestro corazón por haber encontrado la luz de Dios, la luz de la Fe.
2.- La historia de estos Magos es nuestra historia, los llama una estrella emprenden un camino por tierras desiertas, pierden la estrella cuando buscan en lo humano de poderosos y sabios de Jerusalén lo que estos no pueden dar, y vuelven a encontrarla con gozo inmenso al salir de la ciudad y encontrar a su luz esa otra luz de Dios en el Niño hijo de María. Y siendo ellos luz para los demás.
A) Nuestra fe, es una luz una llamada personal a Dios a cada uno. Mi presencia a la Iglesia no la pertenencia a un club, con carnet con cuotas que pagará, con actos a que asistir.
Es una llamada, una atracción hacia la búsqueda de Dios. La llamada que problematiza mi vida entera, que sacude la escala de valores de mi vida, porque exige que ponga como valor supremo mi adhesión a Dios, y luego todo lo demás. Los Magos dejaron su patria y se embarcaron en un gran viaje. ¿Me siento llamado personalmente? ¿O tengo fe de número de carnet?
B) También nosotros todos tenemos la experiencia de que cuando nos apoyamos con exceso en la humano, cuando nos dejamos involucrar en los problema diarios, perdiendo el norte de la estrella, cuando buscamos en la sabiduría humano la solución de nuestros problemas, o en el poder o en el dinero, la estrella de la fe se esconde, nos sentimos abandonados, sin fuerzas. Y aunque pretendemos ocultar nuestra falta de paz con una falsa alegría, nos falta lo esencial.
C) Y solo cuando volvemos a acercarnos al Señor, con sinceridad, con sencillez, reconociendo nuestros errores, encontramos la inmensa alegría de los Magos al encontrar al Niño Dios en brazos de María.
D) Y cuando esa paz y alegría de la fe vivida, nos invade, entonces somos capaces de andar por caminos nuevos y llenos de la luz de Dios somos luz para los demás. Vosotros sois la luz del mundo, como nos dijo Jesús.
--Luz que transforma todo lo que hay a nuestro alrededor. Luz mágica como de Reyes Magos. Que convierta el odio en amor, la ofensa en perdón, la discordia en armonía, que transforme el error en verdad, la duda en fe, la desesperación en esperanza.
--Luz que nos haga olvidarnos de nosotros como el humilde San Francisco de forma que no nos empeñemos en ser consolados sino en consolar, en ser comprendidos sino en comprender, en ser amados sino en amar, recordando siempre que dando se recibe, olvidando se encuentra y perdonando se es perdonado. El Señor nos conceda estos mágicos poderes contenidos en nuestra fe, en esa fe que ilumina nuestro camino como una estrella.
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2.- “CAER DE RODILLAS”
Por Pedro Juan Díaz
1.- A los que solemos leer la Biblia con asiduidad nos pasa que hay pasajes de esos que casi te sabes de memoria, que has leído o escuchado una y mil veces. Pero de repente, un día, hay algo que te llama la atención, que nunca habías caído en la cuenta de ello y sin embargo te sorprende… y eso me ha pasado hoy en el Evangelio. Y sobre ello quisiera llamar vuestra atención en este día de la fiesta de los Reyes Magos, que litúrgicamente llamamos Epifanía, manifestación de Dios.
2.- Cuenta el Evangelio que aquellos sabios de Oriente llegaron hasta donde estaba el Niño, y “cayeron de rodillas” ante él. No dice que se arrodillaron, sino que cayeron, literalmente. Es algo que en la vida de los seres humanos pasa muy pocas veces. ¿Cuándo habéis caído vosotros de rodillas? Creo que nos pasa en pocas ocasiones. Alguna vez ante el dolor desbordante que te impide seguir en pie, pero no parece ser ésa la razón por la que caen los Magos. En otra ocasión, podemos caer de agotamiento, tras una larga caminata o después de una actividad que ha requerido mucho esfuerzo físico; quizás ésta sí que pudiera ser la razón por la que aquellos cayeron ante el niño Jesús… pero me inclino a pensar que cayeron de rodillas por otra cosa. Y ahí es donde podemos recordar situaciones de fuerte presencia de Dios en nuestra vida, casi mirándole cara a cara, sintiéndole muy próximo y, ante Él, sintiendo nuestra pequeñez. Ahí sí que caes de rodillas, sabiéndote pequeño, como el niño que se agazapa en los brazos de su padre, acurrucándote ante Él. Así cayeron los Magos ante el Niño Dios.
3.- Un viaje como aquel requería alforjas, séquito y empeñar todo lo que se poseía para salir en busca de lo desconocido; se intuía algo grande ante la aparición en el cielo de aquel signo, de aquella estrella. Pero más grande que el nacimiento de una estrella, mayor que el prodigio de que aquella luz en el firmamento les guiase, estaba la presencia de un niño ante el que reconocer a ese Dios grande que se hace pequeño.
4.- Para la Iglesia de Oriente hoy es el día de la Navidad, el día que Jesús se manifiesta como la Luz del mundo, el día que Dios eligió para manifestarse a todos los hombres a través de la pequeñez del hijo de María; eso significa Epifanía. Y hoy, a pesar de los excesos que han traído todos estos días pasados, en una jornada marcada por la ilusión infantil de los regalos, a mi se me ocurre una invitación para todos nosotros: la de caer de rodillas.
5.- ¿Y por qué hacerlo? Porque cuando aquellos hombres se levantaron ya no eran los mismos. Arrodillarse puede parecer un gesto servil, pero en ocasiones es un gesto de humildad. Implica bajarse del podio al que nos subimos constantemente, creyéndonos los mejores, los más sabios, los más hermosos, los más perfectos. De rodillas pides compasión, ayuda, clemencia, comprensión, misericordia. Y levantarse es poder de nuevo estar de pie habiendo pasado por la experiencia de la pequeñez. Además, ponerse de rodillas ante aquel niño era dejar paso en la propia vida a la ternura, a la grandeza que está no en saber más, ni ser más fuerte, sino la de ser humano, y por eso, profundamente imagen de Dios. Y arrodillarse ante aquel niño era, sin más dejarse deslumbrar. Cuando a uno le da la luz, parece que todo en su vida se vuelve más luminoso, y que esa luz se transmite. A todos nos parece que quien ha tomado el sol se muestra con un aspecto más vital, más saludable… y a eso nos invita la celebración de hoy.
6.- Escuchar “¡levántate, brilla!”, como decía la primera lectura, es una invitación para nosotros. Llevamos días adorando al Señor, proclamando en medio de tanto adorno y propaganda que es posible que todos los días sea Navidad, que Dios nazca en nuestras vidas e inunde con su luz cada uno de nuestros rincones oscuros. Hoy la Eucaristía nos grita que nos levantemos y brillemos, que iluminados por Él ahora, como tantas otras veces, seamos espejos que reflejen esa luz suya, y nos levantemos, y vayamos a iluminarlo todo.
7.- El deseo para esta noche mágica es que, individualmente y como Iglesia, seamos luz del mundo, y no nos cansemos de proclamar a todos que nuestro Dios se manifiesta en las cosas sencillas, pequeñas, cercanas, a veces tan concretas como un niño que nace, como un gesto infantil de nerviosismo y sorpresa ante unos regalos, como una pequeña luz en el cielo o como cada uno de los gestos que podemos y debemos hacer para meter a Dios en nuestra vida y en la del que tenemos al lado.

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