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lunes, 4 de julio de 2011

Evangelio del Martes XIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 05 de julio 2011.

Evangelio del Martes XIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 05 de julio 2011.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (9, 32-38)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló.
La multitud, maravillada, decía: “Nunca se había visto nada semejante en Israel”.
Pero los fariseos decían:
“Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios”.
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia.
Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
El evangelio de hoy habla de la liberación de un hombre poseído por un demonio que lo mantenía mudo, acción que Jesús realiza como signo de la presencia del reino en medio de las injusticias. Sin lugar a dudas, este hombre simboliza la realidad del pueblo maltratado por el poder opresor. Es notable percibir cómo la misión de Jesús encontró sus principales detractores entre los dirigentes del pueblo. Jesús tuvo que enfrentar la implacable oposición de todos los grupos religiosos de su tiempo, debido, sobre todo, a sus denuncias de las injusticias contra los más pobres, encubiertas con falsedades. No es de extrañar que, entre algunos que se consideran “verdaderos religiosos” y “auténticos cristianos”, encontremos ciertas oposiciones a propuestas alternativas de evangelización liberadora, a la que califican de demoníaca, cuando en realidad es obra de Dios. Indudablemente que proclamar y practicar la igualdad de derechos humanos inalienables y la justicia sigue sonando como satánico a mucha gente eminentemente religiosa. Necesitamos comprometernos radicalmente a ser apasionados del Reino de Dios.

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