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sábado, 9 de julio de 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 10 de julio 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 10 de julio 2011
Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Señor, danos siempre de tu agua
Dichosos los que se acercan a tu altar, Señor
Antífona de Entrada
Yo quiero acercarme a ti, Señor, y saciarme de gozo en tu presencia.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, tú que iluminas a los extraviados con la luz de tu Evangelio para que vuelvan al camino de la verdad, concede a cuantos nos llamamos cristianos imitar fielmente a Cristo y rechazar lo que pueda alejarnos de él.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (55, 10-11)
Esto dice el Señor: “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá
su misión”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 64
Señor, danos siempre
de tu agua.
Señor, tú cuidas de la tierra, la riegas y la colmas de riqueza. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias.
Señor, danos siempre
de tu agua.
Tú preparas las tierras para el trigo: riegas los surcos, aplanas los terrenos, reblandeces el suelo con la lluvia, bendices los renuevos.
Señor, danos siempre
de tu agua.
Tú coronas el año con tus bienes, tus senderos derraman abundancia, están verdes los pastos del desierto, las colinas con flores adornadas.
Señor, danos siempre
de tu agua.
Los prados se visten de rebaños, de trigales los valles se engalanan. Todo aclama al Señor. Todo le canta.
Señor, danos siempre
de tu agua.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(8, 18-23)
Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.
La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió. Pero dándole al mismo tiempo esta esperanza:
que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (13, 1-23)
Gloria a ti, Señor.
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla.
Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron.
Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.
Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron:
“¿Por qué les hablas en parábolas?” El les respondió:
“A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice:
Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón.Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.
Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador.
A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que
cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El libro del profeta Isaías se divide en tres partes: la primera la podemos llamar el libro de la denuncia; la segunda el libro del anuncio y la tercera la consolación. El texto que hoy leemos pertenece a esta última sección del libro y nos da ya una pista para la interpretación del pasaje. Isaías III nos presenta una comparación que subraya el papel fundamental de la palabra de Dios para que se verifique la eficacia de su obra o acción. La palabra de Dios es entonces la lluvia que hace fecundos incluso los terrenos más áridos y duros. Se describe todo el ciclo completo del agua, desde su precipitación como gotas en las nubes, pasando por su acción benéfica en el terreno cultivado, hasta su retorno al cielo, lista para emprender de nuevo su cometido. De igual forma la palabra de Dios, que parte rauda de la boca de Dios, hace fértil el campo cultivado y realiza el cometido para el que fue enviada.
Esta comparación nos ayuda a comprender que la palabra que Dios nos comunica no gira en el vacío, sino que se dirige a los ‘terrenos cultivados’, o sea , a todas las personas que con devoción y cariño preparan su mente y sus afectos para que sea eficaz la palabra que ellos reciben de Dios por medio de los profetas. De este modo la comparación resalta dos elementos muy importantes: la palabra se dirige a los ‘terrenos cultivados’ donde la semilla ya reposa y la palabra retorna a su fuente de origen.
El evangelio de Mateo complementa esta imagen tan poderosa y sugestiva con la ‘parábola del sembrador’. En esta parábola los elementos decisivos son la excelente calidad de la semilla y la disposición del terreno. El sembrador lanza una semilla de excelente calidad y lo hace con la generosidad y esperanza de quien ama su campo de cultivo. No ahorra esfuerzo ni semillas; las coloca incluso en lugares en donde no cabría esperar ningún resultado ya que su interés no es conservar sino esperar que esa semilla haga fructificar todos los sectores de su parcela. El otro elemento decisivo, el terreno, responde de diferente manera según la ‘calidad’ de la tierra. La buena disposición de cada pedazo de la parcela constituye el factor desicivo para el éxito de la empresa. La semilla es buena, pero no siempre el terreno que responde de manera desigual.
La interpretación de la parábola que aparece en la sección siguiente del evangelio, nos da una claves poderosas de comprensión. La disposición del terreno se refiere a la actitud de las personas. Algunas se dejan cultivar y ofrecen una tierra apta donde la semilla echa raíces profundas. Otras, en cambio, ofrecen terrenos donde la semilla se pierde por exceso de dureza, por descuido, superficialidad o negligencia. Tanto el grupo representado por los buenos terrenos, como el grupo representado por los terrenos no receptivos, hacen parte de la misma parcela. Los dos están en la misma geografía, en la misma historia y en el mismo momento. No hay excusa válida para justificar la falta de acogida y de respuesta.
Esta parábola se refiere a una realidad de la comunidad cristiana sobre la que ya se había hecho una profunda recepción. En la comunidad, representada por la parcela, se encuentran terrenos, es decir personas, con diferentes actitudes y proyectos. No se puede saber de antemano que respuesta va a dar cada quien. Lo único que se sabe es que el sembrador reparte con generosidad su fértil semilla. Sin embargo, en el desarrollo del proceso de cultivo se sabe quien es apto y quien no. Pero no basados en criterios arbitrarios, sino en el fruto que cada quien muestra. La expresión ‘dar frutos’ tiene un valor muy preciso en la Biblia y se refiere siempre a la respuesta positiva del ser humano al proyecto de Dios. Pero no a cualquier proyecto presentado en nombre de Dios, sino a la propuesta de los profetas que Jesús de Nazaret ha llamado ‘reinado de Dios’. Es decir, una experiencia humana donde sea posible al amor solidario, la libertad para hacer el bien y la justicia responsable.
La parábola del sembrador nos pone en contacto con la profecía consoladora de Isaías. La palabra de Dios actúa en la historia humana en las personas que cultivan el terreno sorprendente del amor solidario, de la escucha atenta del hermano y del servicio generoso y desinteresado a los excluidos. La palabra de Dios se hace fecunda en las comunidades y personas que asumen una actitud responsable ante la historia y no permiten que la ‘buena nueva del evangelio’ se convierta en consigna barata ni en cliché de espiritualizaciones alienadoras y superfluas, sino que procuran siempre que la palabra del profeta sea eficaz en la historia.
Pablo, en la Carta a los Romanos, nos propone esta misma reflexión: la creación, el terreno fértil que Dios ha dado al ser humano en la historia (Gn 2, 4-25), aguarda con impaciencia la realización de la obra de Cristo en toda la humanidad. La propuesta de Jesús nos abre a la esperanza de un futuro en el que la Humanidad se reconoce en la justicia y en el amor solidario y no en la muerte y la guerra.
Para la revisión de vida
Dios ha sembrado su palabra en mi vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o ha fructificado? ¿Cuánto, cómo?
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Con el deseo de trabajar por la transformación de nuestro mundo mientras aguardamos la hora de ser los hijos de Dios y la redención de nuestro cuerpo, oremos con confianza diciendo:
Bendice a tu pueblo, Señor.
Para que la Iglesia prepare el corazón de los hombres del tercer milenio para acoger la Palabra de Dios.
Oremos.
Bendice a tu pueblo, Señor.
Para que nuestros Pastores sean celosos en la predicación, pacientes en la espera y misericordiosos en la acogida.
Oremos.
Bendice a tu pueblo, Señor.
Para que la gracia y la vida que nos trajo Jesús haga germinar la paz en el mundo y la conversión en los corazones.
Oremos.
Bendice a tu pueblo, Señor.
Para que los enfermos y agonizantes experimenten el consuelo y la fuerza de Dios, que se manifiesta en su debilidad.
Oremos.
Bendice a tu pueblo, Señor.
Para que el Espíritu de Dios fecunde el trabajo de los misioneros, y para que ellos cuiden de su pueblo con espíritu evangélico.
Oremos.
Bendice a tu pueblo, Señor.
Para que viviendo como hijos de Dios contagiemos nuestra fe, vivida con ilusión
y compromiso.
Oremos.
Bendice a tu pueblo, Señor.

Celebrante:
Mientras aguardamos la gloria que un día se nos manifestará, te pedimos, Padre, que acojas las oraciones que te dirige tu pueblo en nombre de Jesucristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Mira bondadosamente, Señor, las ofrendas de tu Iglesia suplicante, y conviértelas en alimento espiritual que ayude a crecer en santidad a todos tus fieles.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio Dominical V
La creación alaba al Señor
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo con todo cuanto contiene; determinaste el ciclo de las estaciones; y formaste al hombre a tu imagen y semejanza: porque lo hiciste dueño de un mundo portentoso, para que en tu nombre dominara la creación entera y, al contemplar la grandeza de tus obras, en todo momento te alabara.
Por Cristo nuestro Señor. A quien cantan los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Dichosos los que se acercan a tu altar, Señor. Dichosos los que viven en tu casa y pueden alabarte siempre, Rey mío y Dios mío.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te suplicamos, Señor, que esta Eucaristía que hemos recibido, nos ayude a amarte más y a servirte mejor cada día.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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