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sábado, 8 de octubre de 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXVIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 09 de Octubre, 2011

Ordinario de la Misa: Domingo XXVIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 09 de Octubre, 2011
Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario
Día del Señor
Habitaré en la casa del Señor toda la vida
Muéstranos, Señor, tu misericordia
Antífona de Entrada
Si conservaras el recuerdo de nuestras faltas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero tú, Dios de Israel, eres Dios de perdón.
Se dice Gloria.

Oración Colecta
Oremos:
Te pedimos, Señor, que tu gracia nos inspire y acompañe siempre para que podamos descubrirte en todos y amarte y servirte en cada uno.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (25, 6-10)
En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. El arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Así lo ha dicho el Señor.
En aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara. Alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae, porque la mano del Señor reposará en este monte”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 22
Habitaré en la casa del Señor
toda la vida.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
Habitaré en la casa del Señor
toda la vida.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Habitaré en la casa del Señor
toda la vida.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
Habitaré en la casa del Señor
toda la vida.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los filipenses
(4, 12-14. 19-20)
Hermanos: Yo sé lo que es vivir en pobreza y también lo que es tener de sobra. Estoy acostumbrado a todo: lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo a la abundancia que a la escasez.
Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza. Sin embargo, han hecho ustedes bien en socorrerme cuando me vi en dificultades.
Mi Dios, por su parte, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas las necesidades de ustedes, por medio de Cristo Jesús. Gloria a Dios, nuestro Padre, por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (22, 1-14)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso.
Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron.
Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego les dijo a sus criados:
‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados:
‘Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos’ ”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
La primera lectura complementa hoy relevantemente el tema central del evangelio. La promesa de vida de Dios se dirige a todos y promete una plenitud que es gozo, liberación de todo mal, ternura. El banquete es más que una buena comida: es saber que todos los males desaparecen, desaparece el drama de una historia desquiciada y el drama de toda lágrima en todo ojo humano. Un texto para repasar y meditar frase por frase.
En el Evangelio, la situación que se ha creado con el advenimiento del Reino en la persona de Jesús puede ilustrarse con lo que se describe en la parábola. En primer lugar se destaca la importancia del que llama: "un rey" -la mentalidad popular pensaba inmediatamente en Dios- y de la fiesta que celebra: "la boda de su hijo". El punto que merece subrayarse con mayor insistencia son las reiteradas invitaciones, en primer lugar a sus amigos que ya habían sido convidados (llamados) anteriormente. En la invitación que se les dirige ("Todo está a punto. Venid a la boda") resuenan las palabras que inician y resumen la predicación de Jesús: "Está cerca el Reino de los cielos: convertíos" (cfr. Mt 4, 17).
Pero, a la hora de la verdad, los primeros invitados se desentienden. Tratándose del rey, rechazar su invitación y maltratar a sus enviados, es una muestra clara de estar contra él. La reacción del anfitrión es doble: a) Convidar a todos, malos y buenos, a la fiesta y llenar así la sala del banquete. Esto debía ser una gran bofetada para los que no habían querido acudir a la boda. B) Terminar con los que han rechazado la invitación y prender fuego a la ciudad. Parece que la parábola seguiría un orden más lógico sin los versículos 6 y 7, y así Lucas los desconoce totalmente. Seguramente son fruto de la reinterpretación que la iglesia mateana hace de la parábola después de la destrucción de Jerusalén, el año 70, a la que aquí se alude; y los malos tratos al segundo grupo de enviados pueden referirse a la actuación del judaísmo con los primeros cristianos.
El versículo 10 ("La sala del banquete se llenó de comensales") sería el final de la parábola. El nuevo pueblo de Dios se ha reunido abriendo a todos sus puertas: a buenos y malos. Pero los últimos versículos -una parábola de juicio- indican que del hecho de pertenecer a la comunidad eclesial no se sigue automáticamente la entrada en el Reino, sino que es necesaria una transformación personal, expresada con la imagen del traje de fiesta. El rey-juez excluye a quien no lo lleva y su situación expresa la desaparición de aquel que, por culpa propia, ha sido excluido de la salvación.
Y el texto evangélico termina con una sentencia generalizadora, en su origen seguramente independiente de la parábola: la llamada de Dios es para todos, pero exige una respuesta que no todos dan.
En la segunda Lectura, Pablo, que normalmente no acepta ayudas materiales, ha recibido en la cárcel una ayuda de los filipenses, lo que agradece vivamente. En el fragmento que leemos, el apóstol se muestra capaz de vivir en medio de las circunstancias más diversas. Pero esta capacidad no es fruto de una especie de estoicismo, sino de la fuerza de Jesucristo: "Todo lo puedo en aquel que me conforta..."

Para la revisión de vida
Dios nos invita a todos a asistir al banquete de la fiesta de su Reino. La vida es una invitación, y una invitación festiva, a una fiesta... ¿Estoy dispuesto a aceptar esa invitación, a acogerla sin prejuicios ni condiciones, a vivir la vida como una fiesta, a aprovecharla conscientemente, y a colaborar para que todos participen en la fiesta del Dios de la Vida?

Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Sabiendo que la bondad y la misericordia del Señor nos acompañan todos los días de nuestra vida, digámosle con fe:
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
Para que la Iglesia salga al encuentro de los que sufren, no tienen fe o necesitan ayuda.
Oremos.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
Para que el Señor manifieste su presencia y consuelo a los que lloran a causa de la guerra, la opresión o la injusticia.
Oremos.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
Para que todos los que trabajan por la convivencia fraterna de todos los hombres, experimenten la fuerza de Dios que los conforta.
Oremos.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
Para que los hombres y mujeres de cualquier raza, condición social o religión,se sientan seducidos por el bien, el amor y la verdad.
Oremos.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
Para que todos los difuntos gocen del banquete de bodas de Jesús, el Hijo de Dios.
Oremos.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.
Para que crezcamos en el amor y un día podamos disfrutar de la gloria.
Oremos.
Muéstranos, Señor,
tu misericordia.

Celebrante:
Muestra Señor tu misericordia a tu Iglesia que te suplica, acoge sus intenciones y da fecundidad a su tarea evangelizadora.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, nuestras ofrendas y concédenos que esta Eucaristía nos ayude a
conseguir la gloria del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio Dominical VIII
La Iglesia está unificada en el
vínculo de la Trinidad
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues quisiste reunir de nuevo, por la sangre de tu Hijo y la acción del Espíritu Santo, a los hijos dispersos por el pecado; y de este modo tu Iglesia, unificada a imagen de tu unidad trinitaria, aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, para alabanza de tu sabiduría infinita.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Los que buscan riquezas, sufren pobreza y hambre; los que buscan al Señor, no carecen de nada.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te pedimos, Señor, humildemente, que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que hemos recibido en alimento, nos comuniquen su misma vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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