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viernes, 27 de enero de 2012

HOMILIAS: IV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. 29 DE ENERO 2011

HOMILIAS: IV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO B. 29 DE ENERO 2011
1.- ENSEÑAR CON AUTORIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Este enseñar con autoridad es nuevo. Cuando los judíos que habían ido a la sinagoga oyeron hablar a Jesús “se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”. ¿Qué querían decir los judíos cuando afirmaban que Jesús enseñaba con autoridad? El texto evangélico lo deja bastante claro, cuando añade a continuación: porque “hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. La palabra “autoridad” no significa, pues, autoritarismo, ni mucho menos despotismo, sino eficacia: cuando Jesús dice algo, eso se cumple. Las palabras de Jesús no son palabras vacías, o frases más o menos bonitas; las palabras de Jesús se traducen en hechos. Jesús hace lo que dice y lo que Jesús dice se hace: hasta los espíritus inmundos le obedecen, es decir, nadie es capaz de contrarrestar o anular la fuerza de las palabras de Jesús. En eso se distingue de los escribas y fariseos. Los escribas y fariseos, cuando hablaban en la sinagoga, solían hablar bien, muy bien, y con un gran conocimiento de la Ley, pero sus palabras se quedaban sólo en eso: en palabras. No había correspondencia entre lo que decían y lo que hacían; sus palabras eran palabras vacías, sin fuerza persuasoria, sin autoridad. Jesús hablaba de otra manera; su manera de hablar era algo nuevo. Podríamos preguntarnos nosotros, los discípulos de Jesús: cuando hablamos nosotros, ¿hablamos con autoridad?; ¿hacemos lo que decimos y se hace lo que nosotros decimos?
2.- Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo les mande. El pueblo de Israel había pedido al Señor que les mandara algún profeta que les hablara en su propio lenguaje. No querían que el Señor siguiera hablándoles a través de truenos o zarzas ardiendo. Y el Señor les dice por medio de Moisés: sí, tenéis razón, os mandaré un profeta de entre vosotros, como Moisés. Pero debéis escucharle y hacer lo que él os diga, porque el profeta hablará en mi nombre. Al profeta que no hable en mi nombre, yo le castigaré y si vosotros nos escucháis al profeta que hable en mi nombre, os pediré cuentas. Todos nosotros, en algún momento, podemos ser profetas y hablar a otros en nombre de Dios y todos nosotros, en algún momento, podemos oír hablar a algunas personas en nombre de Dios. En uno y otro caso, debemos saber distinguir lo que es voz de Dios y lo que es mera voz humana. Para nosotros, los cristianos, el criterio decisivo para saber distinguir esto es el evangelio de Jesús. Dios nos ha hablado por medio de su Hijo y nuestras palabras y las palabras de los demás serán tanto más verdaderas cuanto más se acerquen a la palabra de su Hijo, a la Palabra de Dios.
3.- Quiero que os ahorréis preocupaciones. San Pablo, en esta carta a los Corintios, habla sobre la conveniencia de casarse o permanecer soltero. El soltero, la soltera, dice el apóstol, está más libre para dedicarse “al trato con el Señor” Pero no quiere darles ninguna norma, se trata de un simple consejo, porque en la práctica unos tendrán vocación de solteros y otros tendrán vocación de casados. Y “más vale casarse, que quemarse”. Él, les dice, está soltero y cree que esto es lo mejor, porque así tiene más tiempo y está más libre para dedicarse a las cosas del Señor. Que cada uno mire cuál es su vocación y actúe en consecuencia.
4.- Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “no endurezcáis vuestro corazón”. Estas palabras del salmo 94 son un buen consejo, y un buen deseo, para cada uno de nosotros, todos los días de nuestra vida. Estar siempre atentos a la voz del Señor y cumplir lo que el Señor nos dice. Que la palabra del Señor sea para nosotros palabra eficaz, que acatemos siempre con corazón dócil lo que el Señor nos manda. Que el hablar de Cristo, su evangelio, sea siempre para nosotros un hablar con autoridad, una palabra que se cumpla en nosotros.
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2.- UN DÍA EN LA VIDA DE JESÚS (PRIMERA PARTE)
Por Pedro Juan Díaz
1.- Cuando hacemos una lectura continuada de los evangelios descubrimos cosas interesantes, por ejemplo, qué hábitos de vida tenía Jesús, que cosas hacía más, a qué dedicaba la mayor parte de su tiempo, cuando se levantaba, cuáles eran sus preferencias. Algo así me ha pasado al leer el evangelio de Marcos y ver que los dos fragmentos que la Iglesia nos ofrece en este domingo y en el próximo, forman una unidad que podíamos titular: “un día en la vida de Jesús”. Y hoy sería la primera parte.
2.- ¿Qué nos imaginamos que haría Jesús en su vida cotidiana? Dejemos de imaginar y vayamos a las fuentes, en este caso, al evangelio. Hoy el evangelio nos sitúa en el lugar y el tiempo. El lugar es Cafarnaúm, un pueblo situado a orillas del mar de Galilea y muy frecuentado por Jesús. De hecho, posteriormente le llamarán “la ciudad de Jesús”. Y dentro de esta ciudad, el evangelio nos sitúa en la Sinagoga. ¿Por qué? Porque es sábado, el día más importante de la semana para los judíos, y la actividad de ese día comienza en la Sinagoga, orando, escuchando la Palabra de Dios, dando gracias… Algo similar a lo que nosotros hacemos los domingos en la Iglesia. Por tanto, sabemos que es un sábado y que Jesús está en la Sinagoga de Cafarnaúm con sus discípulos (la semana pasada escuchamos como los eligió y los hizo “pescadores de hombres”).
3.- ¿Qué hace Jesús? El evangelio dice que estaba enseñando y que la gente se quedaba asombrada de cómo hablaba. Decían que hablaba con autoridad, como nadie lo había hecho antes. Eso no quiere decir que hablara a gritos, sino que hablaba desde la vida, poniendo ejemplos muy concretos (las parábolas que nosotros conocemos). En definitiva, lo que le llamaba la atención a la gente es que les hablaba de Dios de una manera muy cercana, tan cercana que hasta la gente más sencilla lo podía entender. Dios estaba al alcance de la mano. Dios estaba en la vida cotidiana, entre las personas, preocupado y ocupado de nuestras cosas, de nuestras alegrías y de nuestros problemas, y no allá en el cielo, distante y lejano, solo accesible para los que tenían estudios y podían leer y profundizar la Palabra de Dios. Jesús estaba acercando la Buena Noticia del evangelio a la gente más sencilla, a los más pobres. Y la gente lo entendía y lo acogía con alegría.
4.- Jesús quiere acercar a Dios a las personas sencillas. Por eso usa un lenguaje sencillo, usa parábolas, para que la gente más humilde le pueda entender y puedan reconocer que en Él está Dios. Un Dios que viene a decirles que está de su parte, que ama a todas las personas, porque todos somos sus hijos, pero especialmente a los más pobres y desfavorecidos. Que no quiere más injusticias, ni más abusos hacia los pobres. Y que ha enviado a su hijo Jesús como el Mesías esperado, para que anuncie el Reino de Dios y la Buena Noticia. Jesús es esa Buena Noticia de parte de Dios.
5.- ¿Qué más cosas hacía Jesús? Después de enseñar, toca actuar. Dios es un estupendo pedagogo. No enseña con teorías celestiales, sino que enseña desde la acción, que es como mejor se aprende. Si Jesús ha dicho que Dios está cerca de los más desfavorecidos, allí hay una persona atrapada, esclavizada, impedida, atemorizada, marginada por su propia gente. En aquellos tiempos, las posesiones por espíritus inmundos tenían su origen en situaciones de opresión o marginación, y muchas de ellas, con los avances médicos de hoy, tendrían explicaciones muy normales, y no tan “demoníacas”. Pero la cuestión es que allí había una persona que estaba sufriendo y eso Dios no lo quiere.
Para aquel hombre, el encuentro con Jesús fue una Buena Noticia, porque salió de allí como una persona nueva, libre, con posibilidad de hacer de nuevo una vida normal y reincorporarse a su familia, a la vida social y laboral, y también a la vida religiosa. Seguramente, no pasaría ni un día en adelante en que no diera testimonio a sus paisanos de lo que Jesús había hecho con él. Por eso dice también el evangelio que la fama de Jesús se extendió por toda la comarca.
6.- ¿Qué nos quiere decir el Señor con todo esto? Que el mensaje de Jesús es una Buena Noticia y que hay que vivirla como tal. Que no tengamos miedo de acercarnos a su Palabra y dejarnos transformar por ella, como a aquel hombre le pasó. Y que hagamos de nuestra vida un gran testimonio, un gran mensaje para todas las personas, de lo mucho y lo bueno que hace Dios con cada uno de nosotros. La fe es para vivirla con alegría, con esperanza y con gozo. Y la Eucaristía es el momento donde compartimos todo eso, como hermanos, como hijos todos de un mismo Padre que nos quiere. Vivámoslo así.

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2.- MAESTRO Y DOCTOR, LUZ Y CAMINO
Por Antonio García-Moreno
1.- EL NUEVO PROFETA.- Los cananeos recurrían a los hechiceros para que les adivinaran el porvenir, para consultarles la conveniencia de hacer la guerra, para que predijeran el resultado de sus luchas. Unas prácticas mágicas, unos ritos misteriosos que fascinaban a los hombres primitivos de aquel tiempo. Los judíos, al ponerse en contacto con ellos, se sintieron también atraídos por aquellas prácticas, procurando buscar a escondidas al adivino que les dijera cuál había de ser el futuro.
Pero Dios no permite que su pueblo practique la adivinación, la magia, las artes de encantamiento, las consultas a los espíritus. Dios dará a su pueblo quien le guíe con acierto y seguridad. Un Profeta que no engañe a la gente con supercherías y halagüeñas predicciones Por eso un Profeta surgió en medio de los hombres, para iluminar la vida humana con sus palabras: Cristo, el Hijo de Dios.
Su palabra vibró en el aire, llenando de consuelo el corazón afligido del hombre, palabra llena de sabiduría, de esa ciencia que supera las pobres limitaciones del humano entender... Y sin embargo, Señor, tus palabras resbalan por nuestras almas como resbala el agua por la piedra. Perdona nuestra torpeza, perdona que recurramos a la sabiduría de los hombres, o al horóscopo de una revista cualquiera para decidir lo que hemos de hacer. Perdona que no te consultemos a ti llevando nuestros problemas a la oración, consultando a los que tú has dado misión para ser tus sacerdotes y profetas.
Tus sacerdotes, los hombres de Dios. Los que tienen la misión de hablar en tu nombre. ¡Qué difícil misión, Señor! Y qué difícil también escuchar a veces tu voluntad en sus palabras. Necesitan tu luz para ver claro cuáles son tus planes; necesitan valor para decir lo que han de decir, aunque les cueste. Y necesitamos fe, sacerdotes y laicos, para creer en las palabras de un hombre.
Pero lo difícil, Señor, es entender cuál es tu deseo cuando esos que son tus profetas y sacerdotes se contradicen. ¿Qué hacer entonces?... Tú contabas con todo esto. Y por eso quisiste que tu Iglesia, tu pueblo, fuera una sociedad jerárquica. Quisiste que hubiera una cabeza visible, un Vicario que hiciera tus veces, y que en último término dijera la palabra definitiva. El Romano Pontífice es el profeta. Y los que siguen sus palabras te siguen a ti. Y los que no, están al margen de Ti.
Tú mismo, Señor, nos pedirás cuentas un día. Nos exigirás que te digamos cómo hemos ejecutado tus palabras, cómo respondemos a las exigencias -a veces heroicas- de nuestra fe. Y no servirán las excusas, no valdrá el refugiarse en que nos dijeron esto o lo otro, no podremos eludir nuestra personal responsabilidad, y echar la culpa propia sobre los demás... Haz, Señor, que lo comprenda a tiempo. Concédeme la luz necesaria para saber cuál es tu voluntad en cuanto hago. Y dame también fortaleza suficiente para hacerlo.
2.- SÓLO UN MAESTRO.- Sin duda que una de las facetas más importantes de la vida de Jesús fue la de Maestro. Siempre que los evangelistas, en especial San Mateo, resumen en pocas palabras la actividad de Cristo, destacan que enseñaba y predicaba a la multitud. Es cierto que también hacía milagros y que expulsaba a los demonios. Pero en realidad todo aquello no era otra cosa que el aval de su palabra, un confirmar con obras extraordinarias el poder santificador que latía en su enseñanza. En alguna ocasión dirá Jesús mismo que ya que no creen en lo que Él dice, que crean, al menos, en lo que hace. Así dirá en algún momento que las obras dan testimonio en su favor.
Nadie enseñó en Israel, ni en el mundo entero, como él enseñó. Bien pudo decir a sus discípulos que a nadie llamaran maestro, "porque uno sólo es vuestro Maestro", ni tampoco doctores "porque uno sólo es vuestro Doctor, el Mesías". Sí, Jesús es el único que realmente tiene palabras de vida eterna. Ante esto, nosotros, como Pedro un día, hemos de reconocer que no tenemos a otro a quien ir más que a él, Maestro y Doctor, Luz y Camino para todos los hombres, incluso para los de nuestro tiempo. En efecto, él quiso seguir hablando y enseñando a lo largo de toda la Historia. Por eso transmitió sus poderes, su doctrina y su mensaje a los que él escogió como Apóstoles. Y los envió lo mismo que el Padre lo había enviado a él, confiriéndole el poder de perdonar los pecados y de hacer discípulos de entre todas las gentes, asegurándoles que quien a ellos escuchaban y recibían, a él mismo era a quien aceptaban.
La Iglesia es, por tanto, quien a través del Papa y de los obispos en comunión con él, transmite a los hombres el Evangelio de la salvación, las palabras de Jesús que comportan, en quien las cumple, la vida eterna. Es ésta una verdad que no podemos olvidar nunca, una cuestión fundamental de nuestra fe que es preciso aceptar con todas sus consecuencias, si queremos vivir cerca de Dios.
Hay que convencerse de que es imposible vivir unidos al Cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia, si no permanecemos en comunión de doctrina y de obras con quienes hacen cabeza. Con razón llamaba Santa Catalina al Papa "el dulce Cristo de la tierra". Y así es efectivamente. Por lo cual hemos de estar atentos a sus palabras, y desconfiar de quienes predican en disconformidad, aunque sea mínima, con lo que él nos enseña.
El justo vive de la fe, dice San Pablo. De ahí que si uno no se mueve por motivos de fe, corre el peligro de caminar en pos de falsos pastores, lobos con piel de oveja, mercenarios que buscan su bien personal y no el del rebaño. Dios quiera que no nos dejemos engañar y sepamos discernir la voz del buen pastor.
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3.- "VENCER EL MAL"
Por José María Martín, OSA
1.- El profeta verdadero. Dios nos habla siempre de manera humana: "En diversas ocasiones y de muchas maneras Dios antiguamente había hablado a los padres por boca de los profetas; pero ahora, en estos días que son los últimos, nos ha hablado a nosotros en la persona del Hijo", leíamos por Navidad. En el libro del Deuteronomio Moisés anuncia al pueblo que el Señor suscitará un profeta, haciendo caso a la petición del pueblo en la asamblea del Horeb. En él escucharán la voz de Dios. El profeta transmitirá la Palabra de Dios, es un intermediario entre Dios y los hombres. El profeta no hablará por sí mismo, el propio Yahvé pondrá las palabras en sus labios. Hay en el texto una doble advertencia: en primer lugar contra aquellos que no quieren escuchar a los auténticos profetas, en segundo lugar contra los falsos profetas que se anuncian a sí mismos, o que "dicen palabras que yo no les he mandado". Clara alusión ésta a aquellos que se autoproclaman profetas y engañan al pueblo, señalando que la salvación está en la alianza con Egipto o Babilonia, El profeta verdadero anuncia y denuncia, con el riesgo de no ser escuchado. Incluso estará expuesto a la persecución, cuando avisa que la auténtica salvación viene de la conversión del corazón
2.-. "Ojalá escuchéis hoy su voz". Hoy día vivimos inundados de palabras. Cada mañana nos despertamos con las palabras que oímos en la radio o en la televisión, palabras que leemos en los periódicos. Palabras, palabras, palabras… Sufrimos una auténtica "inflación verbal". "Ojalá escuchéis hoy su voz", nos dice el salmo 94. Enseguida, después de estas palabras, el salmo continua: "No endurezcáis el corazón". También Jesús ha hablado muchas veces de la dureza del corazón. Se puede poner resistencia a Dios, uno puede cerrarse a Él y negarse a escuchar su voz. A veces no se trata ni siquiera de mala voluntad. Es que cuesta reconocer "esa voz" en medio de muchas otras voces que resuenan dentro. Muchas veces el corazón está contaminado de demasiados ruidos ensordecedores: son inclinaciones desordenadas que conducen al pecado, la mentalidad de este mundo que se opone al proyecto de Dios, las modas, los "slogan" publicitarios. Sabemos lo fácil que resulta confundir las propias opiniones, los propios deseos con la voz del Espíritu en nosotros y lo fácil que es, por consiguiente, caer en caprichos y en lo subjetivo. Tengo que hacer callar todo en mí para descubrir la voz de Dios. Y tengo que extraer esa voz como se rescata un diamante del barro: limpiarla, sacarla a relucir y dejarse guiar por ella. Entonces también podré ser guía para otros.
3.- La autoridad de Jesús. Habla con autoridad, porque confirma con sus hechos lo que pronuncian sus labios. Los escribas, más juristas que teólogos, interpretaban los mandamientos y exponían las verdades de la Escritura, pero no arriesgaban sentencia u opinión personal si no estaba avalada por los textos sagrados y las enseñanzas de los maestros más acreditados. En cambio, Jesús habla como quien tiene autoridad, porque es consciente de que en él y en su mensaje la Ley y los Profetas adquieren plenitud de sentido. Por eso su palabra es poderosa para ordenar a los demonios y someterlos a su voluntad, para perdonar los pecados que sólo Dios puede perdonar, para curar enfermos y resucitar a los muertos. Por eso habla con autoridad y dispone de la Ley: "Habéis oído que se dijo... pero yo os digo"
4.- Luchar contra el mal. Jesús tiene que hacer frente a un espíritu inmundo, que grita "¿qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?" Son las fuerzas del mal, las fuerzas oscuras que hay dentro de nosotros las que se oponen al mensaje liberador de Jesús. El mal existe, el espíritu del mal sigue actuando. El evangelista Marcos nos presenta la victoria de Jesús. Pero hace falta que nosotros estemos dispuestos a colaborar con Él en esta lucha. Es un combate que se desarrolla primero en nuestro propio interior cuando las fuerzas oscuras nos acosan, nos envuelven, nos ciegan y hasta nos derriban. Pero hemos de levantarnos, Dios está a nuestro favor, lucha con nosotros. El mal será vencido en nuestro interior, el egoísmo será desterrado de nuestra conducta si escuchamos la voz del Señor y no endurecemos nuestro corazón. Pero también tenemos que luchar contra las tuerzas del mal solidarizándonos con todos aquellos que se esfuerzan por crear unas condiciones de vida más justas y fraternas. No basta con hacer el bien individualmente, hay que unirse a todas aquellas iniciativas que hacen posible la construcción del reino de Dios. Pablo, en la segunda lectura, habla desde una perspectiva escatológica, creyendo que el fin del mundo era inminente y que, por tanto, no merecía la pena ocuparse de cosas temporales. Sin embargo, sabemos que este mundo continúa y a nosotros corresponde mejorarlo con nuestro trabajo. El propio Pablo así lo entendió después. Coherencia de vida es lo que debemos ofrecer los cristianos si queremos hablar con autoridad y ser auténticos testigos de la Buena Noticia, pues “vale más un buen ejemplo que mil palabras". Muchos vemos en Jesús el profeta prometido por Moisés, y algo más que profeta...Nosotros también hemos sido consagrados como profetas en el sacramento del Bautismo.

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