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viernes, 27 de enero de 2012

LECTIO DIVINA PROPIO DE TODOS LOS SANTOS: Santo Tomás de Aquino

LECTIO DIVINA PROPIO DE TODOS LOS SANTOS: Santo Tomás de Aquino
28 de enero

Nació en el seno de la noble familia de Aquino en torno a 1225 y pasó los primeros años de su formación religiosa ¡unto a los benedictinos de Montecassino. Siendo estudiante en la Universidad de Nápoles, entró en contacto con los dominicos, que acababan de ser fundados hacía pocos años. Fascinado por el estilo de éstos en Nápoles, quiso abrazar este tipo de vida, pero tuvo que hacer frente a resistencias familiares. En Colonia (Alemania) fue alumno predilecto de san Aiberto Magno (1248-1252). Cuando apenas contaba treinta años se le concedió el grado de maestro en Teolo9ía por la Universidad de París. Su actividad de profesor, predicador, consultor de obispos y papas y defensor de la fe fue enorme.

Escribió muchas obras comentando la Sagrada Escritura, obras de teología —las más famosas son la Summa teológica y la Summa contra gentiles— y obras comentando los principales escritos de Aristóteles y de otros grandes estudiosos del pensamiento filosófico. Estas obras, maravillosa síntesis de armonía entre las conquistas más arduas del pensamiento humano y de la traducción 9enuina de la fe católica, continúan orientando todavía hoy el estudio de la teología.

Murió el 7 de marzo de 1274 en la abadía de Fossanova mientras iba de viaje para el Concilio de Lyon, en el que iba a tomar parte junto con san Buenaventura, de quien era muy amigo. Fue canonizado el 18 de ¡ulio de 1323 por Juan XXII. San Pío Y lo proclamó «doctor de la Iglesia» en 1567, y León XIII, patrono de las escuelas católicas en 1.879.

LECTIO

Primera lectura: Efesios 3,8-12

Hermanos: 8 A mí, el más insignificante de todos los creyentes, se me ha concedido este don de anunciar a las naciones la insondable riqueza de Cristo 9 y de mostrar a todos cómo se cumple este misterioso plan, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todas las cosas. 10 De esta manera, los principados y potestades que habitan en el cielo tienen ahora conocimiento, por medio de la Iglesia, de la múltiple sabiduría de Dios, 11 contenida en el plan que desde la eternidad proyectó realizar en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 Mediante la fe en él y gracias a él, nos atrevemos a acercarnos a Dios con plena confianza.

+++El comentario más elocuente de la Palabra de Dios es la vida de los santos que en ella se inspiran. Con su ejemplo la hacen elocuente y nos sirven de apoyo a la hora de vencer las resistencias que a menudo trae consigo el configurar con ella nuestra propia vida.

El Señor, el Creador del universo, lo hace todo «con sabiduría y amor», pero nosotros —aunque sostenidos por la gracia— quisiéramos encontrar una legitimación que nos exima de pensar y de anunciar sus obras, con el pretexto de que son demasiado grandes para nosotros o bien de que somos demasiado pequeños para una vocación y una misión tan sublimes.

Los santos, con la simplicidad de su vida, atestiguan a qué alturas lleva la gracia de Dios a las mentes y los corazones de las personas que se confían con humildad y sinceridad a él, quedando transformada su existencia por su entrega al Misterio. Este designio salvífico, revelado en Cristo, es manifestado ahora por medio de la Iglesia, madre y maestra de la Verdad. A través de ella inadia el Espíritu las bellezas de la multiforme sabiduría de Dios, la misma que, cuando es acogida con una mente y con un corazón dóciles por parte del hombre, capacita para acercarse al Padre con plena confianza, mediante la fe.

Evangelio: Juan 17,11b-19

En aquel tiempo, elevó Jesús los ojos al cielo y oró diciendo: 11 Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno. 12 Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo guardaba, en tu nombre, a los que me diste. Los he protegido de tal manera que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse para que se cumpliera lo que dice la Escritura. 13 Ahora, en cambio, yo me voy a ti. Si digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo es para que ellos puedan participar plenamente en mi alegría. 14 Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. 15 No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del maligno. 16 Ellos no pertenecen al mundo, como tampoco pertenezco yo. 17 Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad. 18 Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. 19 Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que también ellos se ofrezcan enteramente a ti, por medio de la verdad.

+++La misión de dejarse configurar y consagrar en Cristo está potenciada y sostenida por la misma oración de Jesús. Las peticiones que él, en actitud orante, dirige al Padre por aquellos que han vivido con él revelan los vínculos profundos que quiere establecer con ellos y la plenitud de comunión en la que desea unirlos y vivificarlos. Su solicitud respecto a los discípulos, durante el tiempo de su presencia entre nosotros y ahora que se encuentra junto al Padre, está destinada por completo a consolidar los vínculos de comunión que unen al Padre con él y en los cuales quiere introducirlos.
Jesús quiere que sus discípulos sean custodiados en el nombre santo del Padre, el nombre que él mismo ha revelado y en el que los ha conservado. Tras ser enviado por el Padre, nos ha dado su Palabra —a saber, él mismo— y se ha convertido en fuente de aquella alegría que es la única que permite no sucumbir en las pruebas, no convertirse en víctimas del rechazo que el mundo le reserva a Jesús, a su palabra, a sus discípulos. Este compartir el rechazo es reflejo y expresión que hace resaltar el compartir que subsiste entre el Padre, Jesús, los discípulos.

Jesús pide que este vínculo, con el que él y el Padre están unidos, sea duradero, creciente e intenso también en nuestra relación con él, que se convierta en fuerza de defensa que nos haga invulnerables al maligno que acecha en el camino, la presencia en el mundo de aquellos que han sido consagrados en la Verdad. El vínculo con el que él y el Padre son uno se extiende, en virtud de su misión, a los discípulos y es en ellos fuente de la misión que les ha sido confiada. Cuando le son fieles, los protege y los hace crecer en la alegría que acompaña al gusto de la Verdad de la Palabra que fundamenta la comunión con Jesús y, en él, con el Padre por el Espíritu. La luz de la mente y la paz del corazón alimentan el fervor en el anuncio que invita a vivir en la consagración y a irradiar su belleza.

MEDITATIO

La Palabra escuchada ilumina con una luz cálida y transparente la misión que, en virtud del bautismo, consagra a todo cristiano a la Verdad persona que es Jesús y a la misión que él perpetúa en su Iglesia, misionera de paz y de unidad en el mundo. La vida cristiana es fruto de la participación en el amor que une a Jesús y al Padre, que tiende a hacer crecer injertados en él y a ha. brotar de él pensamientos, palabras y obras a fin de que cada persona se reconozca sumergida en la misma misericordia y quiera ser asociada a la comunión entre las Personas divinas, fuente y vértice de toda iniciativa sacramental y de todo compromiso apostólico.

La consagración a la Verdad, o sea, a Jesús, Verdad del Padre, es la expresión más sublime de la dignidad humana y cristiana. Las personas humanas, que no han sido hechas para vivir una vida bruta, sino «para seguir la virtud y el conocimiento» (Dante), entran en Cristo en los horizontes en los que esta vocación-misión se sitúa y se expande: cultivar nuestra inteligencia y querer estar disponibles para la Verdad, sustraernos a toda mentira y doblez, liberar nuestra mente y nuestro corazón para que la Palabra de la Verdad no se contamine y no deba morar con el error. La virtud en la inteligencia es preparación y nostalgia de ver a Dios, es fuerza de consentimiento a la oración de Jesús al Padre, compromiso de no hacer vano el anuncio del «misterio escondido desde el principio de los siglos», nuestra unión con Cristo, que ha resucitado como primicia de todos aquellos que en él viven, esperan y obran. Querer entender la Verdad, ser habitados por ella, liberados y libres por ella, ser ministros dóciles de la luz que ella es y que de ella irradia, no es ni un hobby ni una pretensión soberbia; es docilidad humilde, sencilla, perseverante, orante y amorosa ante el designio del Padre, que, en su Espíritu, capacita para conocerle, reconocerle y amarle en esta vida, para ser inundados de la plenitud de su luz en la gloria.

ORATIO

¡Oh, Santísimo Jesús, que aquí sois verdaderamente Dios escondido, concededme desear ardientemente, buscar prudentemente, conocer verdaderamente y cumplir perfectamente en alabanza y gloria de vuestro nombre todo lo que os agrada.
Ordenad, ¡oh Dios mío!, el estado de mi vida; Concededme que conozca lo que de mí queréis y que lo cumpla como es menester y conviene a mi alma. Concededme, oh Señor Dios mío, que no desfallezca entre las prosperidades y adversidades, para que ni en aquéllas me ensalce, ni en éstas me abata.
De ninguna cosa tenga gozo ni pena, sino de lo que lleva a vos o aparta de vos.
A nadie desee agradar o tema desagradar, sino a vos.

Séanme viles, Señor, todas las cosas transitorias y preciosas todas las eternas.

Disgústeme, Señor, todo gozo sin vos, y no ambicione cosa ninguna fuera de vos. Séame deleitoso, Señor, cualquier trabajo por vos y enojoso el descanso sin vos.

Concededme, oh Dios mío, levantar a vos mi corazón frecuente y fervorosamente, hacerlo todo con amor, tener por muerto lo que no pertenece a vuestro servicio, hacer mis obras no por rutina, sino refiriéndolas a vos con devoción.

Hacedme, oh Jesús, amor mío y mi vida, obediente sin contradicción, pobre sin rebajamiento, casto sin corrupción, paciente sin disipación, maduro sin pesadumbre, diligente sin inconstancia, temeroso de vos sin desesperación, veraz sin doblez; haced que practique el bien sin presunción, que corrija al prójimo sin soberbia, que le edifique con palabras y obras sin fingimientos.
Dadme, oh Señor Dios mío, un corazón vigilante que por ningún pensamiento curioso se aparte de vos; dadme un corazón noble que por ninguna intención siniestra se desvíe; dadme un corazón firme que por ninguna tribulación se quebrante; dadme un corazón libre al que ninguna pasión violenta le domine.

Otorgadme, oh Señor Dios mío, entendimiento que os conozca, diligencia que os busque, sabiduría que os halle, comportamiento que os agrade, perseverancia que confiadamente os espere, y esperanza que, finalmente, os abrace.

Concededme que me aflija con vuestras penas aquí por la penitencia, que en el camino de mi vida use de vuestros beneficios por la gracia y que en la patria goce de vuestras alegrías por la gloria.
Señor, que vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos.
Amén.

(Oración al Santísimo Sacramento de santo Tomas de Aquino).

CONTEMPLATIO

Es claro que no todos pueden dedicarse a la ciencia con esfuerzo, y por eso Cristo ha dado una ley sencilla que todos puedan conocer y nadie pueda excusarse por ignorancia de su cumplimiento. Esta es la ley del amor divino: porque pronta y perfectamente cumplirá el Señor su palabra sobre la tierra (Rom 9,28; Is 10,23).

Esta ley debe ser la regla de todos los actos humanos. Del mismo modo que sucede en las cosas artificiales, donde una cosa se dice buena y recta cuando se adecua a la regla, de la misma manera, pues, cualquier acción del hombre se llama recta y virtuosa cuando concuerda con la regla divina del amor, mientras que cuando está en desacuerdo con ella no es ni recta, ni buena, ni perfecta. Esta ley, la del amor divino, realiza en el hombre cuatro cosas muy deseables.

En primer lugar, es causa en él de la vida espiritual; es claro que ya en el orden natural el que ama está en el amado, y, del mismo modo, también el que ama a Dios lo tiene al mismo dentro de sí: Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4,16). Es propio también naturalmente en el amor que el que ama se transforme en el amado; así, si amamos a Dios nos hacemos divinos: El que se une al Señor es un espíritu con él (1 Cor 6,15). Y como afirma san Agustín, «como el alma es la vida del cuerpo, así Dios es la vida del alma». Paralelamente, el alma obrará virtuosamente y perfectamente sólo cuando actúe por la caridad, mediante la cual Dios habita en ella; en cambio, sin caridad, no podrá actuar: El que no ama permanece en la muerte (1 Jn 3,14). Si alguien tuviera todos los dones del Espíritu Santo, pero no la caridad, no tiene la vida. Sea el don de lenguas, sea la gracia de la fe o cualquier otro, como el don de profecía, si no hay caridad, no dan la vida (1 Cor 3). Aunque al cuerpo muerto se lo revista de oro y piedras preciosas, no obstante siempre estará muerto.

En segundo lugar, es causa del cumplimiento de los mandamientos divinos. Dice san Gregorio que la caridad no es ociosa: si se da, actuará cosas grandes, pero si no se actúa es que no hay allí caridad, Comprobamos cómo el que ama es capaz de hacer cosas grandes y difíciles por el amado, por ello dice el Señor: El que me ama guardará mi palabra (Jn 4,23). El que guarda el mandamiento y ley del amor divino cumple toda la ley.

Lo que hace la caridad en tercer lugar es ser una defensa en la adversidad. Al que posee la caridad ninguna cosa adversa le dañará; es más, se convertirá en utilidad: A los que aman a Dios todo les sirt-’e para el bien (Rom 8,28); aún más, incluso al que ama le parecen suaves las cosas adversas y difíciles, como entre nosotros mismos vemos tan manifiestamente.

En cuarto lugar, la caridad lleva a la felicidad; únicamente a los que tienen caridad se les promete efectivamente la bienaventuranza. Todas las demás cosas, si no van acompañadas de la caridad, son insuficientes. Además, es de saber que la diferencia de bienaventuranza se deberá únicamente a la diferencia de caridad y no en comparación con otras virtudes («De los opúsculos teológicos de santo Tomás de Aquino, presbítero Em duo praecenta...», Ed. J. P. Torrel, en Revue des Sc. Phil. et Théol. 69, 1985, pp. 26-29]).

ACTIO

Durante la jornada de hoy, repite con frecuencia y ora con santo Tomás:
«Sagrado banquete en el que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la vida futura».

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Puesto que me preguntaste, Juan carísimo en Cristo, de qué modo debes aplicarte para adquirir el tesoro de la ciencia, éste es el consejo que te doy:
12 que por los riachuelos y no de golpe al mar procures introducirte, ya que conviene ir a las cosas difíciles a través de las más fáciles; 22 por tanto, este es mi consejo y tu instrucción. Sé tardo para hablar e incorpórate tarde a los coloquios; 32 depura tu conciencia; 49 no abandones el tiempo dedicado a orar; 59 ama permanecer en tu celda, si quieres ser introducido donde está el vino añejo; 6 muéstrate amable con todos; 72 no pretendas conocer con todo detalle las acciones de los demás; 8º con nadie te muestres muy familiar, porque las familiaridades originan desprecios y suministran materia para sustraerse al estudio;
9º en lo que dicen o hacen ios mundanos no te impliques d ninguna manera;
10º apártate del discurso que pretende explicarlo todo;
11º no dejes de imitar los ejemplos de los santos y hombre buenos;
12 encomienda a la memoria lo que se diga de bueno, sin importarte a quién oigas;
13º esfuérzate en entender lo que leas y oigas;
14º cerciórate acerca de los asuntos dudosos;
15ºy preocúpate de guardar cuanto puedas en el cofre de lc
mente, como quien ansía llenar un recipiente;
16º no pretendas lo que es más alto que tú.

Siguiendo esas indicaciones, echarás ramas y darás fruto útiles en la viña del Señor Altísimo mientras vivas. Si sigues esto consejos, podrás alcanzar aquello a lo que aspiras (santo Tomás de Aquino, Consejos para estudiar bien y plantear rectamente la vida).

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