Ordinario de la Misa: Sábado I Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 14 de Enero, 2012
Santa María en Sábado
Memoria libre
Te aclamamos, santa Madre de Dios
Antífona de Entrada
Te aclamamos, santa Madre de Dios, porque has dado a luz al Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, concede a tus hijos gozar siempre de completa salud de alma y cuerpo; y por la intercesión de la gloriosa siempre Virgen María, líbranos de las tristezas de esta vida y concédenos disfrutar de las alegrías eternas.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del primer libro de
Samuel (9, 1-4. 10. 17-19; 10, 1)
Había un hombre de la tribu de Benjamín, llamado Quis. Era de gran valor. Tenía un hijo llamado Saúl, joven y de buena presencia. Entre los israelitas no había nadie más apuesto que él. Era el más alto de todos y ninguno le llegaba al hombro.
Un día se le perdieron las burras a Quis y éste le dijo a su hijo Saúl: “Toma contigo a uno de los criados y vete a buscar las burras”. Recorrieron los montes de Efraín y la región de Salisá, pero no las encontraron; atravesaron el territorio de Saalín y no estaban allí; después, la tierra de Benjamín y tampoco las hallaron. Entonces se dirigieron a la ciudad donde vivía Samuel, el hombre de Dios. Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: “Este es el hombre de quien te he hablado.El gobernará a mi pueblo”.
Saúl se acercó a Samuel, que se encontraba en la puerta de la ciudad, y le dijo: “Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente” Samuel le respondió: “Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar sagrado y quédate a cenar conmigo. Mañana temprano te despediré, después de decirte todo lo que está en tu corazón”.
Al día siguiente, muy temprano, Samuel tomó el cuerno donde guardaba el aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Después lo besó y le dijo: “El Señor te ha ungido como jefe de Israel, su pueblo. Tú reinarás sobre el pueblo del Señor y lo librarás de los enemigos que lo rodean”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 20
De tu poder, Señor,
se alegra el rey.
De tu poder, Señor, se alegra el rey, se alegra con el triunfo que le has dado.
Le otorgaste lo que él tanto anhelaba, no rechazaste el ruego de sus labios.
De tu poder, Señor,
se alegra el rey.
Lo colmaste, Señor, de bendiciones, con oro has coronado su cabeza. La vida te pidió, tú se la diste, una vida por siglos duradera.
De tu poder, Señor,
se alegra el rey.
Tu victoria, Señor, le ha dado fama, lo has cubierto de gloria y de grandeza.
Sin cesar le concedes tus favores y lo colmas de gozo en tu presencia.
De tu poder, Señor,
se alegra el rey.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (2, 13-17)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos,y le dijo: “Sígueme”.El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
La vocación del cobrador de impuestos debió provocar dolores de cabeza a Jesús y a sus discípulos. Los individuos más viles y despreciados se sentaban a la mesa con Jesús y, con frecuencia, él era su invitado de honor. Esa manera de pensar escapaba a toda lógica, más en una sociedad como la de aquella época en la que el prestigio y el ‘buen nombre’ eran la principal nota de distinción de las personas religiosas. La respuesta de Jesús ante los cuestionamientos de sus adversarios es tan simple como contundente: no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Ese dicho seguramente formaba parte de la cultura popular y era parte de la sabiduría de la gente sencilla, que con frecuencia no tenía dinero para acudir a un médico y se contentaba con remedios caseros. La misión de Jesús se funda en la sabiduría y en la justicia de Dios y no en los escrúpulos sociales de los fanáticos religiosos. El llamado de Jesús actúa sobre las personas de buena voluntad, aunque hayan cometido errores garrafales y no en la impecable hoja de vida de personas que sólo se preocupan por su prestigio y buen nombre.
Oración sobre las Ofrendas
Padre lleno de bondad, que nos socorra el inmenso amor de tu Hijo unigénito para que, quien al nacer de la Virgen María, no menoscabó la integridad de la Madre, sino que la consagró, nos libre de nuestras culpas y haga acepta a ti nuestra oblación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Santa María Virgen I
Maternidad de la santísima
Virgen María
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria al venerar a Santa María, siempre virgen.
Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo y sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando
humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Dichosa la Virgen María, que llevó en su seno al Hijo del eterno Padre.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, al recibir el sacramento celestial en esta conmemoración de la santísima Virgen María, te pedimos que nos concedas celebrar dignamente, a imitación suya, el misterio de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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