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jueves, 26 de enero de 2012

Ordinario de la Misa: Viernes III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 27 de Enero, 2012

Ordinario de la Misa: Viernes III Semana Tiempo Ordinario. Ciclo B. 27 de Enero, 2012
Misericordia, Señor, hemos pecado
Feria de la 3a. semana del Tiempo Ordinario o memoria libre de santa Angela de Merici, Virgen
Escucha, Señor, mi voz y mis clamores
Antífona de Entrada
Recordaremos, Señor, los dones de tu amor, en medio de tu templo. Que todos los hombres de la tierra te conozcan y alaben, porque es infinita tu justicia.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que por medio de la muerte de tu Hijo has redimido al mundo de la esclavitud del pecado, concédenos participar ahora de una santa alegría y, después en el cielo, de la felicidad eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del segundo libro de
Samuel (11, 1-4. 5-10. 13-17)
En la época del año en que los reyes acostumbraban salir a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel contra los amonitas. Los derrotaron y pusieron sitio a Rabbá.
David se había quedado en Jerusalén. Un día, al atardecer, se levantó de dormir y se puso a pasear por la terraza del palacio; desde ahí vio a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. David mandó preguntar quién era aquella mujer y le dijeron: “Es Betsabé, hija de Eliam, esposa de Urías, el hitita”. David mandó unos criados a buscarla. Se la trajeron a su casa y durmió con ella. La mujer quedó embarazada y le mandó decir a David: “Estoy encinta”
Entonces David le envió un mensaje a Joab: “Haz que venga Urías, el hitita”. Joab cumplió la orden, y cuando Urías se presentó a David, el rey le preguntó por Joab, por el ejército y por el estado de la guerra. Luego le dijo: “Ve a descansar a tu casa, en compañía de tu esposa”. Salió Urías del palacio de David y éste le mandó un regalo. Pero Urías se quedó a dormir junto a la puerta del palacio del rey, con los demás servidores de su señor, y no fue a su casa. Le avisaron a David:
“Urías no fue a su casa”. Al día siguiente, David lo convidó a comer con él y lo hizo beber hasta embriagarse. Ya tarde, salió Urías y se volvió a quedar a dormir con los servidores de su señor y no fue a su casa.
A la mañana siguiente escribió David a Joab una carta y se la envió con Urías. En ella le decía: “Pon a Urías en el sitio más peligroso de la batalla y déjalo solo para que lo maten”.
Joab, que estaba sitiando la ciudad, puso a Urías frente a los defensores más aguerridos. Los sitiados hicieron una salida contra Joab y murieron algunos del ejército de David, entre ellos, Urías, el hitita.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Es justa tu sentencia y eres justo, Señor, al castigarme. Nací en la iniquidad, y pecador me concibió mi madre.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Haz que sienta otra vez júbilo y gozo y se alegren los huesos quebrantados. Aleja de tu vista mis maldades y olvídate de todos mis pecados.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (4, 26-34)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud:
“El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por si sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también:
“¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
El utilitarismo y el “eficacismo” amenazan con frecuencia nuestro apostolado y nuestra pastoral. Caemos frecuentemente en la tentación de recurrir a planificaciones estratégicas en las que calculamos los resultados de acuerdo con nuestros esfuerzos, quitándole así espacio a la gratuidad y a la incertidumbre. La planificación pastoral es necesaria, pero ha de hacerse según el espíritu del evangelio: hacer el mayor esfuerzo con los recursos más eficaces, pero la fructificación se deja en manos de Dios. Algunas veces obtendremos un éxito inesperado; pero casi siempre nos fatigaremos enormemente sin recibir el resultado esperado. En todo caso, una vez hecho nuestro esfuerzo, deberemos confiar los resultados a la bondad y sabiduría de Dios. Las dos parábolas nos hablan del tiempo y de la espera. El tiempo de esperanza activa en la que se cuida el cultivo y se espera la cosecha. El tiempo que necesita la mostaza para convertirse en una frondosa hortaliza, dispuesta a acoger aves que vienen de lejos y no tienen hogar. Lo mismo ocurre en nuestra vida. Hacemos grandes esfuerzos, mas sin los resultados esperados; pero, si hacemos todo según el espíritu de Jesús, sabremos hasta dónde llegamos nosotros, y nos sorprenderemos de ver hasta dónde alcanza Dios.

Oración sobre las Ofrendas
Que el sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique, Señor, y nos ayude a conformar cada día más nuestra vida con los ejemplos de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Prefacio Común IX
La gloria de Dios es el hombre
viviente.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú eres el Dios vivo y verdadero; el universo está lleno de tu presencia, pero sobre todo has dejado la huella de tu gloria en el hombre, creado a tu imagen.
Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano en el proyecto de la creación y le das tu Espíritu para que sea artífice de justicia y de paz, en Cristo, el hombre nuevo.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con alegría el himno de tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Probad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Dios omnipotente y eterno, que nos has alimentado con el sacramento de tu amor, concédenos vivir siempre en tu amistad y agradecer continuamente tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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