Evangelio del Jueves Después de Ceniza, Ciclo A. 10 de marzo 2011.
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (9, 22-25)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.
Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará.
En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?”
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión:
“¡Maldita sea la cruz!” Esta frase, atribuida al obispo Casaldáliga, está dirigida a las cruces impuestas por una sociedad injusta sobre los hombros agobiados del pueblo pobre. Denuncia la injusticia, y también la resignación a la que fue llevado el pueblo para justificar el yugo que le imponían los poderosos. No es ésta la cruz que Jesús nos invita a llevar. Por el contrario, la cruz de Jesús, la que él quiere que abracemos, es su misma cruz. La que nos viene cuando empezamos a trabajar para bajar de la cruz a los crucificados por la maldita opresión e injusticia. Por eso, el anuncio de la pasión va acompañado de una propuesta de vida, realizada en el seguimiento de Jesús, que no termina en la muerte, sino en la resurrección.
Quien no comprenda al Mesías crucificado no comprende la misión de Jesús. ¡Pero, cuánto nos cuesta aceptar la cruz como fuerza de vida! Nos atrae mucho más la religión del poder y el facilismo, la de la ley del menor esfuerzo, la del dejarse llevar cómodamente sobre las andas de un culto establecido, en el que dormitamos sin sobresaltos. ¿Nos ayudará algún día el evangelio a despertar de nuestra modorra espiritual y de nuestra indiferencia?
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