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sábado, 12 de marzo de 2011

Ordinario de la Misa. I Domingo de Cuaresma. Ciclo A. 13 de marzo 2011

= Domingo 13 de Marzo, 2011
Primer Domingo de Cuaresma
Misericordia, Señor, hemos pecado
Crea en mí, Señor, un corazón puro

Antífona de Entrada
Me invocará y yo lo escucharé; lo libraré y lo glorificaré; prolongaré los días de su vida.
No se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Dios todopoderoso, que las prácticas anuales propias de la Cuaresma nos ayuden a progresar en el conocimiento de Cristo y a llevar una vida más cristiana.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis
(2, 7-9; 3, 1-7)
Después de haber creado el cielo y la tierra, el Señor Dios tomó polvo del suelo y con él formó al hombre; le sopló en las narices un aliento de vida, y el hombre comenzó a vivir. Después plantó el Señor un jardín al oriente del Edén y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, de hermoso aspecto y sabrosos frutos, y además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
La serpiente, que era el más astuto de los animales del campo que había creado el Señor Dios, dijo a la mujer:
“¿Conque Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?”
La mujer respondió: “Podemos comer del fruto de todos los árboles del huerto, pero del árbol que está en el centro del jardín, dijo Dios: ‘No comerán de él ni lo tocarán, porque de lo contrario, habrán de morir’ ”.
La serpiente replicó a la mujer:
“De ningún modo. No morirán.
Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal”.
La mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a la vista y codiciable, además, para alcanzar la sabiduría. Tomó, pues, de su fruto, comió y le dio a su marido, el cual también comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se las ciñeron para cubrirse.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.
Devuélveme tu salvación, que regocija, mantén en mí un alma generosa. Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza.
Misericordia, Señor,
hemos pecado.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los romanos
(5, 12-19)
Hermanos: Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Antes de la ley de Moisés ya existía el pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se castiga cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre aquellos que no pecaron como pecó Adán, cuando desobedeció un mandato directo de Dios. Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir.
Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios. Tampoco pueden compararse los efectos del pecado de Adán con los efectos de la gracia de Dios. Porque ciertamente, la sentencia vino a causa de un solo pecado y fue sentencia de condenación, pero el don de la gracia vino a causa de muchos pecados y nos conduce a la justificación.
En efecto, si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia sobre abundante que los hace justos.
En resumen, así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida.
Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (4, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió:
“Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo:
“Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito:
No tentarás al Señor, tu Dios”.
Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo:
“Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
En este primer domingo de Cuaresma, la iglesia nos presenta las dos grandes figuras que centran toda la historia humana; Adán y Jesucristo. Adán, el primer hombre en el plano del tiempo, incluye en realidad tanto al varón como a la mujer. Jesús, el hijo de Dios en forma de hombre varón, se asocia también a su misión una mujer, María de Nazaret, su madre.
En las lecturas de hoy aparecen enfrentados y, a la vez, relacionados entre sí estos dos "hombres". El primer hombre, Adán, es tentado, puesto en la encrucijada de dos caminos diferentes y opuestos, que hoy podríamos denominar como el principio del placer y el principio del deber. En realidad, significan algo más profundo todavía: si el hombre conoce y reconoce que no viene de sí mismo, sino que es "donado", agraciado, que viene de alguien; que es, además, un ser inmaduro, incompleto, en camino; y finalmente, que ese "alguien" es el que puede completarle, si bien con su colaboración y su responsabilidad.
De aquí que al hombre se le plantea el interrogante fundamental de su existencia: ¿Tienes confianza plena y absoluta en los caminos de Dios? ¿Te dejarás guiar y conducir por El? ¿Te echarás en sus brazos con amorosa confianza y abandono filial? Pero Adán -el varón y la mujer- no se fían de Dios; dudan y desconfían de sus proyectos y caminos; deciden por su cuenta. Perdida la comunión con Dios y abandonados los caminos de Dios, los únicos por donde podría encontrar la vida, la alegría y la paz, el hombre perdido sólo encuentra caminos de amargura, de dolor y muerte.
En la segunda lectura, san Pablo constata esta triste experiencia y esta desgraciada herencia que los primeros padres nos dejaron. Todos hemos caído, tropezado, cedido ante el principio de placer, ante el orgullo y la autosuficiencia. Desde que existimos tenemos la tendencia a rebelarnos, a independizarnos, a alejarnos de Dios y sus caminos.
-Jesús en la encrucijada Pero al otro lado de este díptico que inaugura la Cuaresma, la misma lectura de san Pablo y el evangelio de san Mateo nos presentan la figura del hombre nuevo, del nuevo Adán, Jesús de Nazaret. El es puesto también en la encrucijada entre estos dos caminos. Es el Hijo de Dios; es el Mesías. ¿No sabría buscarse sus caminos, elegir por su cuenta? ¿Y no tendría derecho en la tierra al éxito, al honor, al poder y a la riqueza? Y, sin embargo, si el Padre ha permitido que, en el juego de las circunstancias de la historia, Jesús haya de escoger el camino no sólo de la humildad, sino de la humillación; no sólo del esfuerzo, sino del dolor; no sólo de la ambigüedad inevitable de la encarnación, donde lo divino tiene que expresarse en los límites de lo humano, sino el escándalo evidente del fracaso; no sólo de la responsabilidad y autonomía de la condición humana, sino del abandono en los brazos de la muerte, entonces El acepta con confianza y con amor el designio del Padre, el camino del Padre, desde Belén hasta el Calvario, y dice siempre al tentador -sea Satanás o sea Pedro-: "Apártate de mí". Mientras que dice durante toda su vida al Padre, y más especialmente en momentos cruciales como en las tentaciones del desierto o de Getsemaní o de la Cruz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, mi vida, mi obra, mi esperanza. Quiero que mis caminos sean tus caminos".
-Cuaresma: renovación bautismal.
Gracias a esa entrega de Jesús a los caminos de su Padre Dios, El ha triunfado de la muerte y nos ha dado la vida, esa vida y ese triunfo que la Iglesia nos aplica en su predicación, su oración, sus sacramentos, sus atenciones pastorales. Si al nacer como hijos de los hombres nos injertaron al viejo Adán, el tronco del pecado y de la muerte, por el bautismo nos injertaron en el nuevo Adán, para ser hijos en el Hijo: hijos de Dios. La Iglesia nos invita a prepararnos para renovar nuestro bautismo en la próxima Pascua, meta principal de la Cuaresma.
Es tiempo de conversión, de renovación y de profundización de nuestra vida cristiana. Tiempo de intensificar nuestra oración y de revisar nuestros caminos, para adaptarlos cada vez más a los caminos de Dios, al seguimiento de Jesús.
En cada Eucaristía, el Señor renueva su Alianza; una alianza eterna y estable. Jesucristo siempre ha sido fiel, tanto al Padre como a nosotros. Renovemos también nosotros ahora nuestra entrega al Padre, con Cristo y con la comunidad. Por medio de la comunión en la Eucaristía, dejémonos penetrar y llenar de su presencia, para que, con su amor y con su fuerza, con su sabiduría y con su compañía, podamos caminar por los caminos del Señor.

Para la revisión de vida
- Comienza uno de los llamados «tiempos fuertes» del año litúrgico. No precisamente un tiempo «light», ni siquiera un tiempo ordinario. ¿Qué voy a hacer para que esta Cuaresma no se me pase sin darme cuenta, sino viviéndola a fondo? La Cuaresma es una «cuenta regresiva» de 40 días hasta la Pascua… El objetivo al que apuntamos desde el principio de la Cuaresma es la Pascua misma…
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Presentemos a Dios nuestro Padre las intenciones y necesidades de todo el mundo y pidámosle con confianza que fortalezca nuestra débil condición.
Digamos:
Te rogamos, óyenos.
Para que la Iglesia encarne las actitudes de Jesucristo, y sea signo de la presencia cercana de Dios que da la vida por su pueblo.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que los gobernantes, que se ven seducidos por el afán de poder y de dominio, se liberen y obren con justicia, busquen el bien común y procuren una vida digna para todos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que este tiempo de penitencia y conversión nos fortalezca para trabajar por la libertad, el respeto a la vida y la paz entre los hombres y los pueblos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que cuantos se ven tentados o viven esclavos del vicio y del pecado, experimenten la misericordia de Dios que los ama.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que cuantos se dedican al anuncio del Evangelio en zonas hostiles, o son perseguidos a causa de su fe, experimenten la fuerza de la gracia que los sostiene. Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.
Para que la renovación del misterio de Cristo, que dio su vida por nosotros, aleje de nosotros todo triunfalismo, ambición y deseo de poder, y nos haga servidores de nuestros hermanos.
Oremos al Señor.
Te rogamos, óyenos.

Celebrante:
Gracias, Padre, por los dones que sobreabundantemente derramas sobre tu pueblo; acoge en tu misericordia cuanto con fe te hemos suplicado, concédenos vivir tu misma vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Te pedimos, Señor, que estos dones que vamos a ofrecerte, nos dispongan convenientemente para el santo tiempo de la Cuaresma, que estamos iniciando.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio propio
Las tentaciones del Señor.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo nuestro Señor, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal y, al rechazar las tentaciones del enemigo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba.
Por eso, con los ángeles y santos te cantamos el himno de alabanza, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que este pan celestial alimente, Señor, en nosotros la fe, aumente la esperanza, refuerce la caridad, y nos enseñe a sentir hambre de Cristo, que es el pan vivo y verdadero, y a vivir de toda palabra que proceda de tu
boca.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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