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sábado, 12 de marzo de 2011

Homilías.I Domingo de Cuaresma. Ciclo A. 13 de marzo 2011

1.- TRES TENTACIONES DE HOY
Por José María Maruri, SJ
1.- Ojalá que ese espíritu transportista que se llevó a Jesús al desierto nos lleve también a nosotros, desde el Jardín del Edén donde vivimos en Babia, al desierto, a un sitio de silencio, donde ni siquiera llegue la matraca de la publicidad por teléfono no solicitada, porque tenemos mucho que pensar.
Dejando aparte todas esas cuestiones que discuten los sabios: si estas tentaciones fueron reales, o si son una especie de parábola resumiendo las tentaciones que el Señor tuvo que padecer a lo largo de su vida respecto a su trabajo de Mesías. Y si fueron apariciones reales del diablo o solo internas en el mismo Jesús, vamos a tratar de ver su transcendencia.
2.- La primera tentación, haz de estas piedras panes es la mas antigua de la Historia humana. En tiempos de los romanos se llamaba “pan y circo” y ahora pesebrismo y fútbol. Es la más indignante de todas porque es la mayor humillación que se puede hacer a una persona humana, con la dignidad de hijo de Dios. Echarle un mendrugo de pan para que mal viva con la amenaza constante de quitarle un pedazo de pan.
Es el procedimiento de los tiranos para manejar un pueblo a su gusto. Y es lo que propone el Diablo a Jesús… que si quiere propagar su mensaje lo mejor es llenar el estómago a la gente. Y Jesús ya tuvo la experiencia de su resultado, cuando después de dar de comer a cinco mil hombres, se encara con la multitud y les dice “me seguís porque habéis comido hasta hartaros”
Jesús ha venido a proclamar la ley del amor, la cual traerá consigo el compartir con los demás, y con eso habrá pan para todos, el amor traerá el pan, pero el pan no traerá el amor, sino el temor de que hasta eso se les quite. Por eso su contestación “no solo de pan vive el hombre”. Un estómago lleno y un corazón vacío es el estado de bienestar más cercano a la animalidad.
3.- La ley del amor procede lentamente, por eso el Señor siempre habla de la semilla, que tarda en hacerse espiga, de la levadura que poco a poco fermenta la masa. Es el arder lento del tronco de encina que calienta y alegra largas horas. Ese desnaturalizado amor del “hacer el amor”, ley fundamental de la sociedad del bienestar. Son fuegos artificiales que como se encienden se apagan.
Pues contra esa lentitud de las cosas de Dios se opone la segunda tentación: la eficacia. Y en esa tentación hemos caído todos, las grandes manifestaciones públicas, las televisiones, el derroche de dinero, los grandes templos. Y cuanta menos fe verdadera hay, surgen las apariciones por todas partes y el sol da vueltas y las imágenes lloran y los mensajes apocalípticos al margen del evangelio se multiplican y todo eso trae mayores multitudes que una misa sencilla oída en una ermita de pueblo. Nos enerva la lentitud de Él, claro que no ha estudiado Ciencias Empresariales, ni Marketing, y así le va.
4.- Y la última tentación es la del poder, con la fuerza del rodillo político e imponer desde arriba creencias o desavenencias. Que en otros tiempos se decía en latín “cuius regio ejus et religio” y lo traduzco. Es algo así como “convertido el jefe, convertido el pueblo” o “descreído el jefe, descreído el pueblo”. Y es exactamente la doctrina de Satanás.
Es notable que el Diablo diga “te daré todo esto…”, porque el poder, la gloria de la tierra la tiene por suya. Lord Acton diría siglos más tarde: “el poder corrompe” porque todos llevamos en el corazón aquel grito del diablo en el paraíso: “Seréis como dioses…”. Intocables, inconmovibles, poseyendo la verdad absoluta.
Es el campo del poder el que produce las falsas promesas, el engaño, el ridiculizar al oponente, el chalaneo… El poder corrompe tanto que hacer perder la propia dignidad y hace a los poderosos abajarse a ser bufones de un pueblo que, o es inculto o bajo, o le toman por imbécil, y al que tratan como si estuviera formado por disminuidos psíquicos.
Sólo hay un poder que no corrompe, el que proclama el Señor, el que se fundamenta en el servicio a los demás, el que en lugar de arrodillarse ante Satanás --nacional-catolicismo o nacional-agnosticismo—se arrodilla ante los hermanos como hizo Jesús en la Cena.
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2.- LAS TENTACIONES NUESTRAS DE CADA DÍA
Por Gabriel González del Estal
1.- Las lecturas de este primer domingo de cuaresma nos hablan de las tentaciones con las que el diablo pretendió engañar, en el principio de los tiempos, a nuestros primeros padres, Adán y Eva, y, posteriormente, a Jesús. A nuestros primeros padres, el demonio, disfrazándose de serpiente, les tentó con la promesa del conocimiento del bien y del mal. Ya no necesitarían de Dios, porque sabrían tanto como él, es decir, serían los dioses de sí mismos. A Eva la idea de comer del árbol prohibido le pareció atrayente y deseable, porque eso les daría inteligencia. Se lo dijo a Adán, y también a este la idea le pareció buena y comió el fruto que le daba su mujer. Las consecuencias ya las sabemos: se les despertó la inteligencia y lo primero que vieron es que estaban desnudos, con todas sus fragilidades al aire, y así, claro, no podían presentarse ante Dios. Huyeron de Dios, comenzaron a guiarse por sí mismos y les pasó lo que les pasó. También a todos nosotros, hijos de Eva, la idea de guiarnos por nosotros mismos, por nuestro propio conocimiento, desobedeciendo el mandato de Dios, nos ha parecido siempre atrayente y deseable, pero también es verdad que el caer en esta tentación nos ha traído muchos males a lo largo de los tiempos. No hay más que mirarnos a nosotros mismos y mirar a la sociedad en la que vivimos, para darnos cuenta de que el no dejarnos guiar por Dios ha hecho de la historia del hombre una historia de guerras, hambres, violencias y desmanes sin cuento. En lugar de amar a Dios y a los hermanos por Dios, hemos preferido amarnos cada uno a nosotros mismos y al prójimo sólo en tanto en cuanto esté y se ponga al servicio de nuestros intereses egoístas. Total, que en lugar de vivir en la tierra como en un paraíso, tenemos que vivir aquí como en un valle de lágrimas.
2.- Por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno sólo todos serán constituidos justos. No interpretemos este texto de San Pablo como un texto referido al “pecado original”. El concepto y la doctrina sobre el “pecado original” no aparecen en el cristianismo hasta tres siglos más tarde. Para San Pablo, el pecado es siempre eso: desobediencia a Dios. Lo que aquí nos dice San Pablo es que por la desobediencia de nuestro primer padre biológico la muerte “inauguró su reino” en el mundo, puesto que, antes, en el paraíso, Adán y Eva no estaban sometidos a la ley de la muerte. Y, por la obediencia de Cristo, Dios nos perdona el pecado y alcanzamos la justicia y la salvación. Después de Cristo, será la fe en Cristo lo que nos salve. Bien, el tema es complicado y difícil de explicar. Se han escrito muchos libros sobre esto. A nosotros, en este primer domingo de cuaresma, nos basta saber que en la obediencia y en el cumplimiento de la voluntad de Dios está la santidad y la salvación. No es fácil aceptar en nuestras vidas la voluntad de Dios, sobre todo cuando las cosas nos vienen mal dadas. Al mismo Cristo le costó sudor y sangre. Pero el único camino que tenemos para obtener la salvación de Dios es cumplir su voluntad.
3.- Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Fijémonos en que lo que nos dice el evangelio es que fue el Espíritu el que llevó a Jesús al desierto, para que fuera tentado por el diablo. Las tentaciones no son malas, en sí mismas, porque son inevitables, consecuencia de nuestra naturaleza humana, que es una naturaleza frágil e inclinada al pecado. Lo que es malo es caer en la tentación; por eso no le pedimos a Dios que nos libre de las tentaciones, sino que le pedimos todos los días, en el Padrenuestro, que no nos deje caer en la tentación. Las tentaciones del comer y beber desordenadamente, la tentación del poder y de la vanidad, la tentación del egoísmo y de la lujuria, las tentaciones nuestras de cada día, las vamos a tener mientras siga viva y pujante nuestra naturaleza humana. Lo que tenemos que pedirle a Dios todos los días es que no nos deje caer en la tentación.
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3.- ES POSIBLE VIVIR SUPERANDO LAS TENTACIONES
Por Pedro Juan Díaz
1.- En este primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos recuerda siempre el momento de las tentaciones de Jesús en el desierto. Y es precisamente este lugar, el desierto, el que aparece en dos de las lecturas de hoy: en el evangelio y en el génesis.
2.- En la primera lectura del génesis, el ser humano es conducido al desierto como consecuencia de su mala elección, de su pecado. No superó la prueba, cayó en la tentación de “la manzana” y perdió su “estatus” en el jardín del Edén. Sin embargo, Jesús, en el Evangelio, supera las tentaciones del desierto y nos enseña que lo más importante es vivir como Hijo de Dios y que nuestra vida ha de estar marcada por cumplir la voluntad de nuestro Padre Dios. Y todo esto lo resume San Pablo en la segunda lectura diciendo que si por un hombre vino el pecado, por Jesús ha venido la salvación de Dios y el perdón de los pecados.
3.- Por tanto, Jesús nos muestra que es posible vivir superando las tentaciones, sin perder nuestra dignidad y nuestra condición de Hijos de Dios, y buscando en todo momento hacer su voluntad, como rezamos en el padrenuestro. Pero hay una cosa importante y es que para superar las tentaciones es importante saber cuales son. ¿Qué tentaciones tenemos hoy los cristianos? El Evangelio nos muestra tres tentaciones a Jesús que se pueden trasladar a nosotros.
4.- En la primera tentación, el demonio le dice a Jesús: “di que estas piedras se conviertan en panes”. Nuestra tentación podría ser hacer de la satisfacción de las necesidades materiales el objetivo absoluto de nuestra vida. Pensar que la felicidad última del ser humano se encuentra en la posesión y el disfrute de los bienes. Pero Jesús nos dice que eso no es suficiente, que los valores que Él nos propone son compartir, no poseer; dar, no acaparar; crear vida y vivir como hermanos, no explotar a los demás como si no tuvieran dignidad. ¿Me pasa algo de esto a mí?
5.- En la segunda tentación, el demonio le dice a Jesús: “tírate abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras”. Nuestra tentación podría ser buscar el poder, el éxito o el prestigio personal, por encima de todo y a cualquier precio, incluso cayendo en las idolatrías más ridículas. Pero Jesús nos dice que, frente al propio prestigio y poder, frente a la competencia y la rivalidad con los demás, está el servicio generoso y desinteresado a los hermanos. ¿Caigo en estas cosas alguna vez?
6.- Finalmente, en la tercera tentación, el demonio le dice a Jesús: “todo esto te daré si te postras y me adoras”. Y creo que aquí tropezamos bastante, porque nuestra tentación es utilizar a Dios de manera mágica y egoísta, tratando de que Él nos resuelva los problemas de la vida, sin entrar nosotros en ningún riesgo, ni lucha, ni esfuerzo. Le pedimos, le prometemos, le invocamos… pero nuestro compromiso no se ve por ninguna parte. Jesús nos dice que esa no es la verdadera fe, una fe pasiva, acomodada, sin acción, ni compromiso transformador ante los problemas y las dificultades de la vida. Al contrario, el que ha entendido lo que es ser fiel a Dios y vivir como Hijo suyo, cumpliendo siempre su voluntad, se arriesga y se compromete cada día en la lucha por lograr un mundo más digno y justo para todas las personas. ¿Me veo reflejado en alguna de estas tentaciones? ¿Se dan en mi vida cristiana?
7.- Si hemos descubierto nuestras tentaciones, ya es un paso para poder afrontarlas y, con la fuerza de Dios, superarlas. La Eucaristía nos invita siempre a reconocer que necesitamos a Dios, que necesitamos pedirle perdón y que contamos con su misericordia, porque conoce nuestra debilidad. Así comenzamos siempre, con el perdón, y también con la paz, signo de que ese perdón que hemos recibido de Dios se ha convertido también en tarea: la de ofrecerlo a los hermanos, para construir mejores relaciones entre nosotros. La Eucaristía nos invita a cambiar nuestro corazón y a transformar nuestra realidad. La Cuaresma es un tiempo propicio para ello. Aprovechémoslo.

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