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martes, 19 de abril de 2011

Jueves Santo: Misa Vespertina de la Cena del Señor. Homilías. Ciclo A. 21 de abril 2011

1.- AMAR ES SERVIR AL NECESITADO
Por José María Martín OSA
1 - Jueves Santo es el día del amor fraterno. Jesús amó a los suyos "hasta el extremo", nos dice el evangelista Juan. Este amor lo demuestra lavando los pies a los apóstoles. Es el único evangelista que no relata la institución de la Eucaristía. No hacía falta.....El gesto del lavatorio lo dice todo. Demuestra que ha venido a servir y no a ser servido, está dispuesto a dar la vida por todos. La Eucaristía es memorial (actualización) de la muerte y Resurrección de Cristo, sacrificio de la Nueva Alianza y sacramento de amor y de unidad. Cada vez que la celebramos proclamamos la muerte y la Resurrección de Jesucristo como dice la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. La Alianza del Pueblo de Israel es el anticipo de la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo. Pero creo que hoy debemos resaltar que la Eucaristía nos une en el amor y nos da fuerza para transformar este mundo desde el amor.
2. - El amor construye la fraternidad. Donde hay amor hay fraternidad; donde no hay, puede quedar la apariencia o el nombre, pero se escapa la realidad. “El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un homicida. Nosotros debemos dar la vida por los hermanos”. Son palabras de la 1ª Carta de Juan 2, 9-10. Todo el amor verdadero (es decir, benévolo, desinteresado, servicial) que hay en el mundo es índice real de la presencia de Dios en la historia. Nadie tiene tantos y tan buenos motivos como el cristiano para amar a todos. Debemos ser portadores de amor en todo encuentro humano que mantengamos. Y puesto que el amor ofrecido provoca un amor correspondido, el encuentro siempre se convierte en oportunidad de gracia para nuestro interlocutor. El amor cristiano es agapé, es decir amor gratuito y desinteresado, que no exige nada a cambio.
3.- Fraternidad preferencial. Si excluimos a una sola persona de nuestro amor, éste deja automáticamente de ser cristiano. Pero esta universalidad del amor no se contrapone a una preferencia respecto a determinadas personas o grupos a los que estamos más vinculados: los parientes, los amigos, las personas o grupos con las que compartimos afecto, opciones comunes, tareas profesionales o sociales, aficiones. Es obligado que amemos a nuestra comunidad eucarística, es decir a aquellas personas con las que compartimos habitualmente la celebración de la Eucaristía. El amor a la parroquia se asienta principalmente aquí. Es evangélico que profesemos un amor especial a aquellas personas y comunidades que comparten con nosotros un carisma religioso o laical. El amor a la Iglesia universal y local. La preocupación por los problemas del mundo, especialmente la justicia y la paz.
Dios nos pide una preferencia, “amor preferencial por los pobres”. He de preguntarme en este día: ¿qué tiempo les dedico, qué recursos económicos les ofrezco, qué nivel de austeridad me exijo, qué cualidades pongo a su servicio, qué aprendo en mi relación con ellos? Todos somos iguales. Pero algunos (ellos) son “más desiguales que otros”. El evangelio me pide que sean “más iguales”. Para la Iglesia, ha subrayado el Papa Benedicto XVI, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y a su esencia. El cristiano tiene que luchar por la justicia, por el orden justo de la sociedad. El amor-caridad siempre será necesario incluso en una sociedad más justa. Siempre es necesaria la atención personal, el consuelo y el cuidado de la persona. Los que dedican su tiempo a los demás en las instituciones caritativas de la Iglesia deben “realizar su misión con destreza, pero deben distinguirse por su dedicación al otro, con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad” (Dios es amor, nº 31). El necesitado, pobre en todos los sentidos tiene nombre y apellidos, no es un número, necesita que le escuchen y, sobre todo, que le quieran.
4.- Misericordia pastoral de los sacerdotes. El himno a la caridad es la Carta Magna de todo servicio eclesial. Es el amor por el hombre, que se alimenta en el encuentro con Cristo. Amar no es sólo dar, es sobre todo darse, entregarse al otro, participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro. Hoy celebramos también el día de la institución del sacerdocio ministerial. El sacerdote debe ser puente que transmita la misericordia de Dios. Al final de nuestra vida seremos misericordiosamente examinados sobre nuestra misericordia pastoral y sobre la imagen de Dios que ofrecemos a nuestras comunidades con nuestro comportamiento.
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2.- "ENTRAR" EN UNA NOCHE DE PREGUNTAS
Por Pedro Juan Díaz
1.- Esta noche del Jueves Santo es una noche de preguntas, o por lo menos así me lo sugiere la Palabra de Dios de hoy, una Palabra muy emotiva, cargada de sentimientos y emociones, viva, llena de contenido y de un gran amor, que se va a hacer realidad en este Triduo Pascual que comenzamos con esta celebración. La de esta noche, es una celebración sin final, no la terminaremos hasta el sábado por la noche, no habrá envío misionero hasta contemplar la resurrección. Esta celebración, llena de preguntas, dura hasta la Vigilia Pascual.
2.- La primera pregunta es: ¿POR QUÉ ESTA CENA? Y nos lleva al Éxodo, a la primera lectura, a la noche de la Pascua judía, donde el pueblo con “la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa”, comió el cordero y untó con su sangre “las dos jambas y el dintel de la casa”. ¿Por qué esta cena? PORQUE ES LA PASCUA, EL PASO DEL SEÑOR. Y Dios pasó por la vida de aquellas personas y las convirtió en su pueblo, el Pueblo de Dios, un pueblo libre de esclavitudes y ataduras, que allí se llamaban los egipcios, pero que hoy podemos ponerle cualquiera de los nombres de todo aquello que nos ata, que nos impide caminar, que no nos deja ser libres. Aquel día, Dios nos cogió de la mano para siempre, para no soltarnos nunca, para caminar con Él, a su lado, para enseñarnos a andar juntos, como pueblo, en comunidad. Y lo propio nuestro será fiarnos de Él en nuestro caminar y vivir en la esperanza de que nunca nos soltará ni nos dejará solos. Por eso es hoy esta cena, por eso es hoy la Pascua, porque Dios pasa, se acerca, está con nosotros y se queda para siempre.
3.- Y al pasar, Dios deja su rastro, y nos da ejemplo con su modo de actuar. Y es entonces cuando viene la segunda pregunta: ¿COMPRENDEIS LO QUE HE HECHO CON VOSOTROS? Y esta pregunta nos lleva al Evangelio, para descubrir a Dios en ese Jesús que lava los pies, que se pone a los pies de sus discípulos para enseñarles, como Maestro, a actuar con todas las personas, especialmente con los más pobres. Y el rastro que Dios deja está cargado de amor, un amor que se hace servicio, un amor que se hace entrega, un amor que se hace Eucaristía, sacramento, signo vivo de una comunidad de hermanos que se aman y que están dispuestos a servir y a lavar los pies de los más necesitados. “OS HE DADO EJEMPLO para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.
4.- Esta noche Jesús nos invita a “entrar” en una noche de preguntas, y hacérnoslas nosotros desde el hoy que vivimos y desde lo que cada uno somos. ¿Por qué esta cena? ¿Por qué estás aquí? ¿Qué te mueve? ¿Comprendes el significado profundo de esta Eucaristía? ¿Entiendes que no hay cristianismo sin amor ni servicio “a los pies” de los necesitados?
5.- Esta noche la respuesta es el Amor, la respuesta es Caritas. Hoy y siempre todos somos, y debemos ser, Caritas, el rostro del amor de Dios por sus hijos más pobres. Hoy, desde Caritas, desde el Amor, pedimos que no se nos acostumbre el corazón, ni la mirada, a tantas situaciones de crisis que estamos viendo a nuestro alrededor, situaciones de hambre, de injusticia, de discriminación, de soledad, de desamor, de tristeza, de dolor, de falta de ganas de vivir… de tantas cosas. La respuesta sigue siendo el Amor hecho servicio, al estilo de Jesús, hecho solidaridad entre las personas, que no permitimos que un hermano nuestro lo pase mal.
6.- En esta noche de preguntas, la respuesta es el Amor. El Amor se convierte en el criterio: “los amó hasta el extremo”. Así es Dios con nosotros. Este es el banquete al que Dios nos invita. Y Él mismo será el cordero. Y celebraremos la Pascua, el paso de Dios por nuestra vida, para arrancarnos de la muerte, de lo que nos esclaviza, de lo que nos impide vivir y caminar como pueblo suyo, y llevarnos a la Vida, a la Libertad, al Amor hecho servicio, entrega, solidaridad. Así nos quiere Dios.
7.- En este momento del lavatorio, que vamos a hacer a continuación, se nos invita a “entrar” en esta noche de preguntas con un corazón abierto al Amor, y sentir esa cercanía amorosa de Dios con cada uno de nosotros. Siente como te llama y te invita a remangarte los pies. No seas reacio, si quieres ser de los suyos, déjate lavar. Dile como Pedro: “Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Ahora eres servidor de todas las personas, servidor especialmente de los más pobres, por puro Amor, como Dios hace contigo. Que tu respuesta sea hoy, y siempre, el Amor.
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3.- EUCARISTÍA Y LAVATORIO DE LOS PIES: UN MENSAJE DE AMOR Y DE SERVICIO
Por Gabriel González del Estal
1.- Yo estoy entre vosotros como el que sirve. Como sabemos, San Juan no nos dice en su evangelio cómo fue la última cena de Jesús; San Juan nos narra, en su lugar, la escena del lavatorio de los pies. No parece que se trate de un olvido, o de un silencio involuntario. San Juan, en su evangelio, da a todas las palabras que dice y a todos los hechos que relata un sentido teológico profundo. Con el relato del lavatorio de los pies San Juan quiere insistir en el carácter de testamento de Jesús, indicando a sus discípulos que su mandamiento principal es el amor al prójimo, manifestado en un servicio humilde y fraterno. ¿Comprendéis, les dije Jesús a sus discípulos, lo que he hecho con vosotros?... os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
2.- También la eucaristía tiene un claro mensaje de amor y de servicio. El pan de la eucaristía es un pan partido y compartido. La fracción del pan no tiene significado sacramental y eucarístico si no tiene el sentido de compartir el sacrificio de Cristo con todos los que formamos el cuerpo de Cristo. San Agustín nos dice que el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, están hechos de elementos separados que, al ser triturados y reunidos, significan en la eucaristía el cuerpo místico de Cristo, el Cristo total. Por eso, se atreve a decir a sus fieles: “en la eucaristía tomáis lo que sois”, cuerpo de Cristo. Es un pan partido y compartido, es el pan del cuerpo entregado de Cristo, del que todos los cristianos, la iglesia, formamos parte.
3.- La eucaristía es memorial de Cristo crucificado, recordándonos que hemos sido redimidos por la entrega de una vida que aceptó morir en la cruz, para llevar a cabo la misión que le había encomendado su Padre. Debemos pensar que celebrar debidamente “el memorial del crucificado” implica estar dispuestos a arriesgar nuestra vida por la misma causa por la que él murió. Por eso, cuando celebramos la eucaristía debemos preguntarnos: ¿nosotros estamos del lado del crucificado, o del lado de los que crucifican?
4.- En la eucaristía celebramos la memoria de un Cristo vivo, resucitado. Por eso, la eucaristía es llamada “misterio pascual”. La plegaria central de la eucaristía es una plegaria de acción de gracias y de alabanza al Padre por el gran don de su Hijo. Junto a esta alabanza, aparece continuamente el contenido de fraternidad, justicia y solidaridad. Tenemos que celebrar la eucaristía con un pan de justicia, nunca con un pan arrebatado a los pobres.
5.- Cuando celebramos el memorial eucarístico y el relato de la última cena del Señor pedimos que Dios haga retornar a su Mesías, que el Señor vuelva, “marana tha”. En esta celebración gozosa de la Cena del Señor y en la participación comprometida del lavatorio de los pies pidamos Jesús que nunca se marche de entre nosotros.

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