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lunes, 18 de abril de 2011

Ordinario de la Misa: Martes Santo. Ciclo A. 19 de abril 2011

= Martes 19 de Abril, 2011
Martes Santo
En ti, Señor, he puesto mi esperanza
Señor, haz que seamos testigos del Evangelio
Antífona de Entrada
No me entregues, Señor, al odio de mis enemigos, pues han surgido contra mí testigos falsos, que respiran violencia.
Oración Colecta
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a celebrar los misterios de la pasión del Señor con tal fe y arrepentimiento, que podamos merecer tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (49, 1-6)
Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”. Entonces yo pensé:
“En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios”.
Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo —tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza—. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 70
En ti, Señor,
he puesto mi esperanza.
Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo.
En ti, Señor,
he puesto mi esperanza.
Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados.
En ti, Señor,
he puesto mi esperanza.
Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
En ti, Señor,
he puesto mi esperanza.
Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo.
En ti, Señor,
he puesto mi esperanza.

Aclamación antes del Evangelio
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio.
Honor y gloria a ti,
Señor Jesús.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (13, 21-33. 36-38)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró:
“Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha.
Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?”
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
“Señor, ¿quién es?” Le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar”. Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.
Jesús le dijo entonces a Judas:
“Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora:
‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’ ”. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús le respondió: “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde”.
Pedro replicó: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le contestó: “¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
El anuncio de Jesús sobre la traición inminente desconcierta a sus discípulos. Pedro pide al discípulo a quien Jesús quiere que le pregunte quién va a ser el traidor, y Jesús le dice cómo va a identificarlo: en señal de amistad ofrece a Judas un trozo de pan. El propósito de Jesús no es denunciar al traidor ni delatarlo delante de sus compañeros, sino ofrecerle la última oportunidad de arrepentirse. La tentativa de Jesús fracasa. Judas se obstina. Jesús manifiesta su total respeto por la libertad humana, a costa de su propia vida. El amor de Jesús es un amor que no juzga, que no conoce límites, que se extiende al enemigo mortal, que no fuerza a nadie, que desiste de la posibilidad de rechazarlo. Para quien está con Jesús no hay enemigos que delatar. Hay vidas que entregar libremente para que sea posible el Reino. Fruto de esta entrega es el don del Espíritu de Dios que da al ser humano la capacidad de amar sin límites, haciéndolo así plenamente humano, al estilo de Jesús. ¿Nos abrimos nosotros incondicionalmente a esta clase de amor?
Oración de los Fieles
Celebrante:
Antes de compartir el memorial de la muerte y resurrección de Jesús, reconozcamos nuestras limitaciones y necesidades, y pidamos a Dios que nos escuche y bendiga al pueblo que Él redimió con la Sangre de Jesús. Digamos:
Escúchanos, Padre.
Para que Jesús, que nos llamó a ser sus testigos, nos dé su gracia para dar frutos de santidad y buenas obras y para vivir unidos a Él.
Oremos.
Escúchanos, Padre.
Para que la Iglesia siempre se acoja a Jesús, en Él se vea libre de sus enemigos y encuentre en su cruz y resurrección su refugio y salvación.
Oremos.
Escúchanos, Padre.
Para que cuantos, de alguna manera, han traicionado su fe y sus principios, arrastrados por la seducción del pecado y la indiferencia, contemplando a Cristo que dio su vida por ellos, vuelvan a Él y le invoquen como Dios y salvador.
Oremos.
Escúchanos, Padre.
Para que el Bautismo, que van a recibir los catecúmenos, los purifique de sus faltas, los llene del Espíritu Santo y los haga ser testigos convencidos y coherentes del Evangelio de Jesús.
Oremos.
Escúchanos, Padre.
Para que los que trabajan social o apostólicamente en favor de los más pobres, no cesen en su empeño por transformar nuestra sociedad.
Oremos.
Escúchanos, Padre.
Para que como Jesús demos nuestra vida por nuestros hermanos y busquemos el Reino de Dios y su justicia.
Oremos.
Escúchanos, Padre.

Celebrante:
Acepta, Señor, nuestras oraciones y haz que la colaboración de los misterios de nuestra fe nos haga cada vez más fieles en la vivencia de nuestra vocación cristiana, y más firmes en el seguimiento de Jesús, el crucificado, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, con bondad este pan y este vino que te presentamos, y concede a cuantos quieres hacernos partícipes del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, llegar a poseerlo plenamente en tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

Prefacio de la Pasión del Señor II
La victoria de la pasión
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
Porque se acercan ya los días santos de la pasión salvadora y la gloriosa resurrección de Jesucristo nuestro Señor, en los que celebramos su triunfo sobre la soberbia del demonio y recordamos el misterio de nuestra redención.
Por eso, los ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, y con él nos ha dado todos los bienes.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Por medio de este sacramento, que ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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