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viernes, 14 de octubre de 2011

HOMILIAS: DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO. CICLO A. 16 DE OCTUBRE, 2011

HOMILIAS: DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO. CILCO A. 16 DE OCTUBRE, 2011
1.- USAR LA RELIGIÓN COMO ARMA POLÍTICA
Por Gabriel González del Estal
1.- Llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Tanto los fariseos como los partidarios de Herodes sabían muy bien que Jesús no actuaba como líder político, sino como líder religioso. Y como líder religioso no habían podido encontrar nunca en él algún fallo, ni en sus palabras, ni en sus obras. Pero, al mismo tiempo, notaban que la autoridad religiosa de Jesús era muy superior a la autoridad que ellos tenían ante sus partidarios. Necesitaban encontrar cuanto antes algún medio para desautorizar a Jesús, o para desacreditarle. Esto fue lo que unió a dos grupos tan distintos entre sí como los fariseos y los herodianos. Tenían que mezclar la religión con la política para conseguir desacreditar a Jesús. Los fariseos eran nacionalistas y estaban en contra de pagar el tributo al César; los herodianos eran partidarios de Roma y, consecuentemente, de pagar el tributo. La pregunta era: ¿es lícito pagar impuesto al César? Jesús, en su respuesta, tenía que ponerse necesariamente en contra de los fariseos y de todos los que eran nacionalistas, o en contra de los herodianos y de los que eran partidarios de Roma. En cualquier caso Jesús perdería prestigio ante un gran número de personas, de uno u otro bando. Además, la pregunta se la enviaban envuelta en unos bellos y verdaderos piropos a Jesús: sabemos que eres sincero, amante de la verdad, que no actúas nunca por apariencias. ¡Además de falsos, hipócritas!, pensó Jesús. Bien, la respuesta de Jesús ya la sabemos. Lo que nos toca ahora a nosotros es examinar si en el momento actual también nosotros mezclamos religión y política, con fines exclusivamente políticos. Es evidente que mis convicciones religiosas pueden y deben influir en mis decisiones políticas, pero lo que nunca debo hacer es identificar religión con siglas políticas. El cristianismo verdadero es universal y ecuménico y dentro del cristianismo caben afiliaciones políticas muy diversas. Las personas cristianas podemos y debemos respetar a personas tan cristianas como nosotros, pero que tienen una orientación política muy distinta de la nuestra. No usemos la religión como arma política.
2.- Te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Estas palabras se las dice el Señor a “su Ungido, Ciro”, una persona que ni era judía, ni conocía a Yahvé. Es decir, Dios se sirvió de un pagano para que “todos los pueblos, de Oriente a Occidente, sepan que no hay otro dios fuera de mí”. El pueblo judío, en el destierro, jamás hubiera pensado que su liberación les iba a venir de manos de un rey pagano. Tenían razón los fariseos, cuando le dicen a Jesús que no se fija en las apariencias. Dios mira al corazón de las personas, no a su procedencia étnica, política, o religiosa. Más de un título que tradicionalmente los cristianos referimos a Cristo –entre ellos el mismo título de “Ungido”—están tomados literalmente de títulos que el profeta Isaías refiere a Ciro. Esto debe servirnos para reafirmarnos en nuestra fe en un Dios que quiere ser padre de todos, sin distinción de raza, lengua o religión. A todo el que adora a Dios en espíritu y en verdad, Dios le reconoce como auténtico hijo suyo. Consecuentemente, todos los hombres somos hermanos, porque todos somos hijos del mismo Dios.
3.- Siempre damos gracias a Dios por vosotros. Estas palabras se las dice San Pablo a los primeros cristianos de Tesalónica, en esta carta que es, muy probablemente, el primer escrito del Nuevo Testamento. San Pablo comienza deseándoles gracia y paz, dándoles gracias, a continuación, “por la actividad de su fe, el esfuerzo de su amor, y el aguante de su esperanza en Jesucristo nuestro Señor”. Ya han pasado casi dos mil años desde que se escribió esta carta, pero ojalá pudiera decirse de nuestras actuales comunidades cristianas lo que San Pablo dice de esta primera comunidad de Tesalónica. En palabras del mismo San Pablo fue una comunidad guiada por la fuerza del Espíritu Santo, que vivió el evangelio con una convicción profunda. ¡Que el Señor conceda a cada una de nuestras comunidades cristianas estos dones!
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2.- LA FE Y LA POLITICA
Por Pedro Juan Díaz
1.- Hoy el evangelio da para hablar de la importancia que tiene el que los cristianos participemos activamente en la vida ciudadana y política, ya que tenemos mucho que aportar: los valores del Reino de Dios. Y Jesús nos lo explica saliendo al paso de una trampa que pretendían tenderle. Ya sabéis vosotros que en aquellos tiempos el Imperio Romano dominaba al pueblo judío. Como consecuencia de ello, los judíos tenían que pagar un impuesto a Roma. Ese impuesto lo cobraban los publicanos. Y se pagaba con una moneda, un denario de plata, que tenía la imagen del Cesar de Roma, en aquellos tiempos, Tiberio, y una inscripción en latín que venía a decir, más o menos, algo así como: “Tiberio César, hijo del divino Augusto”. Y en el reverso se podía leer: “El sumo sacerdote”.
2.- Pues bien, un grupo de seguidores de los fariseos y de los herodianos, enviados por ellos para no dar la cara, se acercan a Jesús adulándole, alabando sus virtudes, pero con la clara intención de comprometerle con una pregunta. La pregunta, como hemos escuchado, es la siguiente: “¿Es lícito pagar impuesto al César o no?”. Si dice que si, posiblemente perderá la credibilidad de las gentes sencillas que viven exprimidas por esos impuestos y estaría justificando la ocupación romana; si contesta que no, posiblemente provoque una rebelión contra Roma y le acusen de agitador. La trampa está puesta. Pero lo que aquellas gentes no esperaban es que introdujera a Dios en la respuesta. En la moneda aparece la imagen del César, pero aquellas gentes no pueden pasar por alto que Dios ha puesto su propia imagen en cada persona y sólo le pertenecemos a Él. Por eso les dice que le den al César lo que le tengan que dar, pero que no se les olvide que cada uno de ellos pertenece a Dios. Y Dios quiere una vida más humana y más digna para todos. Por eso la vida y la dignidad de las personas no se pueden poner en manos de ningún “césar”.
3.- Jesús nos dice que pongamos a Dios en el lugar que le corresponde. Él es el único Señor, como decía el profeta Isaías en la primera lectura. Y cualquier “césar” de este mundo se ha de saber situar como servidor de todas las personas, porque todos y todas somos hijos de Dios. Y si pretende comportarse como “señor” y no como “servidor”, está ocupando un lugar que no le corresponde.
4.- El Dios que nos ha elegido, que nos ha llamado por nuestro nombre y nos ha dado un título, aunque aun no le conocíamos (como decía Isaías en la primera lectura) es el único Dios, el Dios encarnado en el mundo, que no quiere que separemos nuestra fe de nuestra vida, sino todo lo contrario. Y el título que nos ha dado es el de “hijos suyos” para que le amemos no sólo a él (a Dios lo que es de Dios), sino también a sus “otros hijos”, nuestros hermanos, especialmente a los más desfavorecidos.
5.- ¿Cuál es la aplicación que todo esto tiene para nuestra vida? Yo sugeriría dos cosas: en primer lugar, reconocer que el proyecto del Reino de Dios tiene una repercusión política, es decir, social, ya que pretende promover una transformación profunda de la sociedad desde los propios valores del Reino, fundamentalmente promoviendo el bien común de todas las personas, especialmente de los más necesitados. Y en segundo lugar, que Jesús no utiliza la política como instrumento de poder para imponer su Reino, sino que introduce los valores del Reino a través de la siembra y la acogida de la justicia, la solidaridad, la fraternidad… y lo hace a través de su presencia activa en la sociedad.
6.- Jesús anuncia el Reino de Dios, que no se puede equiparar a ningún reino de este mundo, ni a ningún “partido”. Solo Dios es el Señor de la historia. Pero para poder “sembrar” los valores del Reino de Dios, hace falta que los cristianos estemos activos en la vida pública y política, promoviendo el bien común de todos y todas, especialmente de los más pobres y necesitados. Nuestra fe no se puede quedar arrinconada en el ámbito de lo personal o privado. Por eso, este evangelio nos invita a participar y a comprometernos en la vida pública como cristianos, reconociendo el lugar de Dios y el del “césar”. Dar “a Dios lo que es de Dios” significa ayudar a cada persona a reconocer y valorar la vida, la dignidad y la felicidad que nos propone Dios como Padre nuestro que es, y a vivir la fraternidad y el servicio mutuo entre nosotros como lo hizo Jesús.
7.- Al final, Pablo les dice a los cristianos de Tesalónica: “cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda”. Que ese mismo Espíritu Santo haga mella en nuestros corazones y en nuestra comunidad parroquial, para que también se pueda decir esto mismo de nosotros. Que la Eucaristía que compartimos nos fortalezca en nuestro testimonio de vida, para ser “levadura en la masa”, como nos dice Jesús, la levadura del Reino de Dios que hace crecer la masa de nuestra sociedad.

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