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sábado, 1 de octubre de 2011

HOMILIAS: DOMINGO XXVII T. O. CICLO A. 2 DE OCTUBRE, 2011

HOMILIAS: DOMINGO XXVII T. O. CICLO A. 2 DE OCTUBRE, 2011
1.- SER TRANSPARENCIA DE DIOS EN EL MUNDO
Por Pedro Juan Díaz
1.- Otra vez la viña, ¡y van tres! Pero todas tienen un sentido catequético. La primera vez era una invitación del Señor: “id también vosotros a trabajar a mi viña”; la segunda, el modo de hacerlo, con disponibilidad y siendo coherentes con lo que decimos y hacemos; y hoy, los frutos de ese trabajo. ¿Qué frutos espera Dios de nosotros? ¿Los estamos dando? El punto de partida de todo esto no es otra cosa que el amor apasionado de Dios por su pueblo, por su viña. El mensaje sigue siendo una Buena Noticia que hay que acoger con confianza y con mucha esperanza en las capacidades que tenemos las personas para dar el fruto que Dios espera.
2.- La viña es una clara imagen del pueblo de Israel, y puede serlo también de la Iglesia, de nosotros. El propietario es Dios mismo, aunque muchas veces pensemos que los dueños somos nosotros y que podemos hacer lo que nos venga en gana. De ahí que sea muy importante que siempre estemos a la escucha de lo que Dios quiere de su viña, que somos nosotros. Y Dios es un buen “empresario”, como veíamos también hace un par de semanas, cuando salía a contratar jornaleros a distintas horas del día, y hasta cinco veces, porque no quiere que ninguno de sus hijos e hijas pase necesidad. Él se ha desvivido por la viña, para que estuviera lozana y diera buenos frutos. Pero los distintos “arrendatarios” se han sublevado contra los profetas, los enviados de Dios, e incluso contra el propio heredero, Jesucristo, a quien han dado muerte. Han usado la violencia en contra de su Señor y han querido ser más amos que jornaleros.
3.- Esta es la denuncia que el profeta Isaías hace en la primera lectura, pero es también la que Mateo hace a su comunidad cristiana con la parábola del evangelio. Dice el profeta: “¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? … Esperó de ellos derecho, y ahí tienen: asesinatos; esperó justicia, y ahí tienen: lamentos”. Y dice también el evangelista: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”, haciendo referencia a Jesucristo y a su muerte y resurrección. ¿No será esto una denuncia y una reflexión hacia una Iglesia que no damos los frutos que quiere Dios? Son palabras tan duras las de Jesús que a lo mejor dudamos que tengan algo que ver con nosotros: “Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Tendremos que revisarnos.
4.- ¿Qué frutos son los que tenemos que dar? La semana pasada nos decía el Señor que menos palabras y más hechos. ¿Qué clase de cristianismo estamos viviendo? ¿Es un cristianismo estéril, o por el contrario, fructífero? Después veremos la cantidad de nuestro fruto, que no es tan importante, ya saben, unos 10, otros 30, otros 70… según la capacidad de cada uno, pero lo importante es dar fruto.
5.- El Señor nos quiere en su viña. Y quiere también el fruto de una vida entregada a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. Queremos ser transparencia de Dios en el mundo, en nuestros ambientes, entre los que nos rodean, que nos conozcan por nuestros frutos, que no son otros que los frutos del Reino de Dios: solidaridad con los más necesitados, fraternidad, servicio mutuo, justicia para los más desfavorecidos, perdón, gratuidad, generosidad… nuestra sociedad los necesita, es también la viña del Señor a la que Él nos envía a trabajar. Vayamos gozosos sabiendo que Dios nos acompaña, que es un buen “empresario” que no nos abandona y que lucha para que tengamos lo mejor, lo necesario para una vida digna y feliz.
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2.- DIOS ESPERA MUCHO DE NOSOTROS. NO LE DEFRAUDEMOS
Por José María Martín OSA
1- Al lado de los menos favorecidos. El canto de la viña, compuesto por Isaías al principio de su ministerio, es una de las piezas poéticas más hermosas de toda la Biblia. Se trata de lo que hoy llamaríamos una canción-denuncia, por lo que interesa mucho conocer la situación socio-política del momento. De esta situación podemos hacernos idea si leemos después las siete maldiciones que se pronuncian contra los acaparadores de tierras y fortunas, los especuladores del suelo y los estafadores, los jueces corrompidos, los campeones en beber vino y los que banquetean despreocupados, los que confunden el mal y el bien y los que son sabios a sus propios ojos...Tengamos en cuenta que la denuncia y la amenaza atañe a toda la sociedad que bien pudiera ser la nuestra hoy. La viña no le dio al amo lo que era de esperar, sino agrazones. Y ante el silencio de la viña, de la casa de Israel, Yahvé pronuncia una sentencia sobre ella y contra ella. El amo derribará la tapia para que la coman los rebaños y la devasten. Dios abandonará a Israel a su propia suerte y lo entregará como fácil presa a los asirios. Pues esperaba uvas y le ha dado agrazones; quería que corriera el derecho y la justicia como un río y sólo corre la sangre inocente y los lamentos de los oprimidos. La conclusión es que a Dios le duele la injusticia ejercida contra los pobres y oprimidos y sale en su defensa. ¿Somos los cristianos de hoy defensores de los pobres? ¿Cómo estamos actuando ante la crisis económica y moral que afecta especialmente a los menos favorecidos?
2.- Una nueva manera de vivir. Pablo presenta a los filipenses un estilo de moral, una forma de comportamiento que no tiene nada que ver con la moral pagana, sino que camina en otra línea. Señala varios puntos de apoyo para los creyentes. El primero es que el actuar cristiano se desarrolla en la oración, en un clima de ternura en Cristo Jesús. La prescripción de toda moral queda desplazada por una visión de amor y esto lo expresa el creyente en la acción de gracias. Algo que cada domingo toda comunidad cristiana se esfuerza por poner de manifiesto. El creyente se caracteriza por buscar la verdad, lo noble, lo justo, lo puro, lo amable… Así se construirá la paz.
3.- Dar el fruto que Dios espera. En la parábola de la viña Jesús se dirige a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo, a los jefes de Israel, y a los fariseos. El Salmo 79 aclara que la viña es todo el pueblo de Israel. El propietario mandó primero a sus criados para recibir el fruto. Estos criados pueden identificarse con los profetas del Antiguo Testamento. Dios, como el propietario de la viña, ha amado tanto al mundo que ha entregado a su propio Hijo para que se salven cuantos crean en él y tengan vida. En estas palabras hay una profecía de la muerte que le espera en Jerusalén y una confesión indirecta de que El es el Hijo de Dios. Mateo, teniendo en cuenta los acontecimientos de la crucifixión de Jesús en el calvario, dice aquí que los arrendatarios, agarrando al heredero, "lo empujaron fuera de la viña y lo mataron". Recordemos que Jesús murió fuera de los muros de Jerusalén, rechazado por los jefes de Israel y el pueblo judío. Jesús acostumbraba a referirse a su muerte sin olvidar nunca la resurrección. Por eso añade ahora una alusión a su exaltación final, sirviéndose de la cita del salmo 118, “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. Hoy la viña del Señor es la Iglesia, también de ella espera recibir los frutos oportunos. ¿Seremos capaces de dar estos frutos que Dios y el mundo esperan de nosotros?
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3.- NOSOTROS TENEMOS UN DIOS IMPRUDENTE
Por José María Maruri, SJ
1.- Esta parábola sienta en el banquillo de los acusados a los representantes religiosos del pueblo judío y a todo su pueblo. A través de los siglos Dios ha enviado a sus mensajeros y de esos profetas tan conocidos como Amos, Miqueas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Zacarías fueron asesinados como en la parábola. Y el último enviado por Dios, Jesús el Hijo, fue echado fuera de Jerusalén y ajusticiado a petición de ese mismo pueblo. Por eso pierde el privilegio de pueblo escogido y se le da a otros viñadores que den fruto.
2.- Pero yo diría que la parábola es un canto al respeto de Dios al hombre y de su amor irreflexivo. Si se han dado cuenta todo sucede en la viña en ausencia del dueño de ella. Dios está ausente, pero eso no significa que no le importe el problema, ni que evada sus responsabilidades, ni que deserte de su posición de dueño de la viña.
Significa un incompresible respeto al hombre. Dios toma en serio al hombre y le deja actuar. No hace de él un robot. No interviene inmediatamente en escena, como hubiéramos hecho nosotros, que al primer rechazo de los viñadores y a su violenta oposición nos hubiera faltado tiempo para enviar a la Policía y a la Guardia.
Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos. Muy lejos está Dios de pensar como nosotros. Dios espera siempre. Dios confía siempre. Dios nunca muestra su orgullo ofendido.
3.- De Dios sabemos algo de su infinita sabiduría, de su poder invencible, de su majestad infinita, pero cuando se trata de su amor estamos perdidos, no entendemos nada. Cuando el amor de dios entra en juego, el Dios de los Ejércitos, el Dios Creador de todas las cosas, el que tocando los montes con un dedo los convierte en humo, ese Dios desparece y queda entre nosotros el Dios débil, el Dios Niño, el Dios marginal, el Dios al que tantas veces tomamos por payaso, el Dios irreflexivo, imprudente.
4.- Los viñadores apalean y matan a los primeros mensajeros. Y Dios vuelve a enviar otros y otros y otros. Y cuando los matan a todos envía al que le queda, a su hijo querido” El que le queda. Da la sensación de que Dios se ha vaciado de todo en favor del hombre. Lo ha hecho todo. Ha enviado todo. Y no le queda más que el Hijo. Ya no tiene más que hacer ni enviar. Dios se queda en la miseria, pobre y vacío. Y Dios envía al Hijo todavía esperando y confiando en el hombre.
Un Dios que se empobrece y vacía por un ser tan miserable como el hombre… ¿hay un amor más irreflexivo e imprudente? ¿Podemos nosotros entender un amor tan grande? ¿O es que no nos atrevemos a admitirlo porque exigiría demasiado de nosotros? Podemos imitar a Dios en otras cosas, pero en su amor imprudente es demasiado para nosotros.
Aunque hay viñadores que no son de nuestra viña que lo han imitado, es una de tantas escenas del hambre de Somalia en pleno siglo XXI. Dos esqueletos vivientes tumbados en la arena del desierto. La fría noche ya está encima. La madre se quita la manta y la echa encima del hijo moribundo de hambre, sabiendo que al amanecer ella habrá muerto de frío, pero el hijo aun vivirá.
¿Entregará el Señor nuestra viña a esos viñadores que entienden a nuestro Dios Imprudente?

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