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domingo, 18 de marzo de 2012
HOMILIAS: Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María 19 de Marzo de 2012
HOMILIAS: Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María
19 de Marzo de 2012
1.- SAN JOSÉ DA TONO A LA CUARESMA
Por Javier Leoz
San José, a tono con la Santa Cuaresma, nos transmite sobriedad y profundidad, sencillez y silencio, oración y austeridad. San José, con el pensamiento en nuestro seminario, nos recuerda que todos estamos llamados a ser promotores de las vocaciones sacerdotales en nuestro hogar. ¿Cómo es posible que, en nuestra mesa, se hable de las grandes figuras del deporte o de la música y, en cambio, silenciemos la vocación sacerdotal?
1.-El Papa Benedicto XVI, un 18 de diciembre de 2005, llegó a decir “dejémonos invadir por el silencio de San José”. Estamos tan acostumbrados a vivir asediados por el ruido que, aunque nos parezca mentira, nos resultaría imposible ya vivir sin él. Pero ¿qué ocurre? El ruido nos impide escuchar o percibir las grandes verdades de la vida; el paso de Dios por las calles en las que caminamos; el soplo del Espíritu que habla suavemente en toda persona que desee vivir como Dios manda.
Al festejar a San José, y junto con Él su silencio, llegamos a la conclusión de que su disponibilidad y obediencia o la ausencia de sus palabras en el Evangelio es, todo ello, un gran tesoro para nuestra Iglesia.
-Nos enseña San José a ser grandes desde la pequeñez (como María).
-Nos invita San José a confiar en el Creador aunque aparentemente las cosas nos vayan en contra.
-Nos induce San José a ponernos en camino apoyados en el cayado de la esperanza.
Sólo desde el silencio, con el silencio y en el silencio podremos llegar a comprender, vivir y sentir la presencia del Señor tal y cómo José la abrigó en propias carnes. Su silencio, el silencio de San José, es para nosotros una joya, un modelo, una respuesta a nuestra fe. ¿Confías en Dios? ¡Guarda silencio! ¡Calla! ¡Olvídate de ti mismo y piensa más en los demás! ¿Quieres, como San José, conocer y amar más a Dios? ¡Abre un poco menos los labios y abre un poco más los oídos!
2.- Una segunda pincelada de este día dedicado al Patriarca de la Iglesia nos viene dada desde las líneas maestras que nos brinda su figura.
Su constancia, aun sin ser agradecida, es modelo para la Iglesia que se enfrenta a una Nueva Evangelización. ¿Cómo llevarla a cabo? Ni más ni menos que con aquella dinámica que San José aportó a los inicios del cristianismo: confiar en la gran Verdad que es Dios. Poner a Dios en el corazón de cada uno de nosotros.
Su obediencia, probada y continua, es un referente para todos los que somos cristianos. ¿Amas a Dios sobre todas las cosas? ¿Le entregas incluso aquello que más quieres? San José, desde su ser obediente, nos empuja a lanzarnos sin ruido pero sin temblor en la aventura de la fe.
3.- Su responsabilidad en la casa de Nazaret nos exige también, como he dicho al principio, rezar, cuidar y potenciar las vocaciones sacerdotales. Él, mejor que nadie, nos puede dar las pistas para ir en la dirección adecuada: acompañamiento, compromiso, convencimiento, oración y abnegación. Paso que, para llevarlos a cabo, exigen sacrificio y esfuerzo por parte de todos (padres, sacerdotes, catequistas o religiosos).
Que el silencio de San José, en este tiempo de la Santa Cuaresma, hable a lo más hondo de nuestras conciencias. Que al festejar su Patronazgo pongamos en sus manos los destinos de nuestra Iglesia, el amor y la oración por nuestros padres y por tantas instituciones que confían en su intercesión.
2.- CONFIANZA
Por José María Martín OSA
1.- Dios confía en el hombre, a pesar de nuestra fragilidad. El Señor confía y valora las capacidades humanas, los deseos sinceros de amar de José, de serle fiel. Por eso, en este día deseamos aprender primero de Dios que quiso contar con sus criaturas –fiado de ellas--para llevar a cabo su plan de Redención: la empresa más grande jamás pensada. También aprendemos de José que no defraudó a Quien había depositado en él su confianza. Jesús recibió de modo especial hasta su madurez los cuidados de José. El que era su padre ante la ley le transmitió su lengua, su cultura, su oficio... La confianza que Dios deposita en José pone de manifiesto hasta qué punto Dios valora al hombre. Somos ciertamente muy poca cosa, nos cuesta reconocerlo, al contemplar la fragilidad e imperfección humanas. Sin embargo, Dios no sólo ha tomado nuestra carne naciendo de una mujer, sino que se dejó cuidar en todo en su primera infancia por unos padres humanos; y luego, algo mayor, aprendió quizá sobre todo de su padre, José, las costumbres y tradiciones propias de su región, de su país, de su culto.
2.- José confía en María. La casa de José y María fue la escuela de valores donde Jesús creció en “edad, sabiduría y gracia”. Jesús aprendió de José de modo especial el oficio y así era conocido como el hijo del carpintero. Pero para entonces, cuando Jesús comenzó a ser conocido en Israel, muy posiblemente José habría fallecido. Las narraciones evangélicas no lo mencionan durante la vida pública del Señor. En su infancia, sin embargo, y antes incluso de su nacimiento, sí que nos hablan de José y de su fidelidad. Estando desposado con la Virgen María y comprendiendo que Ella esperaba un hijo sin que hubieran convivido, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Así manifiesta su virtud: decidió retirarse del misterio de la Encarnación sin ofender a María y fue necesario que un ángel le dijera: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
3.- Nosotros confiamos en José. Es justo y cumple su misión calladamente. Como dice el evangelista, Dios puede contar con él. No se escandaliza de la concepción milagrosa de María, sino que se dispone, por el contrario, a hacer como el ángel le indica: al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús. Y así comienza su misión de padre del Redentor según el plan divino. Una tarea sobrenatural –como deben ser todas las tareas humanas-- que vivió confiando en Dios mientras veía que Dios había confiado en él. Tras la visita de los Magos, cuando humanamente podría parecer que las circunstancias mejoraban después de los accidentados sucesos en torno al nacimiento del Niño, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Egipto con Jesús y María; el suficiente, en todo caso, para que debiera instalarse establemente en un país extraño, emplearse en una ocupación para mantener a la familia, aprender posiblemente un nuevo idioma, otras costumbres..., y sin saber hasta cuándo..., pues el ángel sólo le había dicho: estate allí hasta que yo te diga... Nuevamente resplandecen la fe y la fidelidad de José. Le pedimos a él que nos consiga de Dios la gracia de una fe a la medida de la suya cuando cuidaba de Jesús y de María; una fe que nos lleve a sentirnos más responsables con Dios, que también se hace presente en nuestra vida y confía en el amor de cada uno. Por intercesión de José, en este Día del Seminario, pidamos a Dios que suscite vocaciones que colaboren a la extensión de la Buena Noticia del Evangelio.
3.- SAN JOSÉ, UN HOMBRE DE FE Y DE VOCACIÓN DE SERVICIO
Por Gabriel González del Estal
1.- San José nació para servir silenciosamente. En los evangelios no encontramos ni una sola palabra dicha por San José. Sin embargo, se nos dice que San José, obedeciendo al ángel, protegió a María contra los que hubieran podido lapidarla, al encontrarla embarazada antes de convivir con su esposo. También protegió al Niño, huyendo a Egipto para librarlo de Herodes. San José no pensó en sí mismo, ni reaccionó con orgullo herido, cuando comprobó que su prometida estaba embarazada. Sólo pensó en el bien de María y en defenderla contra sus posibles acusadores. Tampoco se preocupó de sí mismo, ni en las muchas dificultades del viaje, cuando el ángel le dijo que huyera a Egipto. Por lo poco que sabemos de San José, podemos deducir que fue una persona siempre al servicio de los demás, callada y silenciosamente. Es esta una virtud grande y difícil de practicar, porque a todos nosotros nos gusta pregonar nuestras buenas acciones. Espontáneamente, pensamos primero en nosotros mismos, antes que en los demás. Y nos gusta que los demás conozcan y valoren las cosas buenas que nosotros hacemos. Estas virtudes de humildad y vocación de servicio que tuvo San José son virtudes que nosotros debemos imitar y pedirle a Dios que nos las conceda. Es una buena oración que podemos hacer hoy, en la fiesta de San José.
2.- San José fue un hombre de fe. Hacía falta mucha fe para no creer lo que estaba viendo: que su prometida, embarazada, le había sido infiel. Él creía en María, porque la amaba apasionadamente, y creía en Dios, porque era su único Señor. Veía que María estaba embarazada, pero su fe en María le decía que ella no podía ser culpable de nada; sabía que Dios castigaba a las adúlteras, porque así lo decía la Ley, pero su amor a Dios le decía que Dios no podía castigar a María, porque esta siempre había querido ser una humilde esclava del Señor. Él creía firmemente que María le había sido fiel, porque sabía que María era fiel al Señor. Y actuó movido por la fe, consolado e iluminado por el ángel. Creyó interiormente, a pesar de todas las apariencias exteriores. No nos es fácil hoy a nosotros, hijos de la ciencia y de la experiencia, creer en las maravillas de Dios. Creer hoy para nosotros supone un profundo acto interior de fe, porque son muchos los que nos dicen que no es posible ver a Dios, con los solos ojos de la ciencia, en el universo. Tenemos que creer con los ojos del alma lo que no podemos ver con los ojos del cuerpo y eso supone un gran acto de fe. Que San José nos ayude en este día a ser personas de profunda fe.
3.- Día de las vocaciones sacerdotales. A la falta de fe y a la falta de vocación de servicio se debe, entre otras causas, la falta de vocaciones sacerdotales. Si nuestra sociedad educara a sus hijos en la fe cristiana y en la vocación de servicio, las vocaciones sacerdotales florecerían. Pero, desgraciadamente, no es así. Se educa a los niños para que triunfen social y económicamente, al margen de los valores cristianos. Pedir hoy por las vocaciones sacerdotales es pedir por una educación humana y cristiana, de acuerdo con el evangelio de Jesús de Nazaret. En este día de San José, pidamos al Señor que inspire a los padres y madres de familia, para que eduquen a sus hijos en la vocación de servicio y en la fe cristiana; sólo así podrán surgir dentro de la familia vocaciones sacerdotales.
4.- NOS HABLAS, JOSÉ
Con tu silencio como respuesta
y con tus pisadas, suaves y humildes,
nos muestras el camino de la fe.
Con tu silencio, obediente y puro,
hablas, más que con palabras, con tus propias obras.
¡Sí; José!
Acercarse a tu pecho es sentir el rumor de Dios
saber que, en la soledad y en la prueba,
es donde se demuestra la grandeza que presumimos
la verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie como Tú, José, habló tanto en imperceptibles palabras:
Tu vida fue un canto a la obediencia
Tu caminar se convirtió en letra impresa
Tu sendero marcó un antes y un después
para los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Desde la bondad frente a tanto odio
Desde la fe ante las dudas que nos rodean
Desde el silencio cuando el ruido nos atenaza
Desde la responsabilidad
cuando caemos bajo el peso de nuestras fragilidades
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
En sueños que, mirando al cielo, se convierten
en destellos divinos
En sueños que, mirando a la tierra,
nos empujan a ser decididamente rectos
En sueños que, en las noches oscuras,
disipan preocupaciones y horas amargas.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Sin elocuencia pero con la verdad de tu vida
Sin ruido pero con la decisión de tu cayado
Sin, subidas o bajadas de ángeles,
pero con los pies en la tierra
Sin riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica
pero con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí! ¡Así nos hablas, José!
Toda tu vida es páginas por escribir
de alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén
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