Evangelio del Jueves XXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 15 de septiembre, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Juan 19,25-27
Gloria a ti, Señor
Triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión
La realidad de la cruz y del dolor está íntimamente ligada a la experiencia del cristianismo y, por supuesto, a la persona de Cristo; el dolor y la muerte abren camino a la resurrección y a la vida plena; el misterio del dolor y de la cruz, en contextos donde son crucificados no sólo personas sino pueblos, culturas y hasta la madre tierra, exigen signos de vida y esperanza.
En ese juego de palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo…. Hijo, ahí tienes a tu madre”, dirigidas a su madre y al discípulo amado, encontramos la maternidad amplia de la que nos habla Jesús, maternidad nacida del dolor y el sufrimiento, y filiación que procede no por vía de sangre, sino por opción de vida y compromiso por el Reino.
La mutua compañía que se ofrecen la madre y el discípulo amado son la semilla de la nueva comunidad; allí florecerá la vida.
Por esta razón, al contemplar a María de los Dolores, no tenemos que fijarnos en ella de una forma aislada; estamos obligados a ubicar a su lado al discípulo amado. Ella y él, junto con las otras mujeres y los discípulos, han de regresar al seno de la comunidad para dar testimonio de fe y de vida.
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