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lunes, 12 de septiembre de 2011

Evangelio del Martes XXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 13 de septiembre, 2011

Evangelio del Martes XXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 13 de septiembre, 2011
Lectura del Santo Evangelio, según San Lucas 7,11-17
Gloria a ti, Señor
¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo." La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión
Una mirada al mapa de Palestina en tiempo de Jesús es de gran ayuda para una mejor comprensión de este capítulo 7 de Lucas, puesto que la ubicación geográfica de los acontecimientos nos aporta elementos importantes para su comprensión y posterior aplicación a nuestra realidad.
Ahora Lucas nos ubica en Naín, una población al sur de Cafarnaún. Jesús va con sus discípulos y con la gente que le sigue. Su destino final, Jerusalén.
A la entrada de la ciudad, se encuentran con un cortejo fúnebre. Se trata del entierro del hijo único de una viuda… La muerte del hijo único conlleva casi la muerte de la madre viuda, quien queda totalmente desamparada.
Ante la escena de tristeza y desconsuelo por la muerte del joven, Jesús sintió compasión, y dijo a la mujer un “no llores” en tono de consuelo y esperanza; se acercó al féretro, tocó al joven y le ordenó que se levantara.
Ante las palabras de Jesús, el muerto vuelve a la vida y es entregado a su madre. Con este gesto de misericordia Jesús no sólo devuelve la vida al joven, sino también a su madre, quien en su condición de viuda y sin hijo quedaba totalmente desprotegida.

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