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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ordinario de la Misa: Jueves XXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 15 de Septiembre, 2011

Ordinario de la Misa: Jueves XXIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo A. 15 de Septiembre, 2011
Nuestra Señora de los Dolores
Memoria
Señor, por tu amor tan grande ponme a salvo
Antífona de Entrada
El anciano Simeón dijo a María: Este Hijo tuyo será un signo de división y provocará la caída y la resurrección de muchos en Israel; y una espada atravesará tu propio corazón.

Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo compartiera con él, de pie junto a la cruz, sus sufrimientos, haz que todos nosotros, asociados con la Virgen en la pasión de Cristo, participemos también en la gloria de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera lectura
Lectura de la carta a los
Hebreos (5, 7-9)

Hermanos: Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 30
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.
A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado; Señor, tú que eres justo, ponme a salvo. Escucha mi oración.
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.
Ven a rescatarme sin retardo, sé tú mi fortaleza y mi refugio. Pues eres mi refugio y fortaleza, por tu nombre, Señor, guía mis pasos.
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.
Sácame de la red que me han tendido, pues eres tú mi amparo. En tus manos encomiendo mi espíritu y tu lealtad me librará, Dios mío.
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.
Pero yo en ti confío; “tú eres mi Dios”, Señor, siempre te digo; mi suerte está en tus manos, líbrame del poder de mi enemigo que viene tras mis pasos.
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.
Qué grande es la bondad que has reservado, Señor, para tus fieles.
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.
Con quien se acoge a ti, Señor, y a la vista de todos, ¡qué bueno eres!
Señor, por tu amor tan grande
ponme a salvo.

Secuencia (opcional)
La Madre piadosa estaba junto a la cruz, y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y afligida estaba la Madre herida, de tantos tormentos llena, cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena! ¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor? ¿Y quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor? Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre. Vio morir al Hijo amado que rindió desamparado el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo. Y, porque a amarlo me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí. Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo; porque acompañar deseo en la cruz, donde lo veo, tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!, llore ya con ansias tantas que el llanto dulce me sea; porque su pasión y muerte tenga en mi alma de suerte que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio; porque me inflame y encienda y contigo me defienda en el día del juicio. Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance, vida y alma estén; porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria.
Amén.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosa la Virgen María, que sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor.
Aleluya.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (19, 25-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:
“Mujer, ahí está tu hijo”.
Luego dijo al discípulo:
“Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión:
La realidad de la cruz y del dolor está íntimamente ligada a la experiencia del cristianismo y, por supuesto, a la persona de Cristo; el dolor y la muerte abren camino a la resurrección y a la vida plena; el misterio del dolor y de la cruz, en contextos donde son crucificados no sólo personas sino pueblos, culturas y hasta la madre tierra, exigen signos de vida y esperanza.
En ese juego de palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo…. Hijo, ahí tienes a tu madre”, dirigidas a su madre y al discípulo amado, encontramos la maternidad amplia de la que nos habla Jesús, maternidad nacida del dolor y el sufrimiento, y filiación que procede no por vía de sangre, sino por opción de vida y compromiso por el Reino.
La mutua compañía que se ofrecen la madre y el discípulo amado son la semilla de la nueva comunidad; allí florecerá la vida.
Por esta razón, al contemplar a María de los Dolores, no tenemos que fijarnos en ella de una forma aislada; estamos obligados a ubicar a su lado al discípulo amado. Ella y él, junto con las otras mujeres y los discípulos, han de regresar al seno de la comunidad para dar testimonio de fe y de vida.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos en esta festividad de la Virgen de los Dolores, a la que tu Hijo nos dio como madre cuando celebró en la cruz este mismo sacrificio que vamos a ofrecerte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Santa María Virgen I
Maternidad de la santísima
Virgen María
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la memoria de Santa María, siempre virgen: Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo y sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo nuestro Señor.
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la Comunión
Alegrémonos de participar en los sufrimientos de Cristo, para que podamos alegrarnos también el día en que venga lleno de gloria.

Oración después de la Comunión
Oremos:
Tú que nos has hecho partícipes del sacramento de nuestra redención en esta fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, ayúdanos, Señor, a aliviar los sufrimientos que Cristo sigue padeciendo en nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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